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El Árbol de la vida o Árbol Cabalístico

A continuación comparto con vosotros un artículo sobre este símbolo universal llamado el Árbol de la Vida o Árbol Cabalístico. El texto que pondré en primer lugar fue escrito por el gran cabalista y astrólogo Kabaleb y el aspecto más práctico ha sido ampliado por su hijo Tristán Llop y publicado en su libro: Tú Decides... (sigue)


Iniciación al Árbol Cabalístico

El Árbol Cabalístico o árbol de la vida es un símbolo que describe el desarrollo de un proyecto desde que es ideado hasta que se plasma en la realidad. Es pues un elemento muy práctico en nuestras vidas, ya que si seguimos el orden que nos marca, el éxito está siempre asegurado.

El Árbol de la Vida es también un símbolo compuesto que representa a la vez al hombre celestial, que se concibe como macrocosmos, y al ser del mundo material, considerado como microcosmos. Está formado por diez Centros de Vida llamados Séfiras o Sefirot (en plural). Cada Séfira está conectada con las demás por una línea que recibe el nombre de Sendero. Existen 22 Senderos, que representan las 22 letras del código hebraico (con el cual se ha escrito la Biblia). Los Séfiras son distintas etapas de la manifestación de la luz divina, y por consiguiente, de evolución. Son fases de la conciencia subjetiva mediante las cuales el alma penetra en el conocimiento de la manifestación cósmica.

 
El Árbol de la vida se divide en tres Columnas o pilares. El de la derecha es el pilar de la Misericordia o de la Gracia, representa la fe, la tolerancia, el amor, la intuición y se le atribuye la potencia activa masculina.

La columna de la izquierda es el pilar del Juicio, del Rigor, del orden, la austeridad, la inteligencia, la experiencia y se le atribuye el principio pasivo femenino.

El pilar del centro, o del Equilibrio, es el factor armonizador que combina y une los de la Gracia y del Rigor. El esquema del Árbol nos describe, entre otras muchas cosas, el proceso de formación de un acto cualquiera, desde el momento en que sólo es una emanación inconcreta hasta que se cristaliza en el terreno físico; este esquema encuentra también su correspondencia en el cuerpo humano, siendo Kether la cabeza y Malkuth los pies.

Cada Séfira tiene sus leyes y sus principios, y para que podamos aprenderlos, las jerarquías espirituales que dirigen nuestra evolución, nos sitúan en una determinada vida, «más cerca» de un Centro que de otro. El estudio de la carta astral de nacimiento adaptado al esquema de el Árbol de la vida (esta adaptación ha sido descrita en el libro de Kabaleb «Curso de Iniciación Cabalística a la Astrología y al Tarot») nos permite averiguar cuáles son los Centros activos en la presente vida, para orientarnos acerca del programa humano que hemos venido a realizar. A modo de ejemplo, diremos que los planetas situados en los signos de Capricornio y Acuario, estarán en la esfera de Binah y activarán este centro, sus energías y nos transmitirán su esencia. Los planetas que estén en Sagitario y Piscis, activarán Hesed. Los de Aries y Escorpio, Gueburah. Los de Leo, Tiphereth. Los de Tauro y Libra, Netzah. Los de Géminis y Virgo, Hod. Y los de Cáncer, Yesod. Si quieres obtener tu Árbol cabalístico personalizado, puedes hacer clic aquí.

A continuación te paso el enlace para que puedas ver el significado de cada uno de los centros del Árbol. Haz clic Aquí.

Tristán Llop

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El árbol de la vida, Kether

El primer Séfira del árbol de la vida, Kether, es la fuente, el Padre de los nueve restantes. Es difícil de definir con palabras, está fuera de la experiencia humana, nuestra mente apenas alcanza a comprender su esencia. En este Centro hay puro ser, porque en él todavía no se diferencia un par de opuestos. Es el manantial de donde proceden la voluntad y el poder creador y no se corresponde con nada manifestado.

En el Árbol Cabalístico o árbol de la vida, existen cuatro planos o mundos: el de Emanaciones, el de Creaciones, el de Formación y el de Acción, los cuales corresponden a los cuatro elementos, en este orden: Fuego, Agua, Aire y Tierra. Kether es el primer Centro del Mundo de Emanaciones y pertenece al Elemento Fuego. Kether-Padre es pues la voluntad creadora que, por encima de las contingencias y avatares de la vida, pone a nuestra disposición la fuerza que ha de permitirnos configurar todas las cosas.

En la voluntad de Kether, generadora de cuanto hacemos y deshacemos, reside el soplo de la libertad, Kether nos libera, nada florece sin la intervención de ese fuego primordial. La primera actitud a tener en cuenta para la construcción de nuestra personalidad siguiendo el esquema del Árbol de la Vida, es activar la Voluntad. Este atributo incita a actuar, a entrar en acción, a dirigir la energía hacia un punto determinado. Es preciso mantener una actitud abierta ante la innovación, ante lo desconocido, ante lo sorprendente.
Quizá debamos volver a la infancia, a ese periodo en el cual escuchábamos nuestra intuición y éramos capaces de seguir sus dictámenes. La voluntad era entonces un elemento activo, pero con el paso de los años nos apalancamos y permitimos que se duerma o la confundimos con el deseo.

Cuando cito la voluntad me estoy refiriendo a un intangible, a un elemento que carece de capa material pero que está presente en el arranque de todos los procesos, sean de la índole que fueren. Cada vez que iniciamos un proyecto, la voluntad está presente. Aunque también se la requiere cuando se presenta un atasco; cuando la vida nos sitúa entre la espada y la pared; cuando nos sentimos perdidos. Si una persona se encuentra deprimida, el antídoto es la voluntad. O presentado a la inversa, uno se deprime cuando deja de activar su voluntad.Iniciar proyectos, bien sea en el ámbito familiar, profesional, emotivo o material se convierte en una obligación para toda persona que esté dispuesta a hacer uso de la fuerza de voluntad. La intuición será el elemento complementario que aparecerá cuando nos pongamos en marcha, esa vocecita que nos guiará, marcando la senda correcta a seguir.

Aunque en muchas ocasiones haremos oídos sordos por el simple placer de experimentar, de saber qué sucede cuando uno equivoca la senda. La voluntad es la jalea real del alma.

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Tristán Llop
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El árbol de la vida, Hochmah

Hochmah es el segundo Séfira de el Árbol de la vida o Árbol Cabalístico y el segundo Centro del Mundo de Emanaciones, pertenece a la columna de la Gracia. Si Kether-Voluntad era el Padre, Hochmah se identifica con el Hijo, es la primera manifestación visible del Padre, es su obra, el heredero de sus virtudes, el centro crístico por excelencia. De Hochmah proceden las energías que permiten a los enfermos sanar, es de alguna manera el botiquín del universo.

En Kether, la fuerza divina se manifiesta como un Fuego interno que habita todo lo creado, en Hochmah, lo hace, simbólicamente, como Agua. La voluntad de Kether es pura energía y necesita de un receptáculo para poder expresarse antes de ser derramada al exterior. Esta condensación de la fuerza divina produce el amor, y tiene como efecto una iluminación interior.

Hochmah tiene una correspondencia zodiacal: el planeta Urano. En la mitología griega, Ouranos es el primer dios del Olympo, nacido de la luz y del caos, es la primera manifestación de esta luz. Iremos constatando a lo largo de nuestro recorrido por los Sefirot la correspondencia de la Cábala con la mitología. El esquema del Árbol de la vida no sólo nos permite comprender la creación del universo, sino que describe asimismo los mecanismos de nuestra existencia diaria. Todos los Sefirot actúan en nuestro organismo de una forma específica.



A nivel práctico, cuando movemos nuestra voluntad con vista a un objetivo cualquiera, estamos activando nuestro Kether, y al hacerlo, movemos automáticamente el mecanismo del Séfira siguiente (como en un sistema de vasos comunicantes): Hochmah, que se ocupará de que se vayan formando las circunstancias idóneas -es decir, ayuda divina- para que el propósito ideado por nuestra voluntad-Kether llegue un día a ser realidad. De este esquema se desprende una idea bien clara: si los ejes de nuestra voluntad chirrían, si les falta engrase porque no la movemos, tampoco se movilizará la ayuda divina. Y este razonamiento puede llevarnos a un sinfín de conclusiones. Nos permitirá comprender, por ejemplo, la posible raíz de ciertas sequías pertinaces en países como Etiopía y tantos otros, poblados en su mayoría por gentes que no mueven su voluntad, que se resignan y se abandonan a un destino adverso que ni siquiera se plantean cambiar. Y si no hay Voluntad-Kether, tampoco habrá Agua-ayuda providencial-Hochmah.

El segundo pilar para la construcción de nuestra personalidad, siguiendo el orden de el Árbol de la Vida o Árbol Cabalístico, sitúa en nuestro camino un elemento imprescindible para el avance: la Sabiduría. Éste es un concepto que ha cambiado de significado con el paso del tiempo, ahora lo asociamos con conocimiento, con ciertos rasgos de cultura. Pero antes la sabiduría era mucho más, englobaba un compendio de habilidades, de actitudes que facilitaban la vida de la persona que las poseía, procurándole felicidad. Se trataba en realidad de un modo de ser, de una manera de entender el sentido de los acontecimientos. Ésta es la cualidad que se persigue en este segundo centro de el Árbol del la Vida, es el momento para decidir si quieres aprender a interpretar las señales que encuentres en tu camino.

La sabiduría transmite, además, la necesidad de saber aprovechar las oportunidades, que en cierto modo significa tener oídos para todo cuanto suceda alrededor, saber elegir el camino correcto cuando se llega a una bifurcación. Es primordial que la persona muestre una cierta apertura hacia la vida, que demuestre ganas de enfrentarse a ella, de superar tropiezos y alcanzar altas metas.

Reza el dicho que las ocasiones las pintan calvas, y es preciso intentar cazarlas al vuelo. Las mejores suelen pasarnos inadvertidas. Prestamos poca atención a las oportunidades que se nos presentan porque nuestros sentidos están todavía aletargados y necesitan un despertar. Quizá sea debido a un encasillamiento obsesivo con la realidad que prefijamos (nuestra rutina), con el encuadre que damos por definitivo, y con ello conseguimos cerrar las puertas del cambio con tantos candados, que resulta demasiado penoso buscar la llave para volver a abrirlos.

Por ejemplo, si una persona está en el paro y se obsesiona con la idea que a su edad le resultará imposible encontrar trabajo, es probable que pierda muchas oportunidades debido a que su actitud le pondrá a la defensiva ante posibles ofertas. Puesto que está convencida de sus nulas probabilidades, creerá que sólo pueden ofrecerle contratos basura. En cambio, si muestra una apertura, si cree en sus posibilidades, si conecta con su propia energía, si acepta que todos tenemos cabida en este mundo y que cada cual debe mover las aspas de su molino, es muy posible que encuentre trabajo. Tal vez resulte diferente al que había imaginado, pero representará una oportunidad de crecimiento.

Esta etapa del viaje debe cargar nuestras maletas de espíritu positivo, de ansias de superarnos; nos susurrará al oído palabras de ánimo y nos transmitirá la sensación, sutil pero real, de que existe la providencia, de que nos apoyan fuerzas, sean del más allá o del más acá, que nunca estamos solos.
En cierta ocasión le decía Pu Shang a Confucio:

¿Qué clase de sabio eres tú, que te atreves a decir que Yen Hui te supera en honradez; que Tuan Mu Tsu es superior a ti a la hora de explicar las cosas; que Chung Yu es más valeroso que tú; y que Chuan Sun es más elegante que tú?.

Sí, todo esto es cierto – añadió Confucio.

Entonces, ¿por qué los cuatro son discípulos tuyos?

Yen Hui sabe cómo ser honrado, pero ignora cómo ser flexible. Tuan Mu Tsu sabe cómo explicar las cosas, pero le cuesta dar un simple sí o una negativa por respuesta. Chung Yu sabe cómo ser valeroso, pero olvida ser prudente. Chuan Sun Shih sabe cómo ser elegante, pero se desentiende de ser modesto. Por eso los cuatro están contentos de estudiar conmigo.

El sabio a menudo se caracteriza por dar un uso adecuado a la información que caiga en sus manos, es decir, comprender los mensajes directos, indirectos y subliminales y actuar en consecuencia. Significa que la persona debe conectarse a diferentes frecuencias, extender su antena parabólica para captar más canales, para entender otros lenguajes. Debe tratar de penetrar en los estados de ánimo ajenos, porque sólo así será capaz de comprender las razones que mueven a sus compañeros de vida.

La sabiduría es el brazo derecho de la providencia o de lo que más comúnmente llamamos suerte y para atraerla a nuestra vida existen ciertas actitudes que allanarán el camino.

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©Tristán Llop
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El árbol de la vida, Binah

Binah es el tercer Centro de el Árbol de la vida y tercero también del Mundo de Emanaciones, se encuentra en la columna del Rigor. En Kether aparecía un designio en forma de luz, en Hochmah se interiorizaba transformándose en amor y ahora ese amor inunda la esfera de Binah. El papel de Binah consiste en asimilar la luz-amor y lograr con ella la construcción de un mundo donde sea posible una existencia física. Para ello debe ceder parte de esta luz, procediendo a un auto oscurecimiento.

Binah ha sido llamada «La Gran Madre de Universo», ya que ha sido la gran matriz en la que se ha gestado; las madres, igual que este Séfira, tienen que ceder parte de su luz-energía para poder dar vida, -"dar a luz"- a un hijo. Binah (es decir, todas las entidades espirituales que trabajaban en este Centro) exteriorizó la Obra Divina, la exportó a niveles inferiores, y esta función exportadora ha sido llamada sacrificio, del mismo modo que cuando un país exporta a otro sus bienes, los sacrifica a su consumo personal con el fin de obtener divisas. Lo que Binah buscaba, evidentemente, no era oro material, sino oro espiritual: conocimiento.En resumen, las jerarquías creadoras disponían de un enorme potencial energético, de un gran chorro de luz, y decidieron crear un mundo de formas para poder experimentar con esta luz, obteniendo así una serie de informaciones, un conocimiento, acerca del resultado de su materialización. En el oscurecimiento aludido radica la mayor dificultad de la misión de Binah y este hecho nos ayuda a entender lo que sucedió posteriormente.

Las entidades angélicas que poblaban está Séfira se dividieron en dos bandos. Uno de ellos estuvo de acuerdo en llevar a cabo el plan ideado por Kether y aceptó el sacrificio, aceptó rebajar su nivel vibratorio. Pero el otro bando se negó a entregar su luz y la congeló en su interior. Por ello, la enseñanza cabalística atribuye a esta Séfira la regencia de la sal, la cual conserva las cualidades de cualquier alimento que esté bañado en ella, porque restringe y reprime. Pero Kether tenía que proseguir su Creación y no le quedó más remedio que lanzar los insumisos al «abismo»: son los Ángeles caídos de los que habla la Biblia, también llamados «Luciferianos».
Este punto contiene una lección importante, y es que cada vez que nos inhibimos, que pasamos de largo ante las necesidades de los demás, incurrimos en el mismo error que estos seres que egoístamente no quisieron participar en las labores de la Creación, y como ellos, podemos vernos relegados.

Sin embargo, es preciso ensalzar el trabajo de este Séfira: tan sólo el que conoce la luz que procede del Padre sabe del profundo dilema que le supuso a Binah tener que entregarla voluntariamente.

En Kether, la fuerza divina aparece como Fuego, en Hochmah como Agua y en Binah lo hace como Aire, aportándonos un conocimiento que, si no es transmitido, se convierte en algo inútil. Binah tiene como representante material, al planeta Saturno. En la mitología griega, la relación de Cronos-Saturno con Urano es la misma que en el Árbol Cabalístico: el primero es hijo del segundo. Saturno rige dos signos en el Zodíaco: Capricornio y Acuario. En el primero edifica la sociedad justa, inspirando al hombre para que realice obras justas respetando las reglas divinas. En Acuario, prepara los intelectos humanos para que sean capaces de entender las leyes universales y aplicarlas al medio social en que viven.

Saturno tiene fama de «coco» zodiacal, pero sólo debemos temerle si violamos las leyes cósmicas. Precisemos aquí, para evitar confusiones, que no existe una entidad exterior a nosotros que nos vaya a presionar o a castigar si no hacemos las cosas como debemos. En efecto, los planetas tal como los conocemos no son más que meros representantes, símbolos externos de unas fuerzas que se sitúan en nuestro interior y actúan al unísono con aquellas. Por lo tanto, cuando hablamos de las restricciones o limitaciones de Saturno, esto significa que la parte de nosotros mismos llamada Saturno se comportará de manera que la limitación o la restricción aparezca en nuestro panorama humano.

El tercer pilar para la construcción de nuestra personalidad, siguiendo el orden marcado en el Árbol de la Vida, establece el conjunto de normas y reglas que conforman nuestro Marco de Actuación.

El ser humano, para realizar cualquier obra, necesita un marco de actuación, un escenario en el que poder desplegar sus facultades y una serie de normas que den cobertura y credibilidad al espectáculo. Se impone la necesidad de averiguar cuál es el límite del crédito concedido para el desarrollo de nuestro proyecto. Además, es preciso darle unos parámetros que nos permitan situarlo en el tiempo y en el espacio.

En una sociedad expansiva como la nuestra, la palabra límite está infravalorada, aún cuando es portadora de seguridad. Resulta más esperanzador y pondremos una mayor dosis de entusiasmo en realizar una carrera de tres kilómetros que una prueba en la cual debamos llegar tan lejos como podamos. Un niño respetará más a un maestro que le marque los límites, que a un tutor que le permita ejercer su real gana.

El ser humano necesita encuadrar su realidad, regirse por unos parámetros, disponer de un marco de actuación y luchar después por superarlo, por ensanchar su perímetro. Gabriel García Márquez relataba en sus memorias que necesitaba prefijar con exactitud el número de páginas que va a contener su libro antes de empezar a escribirlo.
El límite siempre entraña una renuncia que confirma el dicho: “quien algo quiere, algo le cuesta.” Jesucristo sentenció en una ocasión: “No está hecho el hombre para las normas, sino las normas para el hombre.” Significa que el prefijar límites debe formar parte de una estrategia para avanzar, nunca de una coartada para estancarse.

Si conocemos los parámetros de nuestra situación, sabremos cómo superarla. Llegar al fondo de una piscina (su límite) nos permite propulsarnos con fuerza hacia el exterior. La norma es pues una herramienta al servicio del ser humano, nunca una faja para limitarlo.Las normas y los límites son una garantía de nuestra seguridad y evitan, en cierto modo, que nos perdamos por las ramas de la vida. Por lo tanto, serán un paso obligado para alcanzar la felicidad.

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Tristán Llop
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El Árbol de la vida, Hesed

Hesed es el cuarto Centro de el Árbol de la vida, y el primero del Mundo de Creaciones. Se sitúa en la columna de la derecha. Según la Tradición, toda fuerza activa necesita pasar por cuatro fases para desarrollarse: YOD-HE-VAV-HE, siendo la primera la semilla, el impulso, la voluntad; la segunda, la tierra donde esta semilla debe germinar; la tercera el resultado de la acción de la primera sobre la segunda, o sea que la semilla florece; y la cuarta es el resultado final de este ciclo, es decir, el fruto. Pero éste contiene una nueva semilla y por lo tanto, será el inicio de otro ciclo... (sigue)

En el Árbol de la vida, Kether representa pues la primera fase, Hochmah la segunda, Binah la tercera y Hesed la cuarta del primer ciclo o Mundo de Emanaciones, pero es a la vez la primera de otro ciclo, el de Creaciones, que se asimila a las emociones. En este sentido, podríamos decir que Hesed es el fruto del pensamiento divino (de Kether-Hochmah-Binah) y que contiene al mismo tiempo la semilla del Mundo de Creaciones, o sea de los sentimientos. Como consecuencia de todo ello, en Hesed nace el deseo que impulsa a las personas a conquistar y a gozar de todo.

Este Séfira tiene un representante material, Júpiter. En la mitología, Júpiter-Zeus es nieto de Urano e hijo de Saturno-Cronos, igual que en el Árbol Cabalístico. Júpiter es pues fruto de la inteligencia en calidad de hijo de Saturno, pero su propia fuerza da nacimiento a los deseos y en la vida ordinaria, las personas se identifican más con su papel de promotor de los deseos que con el de hijo de la mente.

Esta separación entre mente y deseos aparece claramente reflejada en la mitología, ya que Júpiter destronó a Saturno. Liquidados ya los lazos con su progenitor, Júpiter organizó un universo a su propia imagen, dando rienda suelta a los deseos, que eran los soberanos absolutos. Por ello se relaciona a Hesed con el Paraíso.

Siguiendo el orden establecido en el Árbol de la Vida, primero se activa la voluntad, trazando metas y tomando decisiones (primer centro); se aprovechan las oportunidades, con sabiduría y espíritu positivo (segundo); y se establece un marco de actuación, creando sus pautas de movimiento, localizando sus límites y midiendo el espacio y el tiempo (tercer pilar.)

Con ello la persona está prepara para encarar con garantías el cuarto centro para la construcción de nuestra personalidad. Éste deberá instruirnos sobre el arte y el buen uso del Poder. El poder es una cualidad innata en el ser humano, pero a menudo se abusa de él debido a que su perfume embriaga los sentidos. El poder es como una caja de bombones, la abres con el firme propósito de comerte sólo uno, pero en el momento que lo saboreas sientes la inmediata tentación de probar otro.

La historia está repleta de anécdotas que reflejan abusos de poder, sin que ello deba asustar ni inducirnos a delegar nuestro poder en los demás para evitar problemas. Recordemos que uno de los principales objetivos del ser humano es vivir experiencias y ampliar horizontes. Un camino para ello es buscar en nuestro interior cualidades que permanecen ocultas, con ello nos daremos cuenta que somos capaces de llegar más allá de lo que imaginábamos.

El pilar anterior nos ha argumentado la necesidad de establecer límites, pero ahora estamos en el centro siguiente. Se supone que hemos comprendido que existen unas normas de convivencia que se deben seguir. La asimilación de esas reglas nos capacita para ir más allá y vivir la experiencia de sobrepasar los límites, proyectando los objetivos hacia metas más ambiciosas. Estamos hablando de ampliar horizontes, de romper moldes, de ir más allá de lo prefijado. En cierto modo, se trata de ampliar nuestra dieta, de aprender a ingerir nuevos alimentos, ya que comer siempre lo mismo equivale a permanecer encasillados, a echar el ancla en un punto del océano y pretender pescar siempre en el mismo sitio, es preciso buscar nuevos bancos de peces.

Puede surgir entonces un enfrentamiento interno entre las normas y la necesidad de sobrepasarlas, debido a que con anterioridad hemos tratado de fijar una estructura en nuestro interior y ésta nos transmite seguridad. Pero es preciso comprender que la asimilación de las actitudes que forman parte o que asociamos a cada uno de los pilares, propicia la comprensión del siguiente, y que si bien en ocasiones puede parecer que se presentan contradicciones, se trata de un simple proceso de evolución.

Tomemos un ejemplo relacionado con las normas, las autoridades instalan semáforos en los cruces para que aprendamos a ceder el paso a los que circulan en otra dirección o para que dejemos pasar a los peatones. Sería lógico pensar que si la gente asimila este concepto, se harán innecesarios los semáforos, ya que pararemos todos de forma natural cuando alguien tenga que cruzar. Significa que iremos más allá de la norma, ya que la habremos interiorizado.

La mitología venera a Zeus (griego, Júpiter en latín) como el más poderoso de los dioses del Olimpo. Cuentan que su necesidad de ampliar horizontes era tal que se entendía, además de con su mujer Hera, con diosas, semidiosas y humanas, sin despreciar a los de su propio sexo. Dedicó gran parte de su reinado a inseminar cielo y tierra de hijos (que en el lenguaje simbólico representan obras, trabajos creativos.) También es conocido Zeus por potenciar las cualidades de todos cuantos se cruzaban en su camino.

Y puesto que el regente planetario de Hesed, este cuarto centro de el Árbol de la Vida es precisamente Júpiter, asumiendo el símil podríamos afirmar que la persona, a su paso por este centro, debería asumir las actitudes jupiterianas necesarias para expandirse, para dirigir su vida, para ampliar sus horizontes, potenciando sus propios valores.

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Tristán Llop

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El árbol de la vida, Gueburah

Gueburah es el segundo Centro del Mundo de Creaciones y el quinto del Árbol de la vida, pertenece a la columna de la izquierda. Hemos visto que Hesed constituye el Paraíso terrenal y que produce tal estado de felicidad que el hombre en este punto no siente la necesidad de adquirir experiencias en los mundos inferiores. Sin embargo, para avanzar en la obra divina, es preciso que superemos la sensación de plenitud que nos aporta este Séfira... (sigue)

Bien sabemos que generalmente nadie abandona por las buenas un lugar donde se encuentra a gusto; es decir, que en el Paraíso necesitábamos a alguien que nos empujase, que nos tentase ofreciéndonos algo mejor. En este punto es donde aparecen los «Angeles Caídos», también llamados «Luciferianos» que, tomando la forma de una serpiente nos prometen que podremos ser iguales a Dios, conocer el secreto de la Creación.

Evidentemente, poco a poco vamos desarrollando nuestras potencialidades y descubrimos nuestras capacidades en todos los terrenos; en esto no nos engañaron, pero lo que ocultaron era a qué precio obtendríamos este conocimiento. Confiamos en ellos y sin darnos cuenta nos condujeron a la columna de la dificultad, o sea que pasamos de Hesed a Gueburah. A partir de ese momento, nos vimos obligados a ganar el pan con el sudor de nuestra frente y a parir con dolor; desde entonces, toda obra humana se lleva a cabo con el precio del sufrimiento.



Hasta Hesed, Dios había actuado como un Padre que lleva a su hijo (el hombre) de la mano. Pero luego el niño se volvió revoltoso y se soltó de esta mano para conocer el mundo por su cuenta. El padre le castigó dejándole continuar sin su protección y además le confió a una institutriz (los Luciferianos) que le enseña, pero golpeándole cada vez que comete un error. El centro Gueburah está representado a nivel material por el planeta Marte. En la mitología, Marte era el hijo de Júpiter-Zeus; y en el árbol cabalístico, Marte (Séfira número cinco) sigue también a Júpiter (número cuatro). Además por ocupar la segunda posición en la columna de la izquierda, Marte es el más directo colaborador de Cronos-Saturno.

Hemos visto al hablar de Hesed que con Júpiter, el hombre ejerce un poder, organiza la vida a su alrededor en función de sus sentimientos y de su manera de ser y en este proceso de aprendizaje comete errores que Marte, de forma rigurosa, le hará reconocer como tales y le hará pagar. Resumiendo, Marte aplica la ley saturnina dando buena cuenta de los desmanes jupiterianos. Marte administra los contenidos de Aries y Escorpio. Los Luciferianos son los encargados, como hemos visto, de suministrarnos las energías marcianas; en función de nuestra voluntad, aparecen los que trabajan con la espiritualidad a través de Aries o los que lo hacen con la sexualidad a través de Escorpio.
De ello podemos deducir que lo espiritual y lo sexual son dos caras de una misma moneda y la obtención de una supone una limitación de la otra. Es decir que para ambas cosas se utiliza el mismo carburante, si la empleamos en lo uno, disminuye su fuerza para lo otro.

El quinto pilar para la construcción de nuestra personalidad, siguiendo el orden establecido en el Árbol de la Vida, es el que enfrenta al ser humano con una de las claves fundamentales de su desarrollo: el Trabajo, entendido éste como el conjunto de actividades que le ayudan a cosechar experiencias. Es el momento de descubrir las herramientas con las que hemos sido dotados y aprender a utilizarlas. Aquí empezamos a ser conscientes que somos portadores de una súper abundante energía y que es preciso darle salida si pretendemos mantener un equilibrio y estar en armonía.

Hablar de trabajo significa estar en disposición de arremangarse, de presentarse voluntario ante cualquier eventualidad (como demostraron en su momento los voluntarios que ayudaron en Galicia a limpiar el chapapote generado por el vertido de crudo del “Prestige”, un petrolero que se partió en aguas gallegas.)

Trabajar es estar a punto para llevar a cabo todos los cambios de actitud requeridos para la mejora de nuestra personalidad, tanto en el exterior como en el ámbito interno. Trabajar es ofrecer el máximo que se pueda dar en cada uno de los apartados de la vida, principalmente el de la familia, el trabajo y los amigos, porque absorben el noventa por ciento de nuestro tiempo. También debe entenderse trabajar en el sentido de pulir tu piedra bruta, tu carácter y estar en disposición de rectificar tendencias equivocadas.

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El árbol de la vida, Tiphereth

Tiphereth es la sexta estancia del Árbol Cabalístico o árbol de la vida, es el segundo Séfira de la columna central, la del equilibrio, después de Kether. Y es el tercer centro del Mundo de Creaciones. Tiphereth es el rostro visible de Kether, es su manifestación material, representada en el universo por el Sol. Tiphereth es un centro de armonía, ya que todos los senderos conducen a él, y él conduce a todos los centros de vida.

En esta estancia solar se establece la conciencia del hombre, ya que centraliza todas las experiencias procedentes de la columna del Rigor (izquierda) y de la de la Gracia (derecha), infundiéndonos la idea de un equilibrio entre la necesidad hecha ley y la Gracia Divina. Aquí se sitúa nuestra conciencia, es decir la quintaesencia de todo lo que hemos aprendido a lo largo de nuestras encarnaciones.

En el cuerpo humano, Tiphereth tiene relación con el corazón, el cual bombea la sangre y aporta oxígeno a todas las células. Los rayos del Sol también aportan un alimento que no es asimilado de forma directa, se interioriza en la tierra y produce el desarrollo del mundo vegetal, toda la vida existente en la tierra es un don del Sol.


La sangre es el vehículo del Cuerpo de Deseos y en ella se encuentran las imágenes relacionadas con nuestras experiencias emotivas. Por ello, de la misma forma que el corazón purifica la sangre, el Sol limpia constantemente los deseos. El corazón es el motor del organismo, y alrededor del Sol giran el resto de los planetas de nuestro sistema solar.
El Sol imprime la voluntad necesaria para que todo se ponga en marcha. En el corazón físico se encuentra el átomo-germen que se utilizará para la construcción de un nuevo cuerpo físico en función de los contenidos de este átomo.

De la misma forma, el Sol particular de cada ser humano contiene el conjunto de las experiencias vividas, el cúmulo de la sabiduría lograda a lo largo de las vidas: el Sol constituye la voz de la conciencia que proporciona la primera respuesta a modo de prejuicio a las situaciones a las que nos enfrentamos. Hablamos de pre-juicio porque se trata de un juicio que procede de lo aprendido con anterioridad y no de una reflexión del presente.
Más adelante, esta valoración inicial será analizada por nuestra personalidad actual que puede apoyarla o rechazarla. Esto determina si el Ego superior posee mucha o poca libertad en la presente encarnación.

El sexto pilar para la construcción de nuestra personalidad, siguiendo el orden establecido en el Árbol de la Vida, es aquél que ofrece al ser humano la oportunidad de Escuchar su Conciencia antes de continuar con su proyecto. La vida de los hombres se rige por dos tipos de leyes distintas, las que han escrito los gobiernos, los políticos o los jueces y las que se imponen a sí mismos, las que tienen que regir su comportamiento interno. Comprender las primeras será ya un gran paso hacia la mejora de las condiciones de vida, elaborar las segundas un requerimiento indispensable en la búsqueda de la felicidad. La creación de un código de conducta implica un compromiso personal para mejorar la convivencia interna y exterior. Se trata de realizar un pacto que ayude a optimizar las condiciones de vida. Partiendo de la base que cada movimiento individual genera uno colectivo, cualquier iniciativa que tomemos en un sentido positivo estará favoreciendo nuestra comunidad.

Elaborar un código de conducta es una actitud personal e intransferible ya que se basa en la adecuación del comportamiento a lo que dicte la propia conciencia. En cierto modo se trata de escuchar los dictámenes internos, a ese sabio que desde lo más profundo de nuestras entrañas va dictando las leyes a seguir. El problema es que en muchos casos hacemos oídos sordos a sus recomendaciones y ello genera conflictos internos que acaban repercutiendo en el exterior. En todo caso tienes la posibilidad de escuchar.
En ocasiones, seguir los dictámenes de la conciencia implica contradecir el impulso de las emociones y es aquí donde radica uno de los principales problemas del ser humano. “Mañana debo levantarme temprano para realizar un trabajo de precisión, pero en esta fiesta me lo estoy pasando de miedo, ¿qué hago? Si se lo digo le va a doler, pero si me lo guardo quizás sea peor, ¿qué hago? Quiero mucho a mi mujer, pero mi secretaria me fustiga con continuas indirectas, ¿qué hago?”

Se impone la creación de un código de conducta, que debe ser avalado por una observación de los impulsos primarios que nos dirigen hacia el objeto de nuestro deseo.

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El árbol de la vida, Netzah

Netzah es el séptimo Séfira del Árbol Cabalístico o árbol de la vida. Se sitúa debajo de Hesed-Paraíso en la columna de la derecha, la de la bondad, la gracia y la tolerancia. Sabemos que en Hesed se encuentra reflejada la Luz-Amor de Hochmah, y que Tiphereth es el rostro físico de Kether-Voluntad en la columna central, por lo tanto Netzah quedará impregnado de las virtudes inherentes a estos Séfiras por ser los que tiene más próximos en la escala superior.

A medida que descendemos por el Árbol Cabalístico, podemos comprobar cómo las fuerzas de sus centros se materializan de forma progresiva, tanto las positivas como las negativas. Hemos visto más arriba que el amor emanado de Hochmah es tan puro, que sus radiaciones son captadas con cierta dificultad y nos cuesta aprovecharlas. En Hesed ese amor se transforma en afán de conquista, de gozar con los deseos, tanto los sublimes como los emocionales y los materiales.

Así pues en Netzah ese afán, ese amor y esos deseos ya tienen forma concreta, tangible y somos capaces de percibir, de sentir, de crear mediante el aporte energético de este centro de vida. Venus es el rostro visible de Netzah, y administra los contenidos de Libra y Tauro.
Acerca del origen de Venus-Afrodita, existen dos versiones. La primera la hace hija de júpiter-zeus. Según la segunda, Kronos-Saturno, tras mutilar a su padre Ouranos-Urano (el cielo), lanzó los despojos de la virilidad de éste al mar y de una blanca espuma que se formó, nació Venus-Urania. Estos orígenes parecen indicar claramente que existen en este Séfira dos vertientes, la que provoca en el individuo la apetencia de las cosas terrenales (la primera) y la que lo induce a elevar su mirada hacia los mundos del espíritu. Los orígenes de esta diosa nos dan un claro indicio de los atributos que tiene bajo su mando: la fertilidad, la belleza, la abundancia y el amor. Según su nivel de vibraciones, la persona trabajará más con una que con la otra.
Desde este centro de vida nos viene la inspiración, la sensibilidad, la armonía de las formas, la búsqueda del complemento ideal y la plenitud tanto física como espiritual. De Netzah-Venus nace también la apetencia por las cosas (las de la tierra o las del cielo), las ganas de poseerlas para poder experimentar con ellas. Netzah es el primer Séfira del Mundo de formación y por lo tanto la semilla y el motor del Elemento Aire (ideas-lógica-razón), que exteriorizará a través del signo de Libra.
El séptimo pilar para la construcción de nuestra personalidad, siguiendo el orden establecido por el Árbol de la Vida, es aquel que ayuda al ser humano a comprender la importancia que tiene saber Valorar los Detalles.
Hasta el siglo pasado, en muchos ámbitos de la vida – sobre todo en el profesional -, se valoraba por encima de todo la capacidad mental de una persona, su coeficiente intelectual, aparcando en cierto modo sus sensaciones, sus vibraciones, sus sentimientos, su sensibilidad, su delicadeza. Afortunadamente nuestra sociedad ha avanzado mucho en este sentido. Nos damos cuenta que la forma va por delante y que un buen envoltorio llegará antes al corazón, que el contenido a la mente práctica.
De este modo, el estilo de comunicación puede llegar a tener más relevancia que el mensaje en sí. Ya nos lo demostró Quevedo. Según se relata en una anécdota, apostó con un amigo que podía repetirle dos veces a la reina Isabel que era coja sin que ésta se ofendiera (a ella le molestaba mucho que le nombraran esa minusvalía), y lo consiguió con la ayuda de los siguientes versos (llevando una rosa en una mano y un clavel en la otra): “entre la rosa y el clavel su majestad escoja; entre la rosa y el clavel, escoja doña Isabel”. Por supuesto ganó la apuesta.
Prestar atención a los detalles, a la forma, se vuelve así una muestra de respeto hacia las personas de nuestro entorno y abre la puerta a unas relaciones humanas más sanas y armónicas, en definitiva, nos acerca a la felicidad.

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El árbol de la vida, Hod

Hod es el tercer Séfira de la columna de la izquierda y representa la búsqueda de la perfección a través de la verdad. Es, al mismo tiempo, el segundo del Mundo de Formación. De este centro recibimos toda la energía necesaria para impulsar nuestro cerebro a no contentarse sólo con los placeres que nos ofrece el Séfira anterior, Netzah.

El lado izquierdo de nuestro cerebro, de donde emana esta energía, remueve los cimientos de nuestra personalidad profana para activar el mecanismo que nos permite corregir los desmanes que hayamos podido cometer bajo el imperio de los sentidos (Venus).

Hod ha heredado el pensamiento activo de Binah y es el encargado de legislar, de discernir lo que es lícito de lo que no lo es, en lo referido a nuestro programa humano. Tal como reza la ley hermética «Como arriba es abajo», Mercurio-Hod es el guardián de esta analogía. Gracias a sus radiaciones, podemos descubrir los secretos de los dioses. Como se trata del último Séfira de la columna de la izquierda, constituye el último eslabón de la cadena del escenario de nuestras experiencias. El aprendizaje no será fácil, por la vía del dolor, pero Hod insuflará a nuestro paisaje humano chispa, creatividad y una gran capacidad de análisis. En la leyenda mitológica, Hod-Mercurio-Hermes era hijo de Hesed-Júpiter y hermano de Apolo-Netzah.
Cuenta la historia de los dioses que Júpiter, su padre, le ordenó ser su mensajero, debiendo transmitir los mensajes del Olimpo a los mortales. Mercurio actúa pues de lazo de unión entre el cielo y la tierra, su función en lo profundo consiste en comunicar a la mente concreta los planes y objetivos del Ego superior o, dicho de otro modo, nos ayuda a descubrir desde abajo el funcionamiento de los mundos de arriba, nos aporta la comprensión.
Hod-Mercurio administra los contenidos de Géminis y Virgo. En Géminis, actúa positivamente aportando discernimiento a la exteriorización del pensamiento. En Virgo, actúa por su polaridad negativa y nos confiere una gran capacidad analítica y de síntesis. Estamos ya en el pilar número ocho para la construcción de nuestra personalidad, siguiendo el orden establecido en el Árbol de la Vida, lo cual significa que hemos realizado un recorrido por los siete anteriores, adquiriendo actitudes que permiten una alta definición de nuestro edificio interno.
El octavo pilar ofrece ingredientes que nos ayudarán a comprender mejor nuestra realidad: llegar al Análisis y la Razón a través de la Comunicación.
Hemos librado muchas batallas con nuestras tendencias internas y con su proyección al exterior y es tiempo de realizar un análisis aplomado de la situación resultante. ¿A quién hemos ofendido en nuestro afán indiscriminado por competir y por qué? Esa podría ser una buena pregunta a formularse.
Es el momento de recurrir a la lógica y la razón, permitiendo que la inteligencia penetre en nuestros proyectos y nos ayude a superar las fases emocionales y los impulsos instintivos.
Es tiempo de soltar las amarras que nos unen al pasado y de hacerlo de forma consciente, como resultado de una reflexión muy madurada y de un análisis pormenorizado de las actitudes abandonadas y superadas a lo largo del camino.

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El árbol de la vida, Yesod

Yesod es el Séfira número nueve del Árbol Cabalístico o árbol de la vida, es el tercero del Mundo de Formación. Es el centro encargado de cristalizar y objetivar los impulsos procedentes de los demás centros, convirtiéndolos en actos, proyectando la conciencia superior hacia abajo.

Gracias a Yesod todo lo que se encuentra en nuestro interior se convierte en imágenes, es decir en situaciones. Por ejemplo si sentimos odio o rencor, podemos tener la seguridad de que Yesod, un día u otro, objetivará en el mundo real estos sentimientos, brindándonos la ocasión de ejercer ese odio, o bien, volviendo la imagen del revés, nos hará vivir situaciones odiosas, violentas o crueles.

Resulta pues peligroso alimentar este centro sefirótico con emociones o intenciones negativas ya que después nos veremos obligados a vivirlas. Es preciso ejercer un control consciente sobre la producción de imágenes, procurando captar siempre imágenes positivas de los demás, ya que si captamos únicamente lo negativo, acabaremos viviendo esta negatividad. Podemos comparar las funciones de Yesod a las del tubo catódico de un televisor, que recoge las pulsiones energéticas del centro emisor y las convierte en las imágenes que aparecen luego en pantalla. Yesod es asimismo el centro productor de los sueños. Por otra parte, Yesod también se ocupa de centralizar las experiencias procedentes de Malkuth, es decir de la realidad material, para verterlas en la conciencia superior, representada en el Árbol por Tiphereth. Esto significa por ejemplo que si ponemos la mano en el fuego, el centro Yesod se encarga de transmitir al Ego superior la lección aprendida, o sea, que el fuego quema. Y cuando nuevamente nos acerquemos al fuego, Tiphereth, es decir nuestra conciencia, mandará a Yesod (a nuestra imaginación) la imagen de la quemadura y de esa forma evitaremos volver a cometer el mismo error.

Aunque, puede ocurrir que, debido a un bloqueo de Malkuth en nuestro Árbol de la vida particular, las experiencias físicas y la lección que contienen no puedan subir hacia la conciencia, en este caso, volveremos a tropezar una y otra vez en la misma piedra, al menos hasta que llevemos a cabo el desbloqueo de Malkuth, pero esto ya es harina de otro costal (a propósito de los bloqueos de Séfiras, consultar el «Curso de Iniciación a la Astrología y al Tarot» de Kabaleb, ed. Indigo).

En el Zodíaco, el Séfira Yesod está representado por la Luna, regente a su vez del signo de Cáncer.
Siguiendo el orden establecido en el Árbol de la Vida, cuando se ha activado la voluntad, trazando metas y tomando decisiones (primer pilar); aprovechado las oportunidades, con sabiduría y espíritu positivo (segundo pilar); se ha establecido un marco de actuación, creando sus pautas de movimiento, localizando sus límites y midiendo el espacio y el tiempo (tercer pilar); se ha comprendido el alcance del poder y la necesidad de potenciar cualidades (cuarto pilar); se ha trabajado con ahínco y protegido las iniciativas (quinto pilar); se ha implantado un código de conducta, escuchando la conciencia (sexto pilar); se han valorado los detalles, activando los sentidos (séptimo pilar); y se ha realizado un análisis cuidando bien la comunicación (octavo pilar), entonces se está preparado para la última fase en la construcción de nuestra personalidad, la que nos permitirá Visualizar el Resultado.

Llegamos al final del recorrido con este noveno pilar que nos traerá, en cierto modo, una recapitulación de los ocho anteriores. Si hemos sabido cultivar y practicar de forma adecuada las actitudes detalladas con anterioridad, tendremos ya un proyecto de vida en avanzado estado de gestación, habremos impreso numerosos cambios en nuestra personalidad y estaremos viviendo de forma más equilibrada.
El propósito ha llegado a su novena fase, a punto de salir al exterior, sólo le quedan unos pequeños retoques para darlo por finalizado. La imaginación va a ser aquí un ingrediente esencial.


El Vitriolum, además de otros símbolos, trabaja de forma directa la energía del séfira Yesod (a través de cada uno de sus 8 ángeles), lo cual ayudará enormemente a que se cristalice, se lleve a la práctica el deseo formulado cuando lo hemos activado.



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El árbol de la vida, Malkuth

Malkuth es el último Séfira, el décimo, del Árbol Cabalístico o árbol de la vida y pertenece al Mundo de Acción. En el Zodíaco, corresponde al Ascendente o Casa I. Este centro representa pues nuestra tierra humana, nuestro mundo físico.


Los nueve centros anteriores representan otros tantos grupos de facultades que debemos adquirir a lo largo de nuestro recorrido humano, vida tras vida. Malkuth será pues el resultado de nuestra actividad anterior. Todos los centros de vida desembocan finalmente en Malkuth, es decir en nuestra personalidad material, transformándola.
En este punto, todo se transforma en acontecimiento, en realidad palpable. Cuando se alcanza este punto, ha pasado el momento de pensar, meditar o imaginar, y sólo cabe experimentar aquello que anteriormente -tal vez en otras vidas- hemos ideado. La vida nos pide respuestas inmediatas, actos. El Árbol nos permite entender, entre otras muchas cosas, el proceso de formación de un acto cualquiera.
Todo acto físico se inicia en primer lugar en el Mundo de las Emanaciones (Kether, Hochmah, Binah), en el que se manifiesta como una emanación la voluntad incipiente de hacer algo, este proceso es muy a menudo inconsciente. Luego este embrión de proyecto será regado con el Agua de nuestros deseos en el mundo de Creaciones (formado por los centros Hesed-Gueburah-Típhereth), posteriormente en el Mundo de Formación (Netzah-Hod-Yesod) lo analizaremos de forma exhaustiva y veremos la forma lógica de realizarlo y cristalizarlo y finalmente aparecerá materializado en Malkuth, en la esfera física.

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