Las señales del camino

Rosa vuelve al ataque con sus iluminadas reflexiones sobre el Camino de Santiago, ese sendero mítico/físico que nos lleva hacia el despertar. Esta vez hace hincapié en las señales de la fe, las que puso un sacerdote para evitar que nos perdiéramos.

La última reflexión sobre el Camino de Santiago que hice antes de verano hablaba sobre la mochila y la necesidad que todos tenemos de aligerar nuestro equipaje de lo innecesario, para que la ruta sea más llevadera. Ahora voy a hablar de las señales del Camino. Esas señales que se sitúan en las encrucijadas, para que no nos perdamos en el sendero, y lleguemos de forma certera a nuestro destino...

La señal más conocida, la que más se identifica con el Camino de Santiago, es la flecha amarilla. Dicen que fue el párroco de O Cebreiro, ya fallecido, Elías Valiña, gran impulsor y estudioso del Camino, el que lo recorrió marcando la ruta con flechas pintadas de amarillo para que los peregrinos pudieran seguirlas y no se perdieran.

Después, cuando el Camino de Santiago cogió el auge que tiene ahora, las instituciones y las distintas asociaciones de amigos del Camino, han ido reponiendo la pintura de esas flechas, y añadiendo azulejos azules con una estrella-concha amarilla, mojones y otras señales indicadoras, con lo que hoy en día es muy difícil perderse al recorrer la Ruta de las Estrellas.

Pero no olvidemos que todo lo que está relacionado con este Camino de Santiago que recorremos por la tierra bajo la Vía Láctea celeste, tiene una simbología en esa otra ruta interior que es la que nos va transformando mientras andamos. Y, como no podía ser menos, también a ese nivel interior tenemos que seguir las señales, si no queremos perdernos. Aunque también es cierto que a veces, para encontrarnos, tenemos que perdernos previamente.

Mientras recorremos a pie el Camino de Santiago o mientras transitamos por nuestra vida cotidiana, son innumerables las señales que nos muestran qué camino hemos de coger en cada momento. De la misma forma que cuando llegamos a una encrucijada en la Ruta Jacobea, una flecha amarilla o una estrella o un mojón con una concha nos dice por donde hemos de continuar, así ocurre también a lo largo de nuestra existencia, si estamos atentos para ver y escuchar.

Puede que las señales de la vida no sean tan evidentes como las que encontramos en el Camino de Santiago, pero lo que sí es seguro es que están ante nuestros ojos; aunque nosotros no podamos verlas en algunos momentos. Son señales que aparecen en muchas formas diferentes y que, en ocasiones, nos dejan aquellos que nos han precedido en el Camino, como ocurre en la Ruta de las estrellas.

Pueden llegar a través de un libro, de Internet, en una conversación escuchada al azar, y hasta en un anuncio de la tele o en el titular de un periódico. El Todo se vale de todo para hacernos llegar sus mensajes. Pero especialmente nos habla en el silencio, a través de esa voz interna que todos percibimos, aún en medio de la agitación de la vida cotidiana, y de las voces estridentes del exterior que intentan confundirnos.

Por eso, si no queremos perdernos en el Camino, en el de Santiago y en el de la Vida, sigamos las señales y continuemos andando hacia ese Ultreya, más allá, que gritaban los peregrinos de la Edad Media cuando llegaban a la meta. Eso sí, sin olvidarnos de descansar, porque a veces hay que hacer un alto en el camino y reponer fuerzas antes de seguir caminando.

Rosa Villada
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