La puerta del solsticio

El día 21 de diciembre, a las 12.04 (hora solar), se produce el solsticio de invierno, una oportunidad única para activar toda una serie de valores que solemos llevar ocultos durante el año y que ahora deberían salir a la luz.

El solsticio marca el inicio del periodo de entrada de las energías crísticas en el ser humano, que culminará la noche del 24 de diciembre, con el nacimiento de Cristo. En este artículo os lanzo algunas sugerencias prácticas para aprovechar mejor la energía del solsticio…

En este periodo de 3 días (el 3 se corresponde en el Árbol de la Vida a Kether, Hochmah y Binah, que en terminología cristiana serían, Padre, Hijo y Espíritu Santo), en este lapso tendremos la posibilidad de ponernos en sintonía con esa nueva energía que debería nacer en nosotros.

Es el momento de lanzar al mundo a esas tendencias humildes, esos pastorcillos que moran en nuestro interior, para que empiecen a adorar al nuevo Rey. Dicho en lenguaje mundano, es tiempo de sacar lo mejor que hay en nuestra personalidad, nuestra mejor imagen, nuestra mejor sonrisa, la alegría, el buen humor, el espíritu de compartir y de ayudar, para que empiecen a abrir camino a esa nueva fuerza que emerge desde dentro y que debería abrirse paso entre sus enemigos: el miedo, la inseguridad, la falta de confianza en el futuro, en suma, la oscuridad.

Si despejamos el camino a esa fuerza crística emergente, empezaremos a ver la vida desde otro ángulo, las cosas nos parecerán más fáciles, nos resultará menos difícil afrontar los cambios que se nos presentan, el camino del futuro se aplanará.

Os lanzo algunas sugerencias que os ayudarán a sacar más provecho de la energía del solsticio. La primera sería realizar un ayuno en uno de los tres días o intentar comer de una forma más frugal, con poca carne y eliminando el alcohol, para que los canales estén más limpios (procurad hacerlo de forma discreta, evitando llamar la atención de los que os rodean, porque se trata de un trabajo íntimo y personal).

Otra sugerencia es que iniciéis el día con una pequeña meditación. Coger como base el Árbol de la Vida que aparece arriba del artículo. Miradlo durante unos minutos. Después imaginad que penetráis en ese Árbol y que empezáis a elevaros en él empezando por el círculo de abajo (se llama Malkuth y podéis pedirle que os dé firmeza y estabilidad); seguís al de más arriba (se llama Yesod, pedidle imaginación); al de la izquierda (se llama Hod, pedidle inteligencia); al siguiente de la derecha (se llama Netzah, pedid armonía); al del centro (se llama Tiphereth, pedid memoria); izquierda (Gueburah, pedid fuerza y trabajo); derecha (Hesed, pedid expansión); izquierda (Binah, pedid orden); derecha (Hochmah, pedid suerte) y el de arriba del todo (se llama Kether, pedid voluntad y Luz). Tenéis a continuación un gráfico que os marca el orden del Árbol (la subida es del 10 al 1).

Esta elevación servirá para que paséis la jornada a un nivel superior al normal, lo cual os permitirá ver vuestras circunstancias desde otra óptica y comportaros de una forma diferente. Al finalizar el día es preciso bajar del árbol, haciendo la misma meditación al revés, del 1 al 10, dando las gracias a cada centro por la energía que os ha dado.

Que la Luz de la Navidad os inspire

Tristán Llop Talismanes y Amuletos para una nueva Era

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Para la crisis, lo mejor...

Este artículo está directamente relacionado con la realidad del momento y, más concretamente, con una anécdota que acabo de vivir en estos días.

La semana pasada fue el cumpleaños de mi hijo y compramos un Massini (un pastel de nata y chocolate) en nuestra pastelería de toda la vida…

Al comerlo nos dimos cuenta que habían cambiado la composición. Habían retirado la capa de debajo de chocolate y galleta crujiente, habían aumentado considerablemente la cantidad de bizcocho (el pastel había subido en altura y perdido base) y habían reducido la nata y el chocolate. Mi hijo, que generalmente devora estos pasteles, dejó la mitad en el plato y los demás nos esforzamos por terminar nuestro trozo.

Tenemos otro cumpleaños esta semana y habíamos encargado otro Massini. Llamé a la pastelería para ver si podían hacerme el modelo que nos gustaba y me contestaron que a partir de ahora todos serían como el último. Anulé mi pedido y mis hijos me han pedido que cambie de pastelería.

Esta anécdota me ha hecho vivir una de las repercusiones de la crisis. Algunos comerciantes tienen la idea equivocada que para combatirla es necesario reducir costes bajando la calidad de los productos que venden (pero manteniendo el precio). A lo único que les llevará esta política es a perder más clientes.

Cuando pasamos por un mal período, cuando asoma la crisis, debemos dar lo mejor que hay en nosotros mismos. Es el momento de ser generosos, de abrir nuestro corazón, de regalar sonrisas y de entregarnos, porque ésta es la mejor manera de exhortar los malos tiempos.

Para la crisis, lo mejor...


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Las señales de la Navidad

Acabo de adornar el árbol de Navidad, al tiempo que mi mujer montaba el pesebre, lo cual significa que ya hemos dado el primer pistoletazo para que arranque el periodo más luminoso del año. Mañana me tocará adornar el árbol de mi comunidad.

Gran parte de los gestos que realizamos a diario son simbólicos y muchos de ellos forman parte de rituales que tratan de enseñarnos a vivir siguiendo las normas del universo, es decir, nos muestran el camino para vivir mejor…

La Navidad representa el nacimiento crístico, es cuando la luz penetra en la oscuridad. Si miramos el esquema del Árbol de la Vida (ese símbolo del desarrollo humano y universal), veremos que la luz está arriba, en Kether (la corona) y la oscuridad abajo, en Malkuth (el mundo material). Cuando adornamos nuestro hogar con los adornos navideños y, sobre todo con la luces, estamos propiciando el despegue desde la materia hacia el espíritu.

Si tenemos en cuenta que ahora mucha gente está viviendo una situación de crisis, en la que se está tambaleando todas sus estructuras materiales, es el momento propicio para llamar a la luz y hacer que penetre en la oscuridad, para activar ese Cristo interno que nos ayudará a ver mucho más claro y a saber cómo salir de nuestros problemas. También nos ayudará a salir de la negatividad y a desinstalarnos de la base de crisis en la que muchos se han anclado (inconscientemente).

Poner luces en casa es llamar al Cristo interno a actuar, llamarlo del descanso al trabajo, como dicen los rituales y hace que se active en nuestras vidas.

Adornemos pues nuestros hogares, llenémoslos de luces, de pastorcillos (tendencias humildes dispuestas a servir a su Cristo), de Reyes Magos que nos aporten sus presentes, oro, incienso y mirra (Voluntad, Amor y Sabiduría) y pongamos villancicos, esas canciones creadas para despertar nuestra fe interna, para llamar a nuestras tendencias a reunión porque El Cristo ha nacido.

¡Bienvenido seas, ilumíname, ayúdame a caminar por la senda de la compresión y haz de mí un obrero de la obra divina! Amén (Aleph-Mem-Noun).
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A la cargaaa...

Voy a informaros de los movimientos que se suceden a mi alrededor en los últimos tiempos y que me están robando bastante tiempo, aunque debo decir que disfruto casi cada minuto.

La primera noticia es que he decidido coger un stand, con una pintora (Conxi Puig) que realiza unos ángeles preciosos, en la feria Internacional Magic 08, que expone las novedades que se producen en el mundo esotérico. Estará situada en la Fira de Barcelona, en el Palacio de congresos (Pabellón 5), los días 28, 29 y 30 de noviembre. Yo estaré en el stand 198 con los talismanes y otros productos angélicos...

La segunda novedad es que realizaré un taller de 2 horas sobre la Interpretación del Padrenuestro y otras recetas para la felicidad y la abundancia en Navidad, el día 11 de diciembre (de 19 a 21h.) al módico precio de 16 € y en el centro Áureas de Barcelona (Sardenya 261, tel. 93 553 56 11). Espero que podáis venir (llamad para reservar plaza).

También estaré en Valladolid (Centro Girasol, tel. 655599121) dando el taller del Padrenuestro el día 12 y un seminario de los ángeles en el Árbol de la Vida el 13 de diciembre.

Si alguien está interesado en organizar en su ciudad talleres o seminarios, puede contactar conmigo a través del mail nvibracion@ono.com o del teléfono 687 509 748.

Juntos buscaremos la luz.
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El camino del cambio

Acabamos de ser espectadores de excepción de un cambio que impone un giro importante a nuestra historia reciente. Tenemos el primer presidente negro de los EEUU. Más allá de las consideraciones políticas, lo que me interesa es subrayar la relevancia que este hecho tiene en el orden espiritual.

Hasta hace pocos años era impensable creer en la posibilidad de que las minorías se impusieran en la política americana. Tenemos pues una primera clave para el análisis, estamos en un momento en el que todo es posible y Obama ha ganado las elecciones con el lema: podemos...

Es curioso ver los ángeles que regían el día de su elección. Por un lado tenemos a Sealiah, el 45, cuya clave principal es: Motor para reanudar la marcha. Este ángel nos habla de confundir a los orgullosos, de levantar a los humillados, del triunfo de los humildes y de equilibrar la atmósfera. Parece que es innecesario todo comentario, ya que salta a la vista que esas cualidades son muy necesarias en este momento en América, ya que el 80% de la población se siente abatida y humillada.

El Rangel emotivo era el 7 Achaiah, cuya principal virtud es la paciencia, cualidad que le hará falta a Obama para levantar su país y liderar el resurgimiento de un nuevo orden. Las cualidades de este ángel son, además de la paciencia, descubrir el sentido de la vida cuando se ha perdido la fe en todo (texto literal), la capacidad de innovar e ir más allá de los hechos probados y combatir la pereza, la negligencia y la despreocupación.

Parece pues que este nuevo presidente ha venido bien armado, que se ha buscado dos buenos escuderos.

Además, si repasáis el artículo sobre la Luna nueva de octubre, veréis como decía que se abre un camino hacia arriba que nos permitirá encontrar soluciones a nuestros problemas.

La elección de Obama, además de generar euforia y esperanza en el mundo, indica en el orden simbólico que las cosas se están moviendo y que debemos ser capaces de ver nuestra realidad de una forma distinta. Pero, por encima de todo, nos transmite el mensaje esperanzador de que, sea cual sea nuestra realidad, por mal que nos vayan las cosas, tenemos la capacidad y la fuerza para cambiarlas. WE CAN (PODEMOS).
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He visto la Luz

Imagino que con este título, esperáis que os cuente, como mínimo, una experiencia mística y quizá lo haga… En todo caso os voy a explicar una experiencia propia y os voy a decir la forma en que vosotros también podéis vivirla…

El otro día recibí un libro que me regaló su escritora, Rosa Villada, colaboradora de este blog (escribió los artículos sobre el Camino de Santiago). Se trata de su última obra publicada: El Juego de Dios. Yo siempre suelo tener más de un libro empezado y aparco los que me llegan hasta terminar los que están en curso (en este momento 3). Pero con el de Rosa fue distinto, me atrajo de forma especial, como si estuviera magnetizado, al punto que sentí la necesidad de empezar a leerlo enseguida.

Esa misma noche empecé a devorar sus páginas y fui literalmente absorbido por la energía que destila. Se trata de una novela iniciática, que nos marca las tribulaciones de un personaje, desde que nace, hasta que toma conciencia de su búsqueda de la luz. Marca, en cierto modo, todos los estados de ánimo por los que pasamos en nuestro peregrinaje por ese mítico Camino de Santiago. Su trama te atrae, te envuelve, como si reflejara tus propios estados de ánimo, en un día, en un año, en una vida.

Rosa ha conseguido, además, que su novela te absorba, te empuje a seguir, como lo haría un Código Da Vinci, por ejemplo. Pero, al mismo tiempo, te permite, a cada capítulo, recapitular tu propia historia para resituarte y ver en qué punto del camino te encuentras.

En El Juego de Dios aparecen las alegrías y las tristezas, las dudas y las tomas de conciencia, la luz y la oscuridad, la violencia y el amor, en suma… la vida. Es una historia de libertad y de búsqueda de la energía femenina.

Recomiendo vivamente esta novela a todo aquel que se encuentra en un camino de búsqueda existencial y os paso la dirección web de Rosa: http://webs.ono.com/rosavillada/

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Manu Tenorio y Silvia Casas, una boda mágica

El 10/10 fuimos invitados (mi mujer y yo) a una boda muy especial, la de mi amigo Manu Tenorio con Silvia Casas y quiero comentaros un par de cosas de este evento porque me parecieron especiales y para dar ideas a quienes quieran unirse o reactivar su relación…

Primero decir que el lugar en el que tuvo lugar la boda, una finca de el Escorial, un paraje maravilloso, con un lago lleno de cisnes que le dan majestuosidad. Allí en plena naturaleza, se percibe un aire de libertad, lo cual refuerza la idea de que la unión de dos personas debe hacerse en libertad.

En la misma finca hay una pequeña iglesia, con un encanto muy particular. Nada más entrar, te recibe la enorme figura del Arcángel Miguel, que te da la bienvenida a un espacio mágico. Pero además, Silvia se encargó de preparar la iglesia como si fuera un pequeño templo del amor.

Un día conversamos con Manu y Silvia sobre el amor y sus símbolos y fue bonito ver cómo Silvia había plasmado parte de nuestra charla en su boda.

En el pasillo central, en el suelo, junto a cada banco, había una vela rodeada de pétalos de rosa. La vela representa la luz y la rosa el amor. Así se unían luz y amor para acompañar a la celebración. Pero además, las velas estaban dentro de un pequeño vaso lleno de una arena especial de color oro en el fondo. El oro es de un valor inalterable. Así el simbolismo que se le estaba dando es que aquel iba a ser un amor inalterable y muy cotizado.

Para más deleite del personal, una cantante de ópera amenizó la ceremonia cantando como los mismos ángeles.

La energía que circuló en esta boda fue realmente mágica, al punto que cuando entró la novia, se la veía tan luminosa que a Manu se le escaparon las lágrimas.

Cuando salieron de la iglesia, abrieron una pequeña caja de colores de la que salieron dos preciosas y enormes mariposas, que echaron a volar. Lo cual simbolizaba la armonía y la libertad que iba a presidir dicha unión.

También quiero comentar que Manu y Silvia me pidieron un talismán que diera suerte para regalar a sus 200 invitados y yo les facilité el protector phone, con mis mejores deseos.

Ah, y antes de acabar, quiero recordaros que ha salido ya el último disco de Manu Tenorio, Tres palabras y os aconsejo que lo compréis, porque tiene mucha fuerza.

Tristán (Talismanes y Amuletos para una nueva Era)
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El método de oración Hesicasta

Un amigo me ha pasado esta bonita historia sobre la meditación y quiero compartirla.

Cuando X, un joven filósofo, llegó al Monte Athos, había leído ya un cierto número de libros sobre la espiritualidad ortodoxa, particularmente la pequeña filocalia de la oración del corazón en los relatos del peregrino ruso. Estaba seducido sin estar verdaderamente convencido. Una liturgia vivida en su ciudad le había inspirado el deseo de pasar algunos días en el Monte Athos, con ocasión de sus vacaciones en Grecia, para saber un poco más sobre el método de la oración de los hesicastas, esos silenciosos a la búsqueda de "hesychia", es decir, de paz interior...
Contar con detalle cómo llegó al padre Serafín, que vivía en un eremitorio próximo a San Pantaleón, sería demasiado largo. Digamos únicamente que el joven filósofo estaba un poco cansado. No encontraba a los monjes a la altura de sus libros. Digamos también que, si bien había leído varios libros sobre la meditación y la oración, no había rezado verdaderamente ni practicado una forma particular de meditación y lo que pedía en el fondo no era un discurso más sobre la oración o la meditación sino una "iniciación" que le permitiera vivirlas y conocerlas desde dentro por experiencia y no sólo de "oídas".
El padre Serafín tenía una reputación ambigua entre los monjes de su entorno. Algunos le acusaban de levitar, otros de que gritaba y gemía, algunos le consideraban como un campesino ignorante, otros como un venerable staretz inspirado por el Espíritu Santo y capaz de dar profundos consejos así como de leer en los corazones.
Cuando se llegaba a la puerta de su eremitorio, el padre Serafín tenía la costumbre de observar al recién llegado de la manera más impertinente: de la cabeza a los pies, durante cinco largos minutos, sin dirigirle ni una palabra. Aquéllos a quienes ese examen no hacía huir, podían escuchar el áspero diagnóstico del monje:
En usted no ha descendido más abajo del mentón.
De usted, no hablemos. Ni siquiera ha entrado.
Usted... no es posible... qué maravilla. Ha bajado hasta sus rodillas...
Hablaba del Espíritu Santo y de su descenso más o menos profundo en el hombre. Algunas veces a la cabeza, pero no siempre al corazón ni a las entrañas... Así es como juzgaba la santidad de alguien, según su grado de encarnación del espíritu. El hombre perfecto, el hombre transfigurado, era para él el habitado todo entero por la presencia del Espíritu Santo de la cabeza a los pies. "Esto no lo he visto sino una vez en el staretz Silvano, decía, era verdaderamente un hombre de Dios, lleno de humildad y de majestad".
El joven filósofo no estaba aún ahí. El Espíritu Santo sólo había encontrado paso en él "hasta el mentón". Cuando pidió al padre Serafín que le hablase de la oración del corazón y de la oración pura según Evagiro Póntico, el padre Serafín comenzó a gemir. Esto no desanimó al joven, que insistió. Entonces el padre Serafín le dijo: "Antes de hablar de la oración del corazón, aprende primero a meditar como la montaña...". Y le mostró una enorme roca: "Pregúntale cómo hace para rezar. Después vuelve a verme".
Meditar como una montaña.
Así comenzó para el joven una verdadera iniciación al método de oración hesicasta. La primera meditación que le habían propuesto se refería a la estabilidad, al enraizamiento de un buen cimiento.
En efecto, el primer consejo que se puede dar al que quiere meditar no es de orden espiritual sino físico: siéntate. Sentarse como una montaña quiere decir tomar peso, estar grávido de presencia. Los primeros días al joven le costaba mucho quedarse inmóvil, con las piernas cruzadas, con la pelvis ligeramente más alta que las rodillas. Una mañana sintió realmente lo que quería decir meditar como una montaña. Estaba allí con todo su peso, inmóvil. Formaba una sola cosa con ella, silencioso bajo el sol. Su noción del tiempo había cambiado ligeramente. Las montañas tienen un tiempo distinto, otro ritmo. Estar sentado como una montaña es tener la eternidad delante, es la actitud justa para el que quiere entrar en la meditación: saber que está la eternidad detrás, adentro y delante de sí.
Antes de construir una iglesia es necesario ser piedra y sobre esta piedra (esta solidez imperturbable de la roca) Dios podría construir su Iglesia y hacer del cuerpo del hombre su templo. Así comprendía el sentido de la palabra evangélica: "Tú eres piedra y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia".
Se quedó así varias semanas. Lo más duro era pasar varias horas "sin hacer nada". Era menester volver a aprender a estar, simplemente estar, sin objeto ni motivo. Meditar como una montaña era la meditación misma del Ser, "del simple hecho de Ser", antes de cualquier pensamiento, cualquier placer o dolor.
El padre Serafín le visitaba cada día, compartía con él sus tomates y algunas aceitunas. A pesar de este régimen tan frugal, el joven parecía haber ganado peso. Su paso era más tranquilo. La montaña parecía haberle entrado en la piel. Sabía acoger su tiempo, acoger las estaciones, estar silencioso y tranquilo, a veces como la tierra árida y dura, otras veces como el flanco de una colina que espera la cosecha.
Meditar como una montaña había modificado igualmente el ritmo de sus pensamientos. Había aprendido a "ver" sin juzgar, como si diese a todo lo que crece en la montaña "el derecho de existir".
Un día, unos peregrinos, impresionados por la calidad de su presencia, le tomaron por un monje y le pidieron la bendición. Al enterarse de esto, el padre Serafín comenzó a molerle a golpes... El joven empezó a gemir.
"Menos mal, creía que te habías hecho tan estúpido como los guijarros del camino... La meditación hesicasta tiene el enraizamiento, la estabilidad de las montañas, pero su objetivo no es hacer de ti un tocho muerto sino un hombre vivo".
Tomó al joven del brazo y le condujo hasta el fondo del jardín donde, entre las hierbas salvajes, se podían ver algunas flores.
"Ahora ya no se trata de meditar como una montaña estéril. Aprende a meditar como una amapola, aunque no olvides por eso la montaña".
Meditar como una amapola
Así fue como el joven aprendió a florecer.
La meditación es ante todo un cimiento y eso es lo que le había enseñado la montaña. Pero la meditación es también una "orientación" y es lo que ahora le enseñaba la amapola: volverse hacia el sol, volverse desde lo más profundo de sí mismo hacia la luz. Hacer de ello la aspiración de toda su sangre, de toda su savia.
Esta orientación hacia lo bello, hacia la luz, le hacía a veces enrojecer como una amapola. Aprendió también que para permanecer bien orientada, la flor debía tener el tallo erguido. Comenzó, pues, a enderezar su columna vertebral.
Esto le planteaba algunas dificultades porque había leído en ciertos textos de la filocalia que el monje debía estar ligeramente curvado, con la mirada vuelta al corazón y las entrañas.
Cuando pidió una explicación al padre Serafín, los ojos del staretz le miraron con malicia. "Eso era para los forzudos de otros tiempos. Estaban llenos de energía y había que recordarles la humildad de la condición humana. Doblarse un poco el tiempo de la meditación no les hacía ningún daño... pero tú más bien tienes necesidad de energía y por tanto, en el tiempo de la meditación, enderézate, estáte vigilante, ponte derecho, vuelto hacia la luz, pero sin orgullo... por otro lado, si observas bien la amapola, te enseñará no sólo el enderezamiento del tallo sino además una cierta flexibilidad bajo las inspiraciones del viento y también una gran humildad".
En efecto la enseñanza de la amapola consistía también en su fugacidad, en su fragilidad. Había que aprender a florecer pero también a marchitarse. El joven comprendía mejor las palabras del profeta: "Toda carne es como la hierba y su delicadeza es la de la flor de los campos. La hierba se seca, la flor se marchita... Las naciones son como una gota de agua de rocío en el borde de un cubo... Los jueces de la tierra apenas plantados, apenas arraigados..., se secan y la tempestad se los lleva como paja" (Is 40).
La montaña le había enseñado el sentido de la eternidad.
La amapola le enseñaba la fragilidad del tiempo:
Meditar es conocer lo Eterno en la fragilidad del instante, un instante recto, bien orientado. Es florecer el tiempo en que se nos ha dado florecer, amar en el tiempo en que se nos ha dado amar, gratuitamente, sin porqué: ¿por qué florecen las amapolas?
Aprendía así a meditar "sin objeto ni beneficio", por el placer de ser y de amar la luz. "El amor tiene en sí mismo su propia recompensa", decía San Bernardo. "La rosa florece porque florece, sin porqué", decía también Angelus Silesius. La montaña florece en la amapola, pensaba el joven, todo el universo medita en mí. Ojalá pueda enrojecer de alegría todo el tiempo que dure mi vida". Este pensamiento era sin duda excesivo. El padre Serafín comenzó a sacudir a nuestro filósofo y de nuevo le cogió por el brazo.
Lo llevó por un camino abrupto hasta el borde del mar, a una pequeña cala desierta. "Deja ya de rumiar como una vaca el sentido de las amapolas. Adquiere también el corazón marino. Aprende a meditar como el océano".
Meditar como el océano
El joven se acercó al mar. Había adquirido un buen cimiento y una orientación recta; estaba en buena postura. ¿Qué le faltaba? ¿Qué podía enseñarle el chapoteo de las olas? El viento se levantó. El flujo y reflujo del mar se hizo más profundo y eso despertó en él el recuerdo del océano. En efecto, el viejo monje le había aconsejado meditar "como el océano" y no como el mar. Cómo había adivinado que el joven había pasado largas horas al borde del Atlántico, sobre todo de noche, y que conocía ya el arte de poner de acuerdo su respiración con la gran respiración de las olas. Inspiro, expiro... y luego soy inspirado, soy expirado. Me dejo llevar por el soplo como alguien que se deja llevar por las olas. Hacía el muerto, llevado por el ritmo de las respiraciones del océano. Eso le había conducido a veces al borde de extraños desvanecimientos. Pero la gota de agua, que en otro tiempo "se desvanecía en el mar" guardaba hoy su forma, su consciencia. ¿Era efecto de su postura? ¿De su enraizamiento en la tierra? Ya no era el ritmo profundizado de su respiración quién le llevaba. La gota de agua conservaba su identidad y sin embargo sabía "ser una" con el océano. De este modo el joven aprendió que meditar es respirar profundamente, dejar ir el flujo y reflujo del aliento.
Aprendió igualmente que aunque hubiese olas en la superficie, el fondo del océano seguía estando tranquilo. Los pensamientos van y vienen, nos llenan de espuma, pero el fondo del ser permanece inmóvil. Meditar a partir de las olas que somos para perder pie y echar raíces en el fondo del océano. Todo esto se hacía cada día un poco más vivo en él y se acordaba de las palabras de un poeta que le habían impresionado en su adolescencia: "La existencia es un mar lleno de olas que no cesan. De este mar la gente normal sólo percibe las olas. Mira cómo de las profundidades del mar aparecen en la superficie innumerables olas mientras que el mar queda oculto en ellas".
Hoy el mar le parecía menos "oculto en las olas", la unidad de las cosas parecía más evidente sin que esto aboliera la multiplicidad. Tenía menos necesidad de oponer el fondo y la forma, lo visible y lo invisible. Todo constituía el océano único de su vida.
En el fondo de su alma, ¿no estaba el ruah, el pneuma, el gran soplo de Dios?
"El que escucha atentamente su respiración, le dijo entonces el monje Serafín, no está lejos de Dios. Escucha quién está ahí, al final de tu expiración, quién está en el origen de tu inspiración". En efecto, había momentos de silencio más profundos entre el flujo y reflujo de las olas, había allí algo que parecía llevar en sí el océano.
Meditar como un pájaro
Estar sobre un buen cimiento,
estar orientado hacia la luz,
respirar como un océano
…no es todavía la meditación hesicasta, le dijo el padre Serafín; ahora debes aprender a meditar como un pájaro.
Y le llevó a una pequeña celda cercana a su eremitorio donde vivían dos tórtolas. El arrullo de los dos animalitos le pareció de momento encantador pero no tardó en ponerle nervioso. Parece que escogían el momento en que caía dormido para arrullarse con las palabras más tiernas. Preguntó al viejo monje que significaba todo aquello y si esa comedia iba a durar mucho. La montaña, la amapola, el océano, podían pasar (aunque uno pueda preguntarse qué hay de cristiano en todo ello), pero proponerle ahora este pájaro lánguido como maestro de meditación era demasiado.

El padre Serafín le explicó que en el Antiguo Testamento la meditación se expresa con la raíz traducida en general al griego por m‚l‚t‚ (meletan) y en latín por meditari-meditatio.
→En su forma primitiva la raíz significa "murmurar a media voz". →Igualmente se emplea para designar gritos de animales, por ejemplo el rugido del león (Is 31,4), el piar de la golondrina y el canto de la paloma (Is 38,14), pero también el gruñido del oso.
"En el monte Athos no hay osos. Por eso te he traído junto a una tórtola, pero la enseñanza es la misma. Hay que meditar con la garganta, no sólo para acoger el aliento, sino para murmurar el nombre de Dios día y noche... Cuando eres feliz, casi sin darte cuenta canturreas, murmuras a veces palabras sin significado y ese murmullo hace vibrar todo tu cuerpo con una alegría sencilla y serena. Meditar es murmurar como una tórtola, dejar subir ese canto que viene del corazón, como tú has aprendido a dejar que suba a ti el perfume de la flor... Meditar es respirar cantando. Sin quedarnos mucho en su significado, te propongo que repitas, murmures, canturrees lo que está en el corazón de todos los monjes del monte Athos:
"Kyrie eleison, Kyrie eleison... "
Esto no le gustaba mucho al joven filósofo. En algunas bodas o entierros lo había oído traducido por: "Señor, ten piedad". El monje sonrió: "Sí, es uno de los significados de esta invocación, pero hay otros muchos. Quiere decir también "Señor, envía tu Espíritu", que tu ternura esté sobre mi y sobre todos", "que tu nombre sea bendito", etc, pero no busques demasiado el sentido de la invocación. Ella se te revelará por sí misma. De momento sé sensible y estáte atento a la vibración que despierta en tu cuerpo y en tu corazón. Procura armonizarla apaciblemente con el ritmo de tu respiración. Cuando te atormenten tus pensamientos recurre suavemente a esta invocación, respira más profundamente, manténte erguido y conocerás el comienzo de la hesiquia, la paz que da Dios sin engaño a los que le aman".
Al cabo de algunos días el "Kyrie eleison" se le hizo más familiar. Le acompañaba como el zumbido acompaña a la abeja cuando hace la miel. No lo repetía siempre con los labios. El zumbido se hacía entonces más interior y su vibración más profunda.
El "Kyrie eleison" cuyo sentido había renunciado a "pensar" le conducía a veces al silencio desconocido y se encontraba en la actitud del apóstol Tomás cuando descubrió a Cristo resucitado: "Kyrie eleison", mi Señor es mi Dios.
La invocación le llevaba poco a poco a un clima de intenso respeto por todo lo que existe. Pero también de adoración por lo que está oculto en la raíz de toda existencia.
El padre Serafín le dijo entonces: "Ya no estás lejos de meditar como un hombre. Tengo que enseñarte la meditación de Abraham".
Meditar como Abraham
Hasta aquí la enseñanza del staretz era de orden natural y terapéutico. Según el testimonio de Filón de Alejandría, los antiguos monjes eran "terapeutas". Más que conducir a la iluminación, su papel consistía en curar la naturaleza; ponerla en las mejores condiciones para que pudiera recibir la gracia, que no contradecía la naturaleza sino que la restauraba y cumplía.
Es lo que hacía el monje con el joven filósofo enseñándole un método de meditación que algunos podrían llamar "puramente natural". La montaña, la amapola, el océano, el pájaro, eran otros tantos elementos de la naturaleza que recuerdan al hombre que debe ir más lejos, recapitular, los diferentes niveles del ser o incluso los diferentes reinos que componen el macrocosmos: el reino mineral, el reino vegetal, el reino animal... A menudo el hombre ha perdido el contacto con el cosmos, con la roca, con los animales y esto ha provocado en él desazones, enfermedades, inseguridades, ansiedad. La persona humana se siente "de más", extranjera en el mundo.
Meditar era comenzar a entrar en la meditación y la alabanza del universo porque, como dicen los Padres, "todas las cosas saben rezar antes que nosotros". El hombre es el lugar en que la oración del mundo toma consciencia de ella misma; está para nombrar lo que balbucean las criaturas. Con la meditación de Abraham entramos en una consciencia nueva y más alta que se llama fe, es decir, la adhesión de la inteligencia y del corazón en ese "tú" que se transparenta en el tuteo múltiple de todos los seres.
Esa es la experiencia de Abraham: detrás del titilar de las estrellas hay algo más que estrellas, una presencia difícil de nombrar, que nada puede nombrar y que sin embargo posee todos los nombres.
Es algo más que el universo y que sin embargo no puede ser aprehendido fuera del universo. La diferencia que hay entre el azul del cielo y el azul de una mirada, más allá de todos los azules. Abraham iba a la búsqueda de esa mirada.
Después de haber aprendido el cimiento,
El enraizamiento,
La orientación positiva hacia la luz,
La respiración apacible de los océanos,
El canto interior…
…el joven estaba invitado a despertar el corazón.
"He aquí que de repente tú eres alguien". Lo propio del corazón es, en efecto, personalizarlo todo y en este caso, personalizar al Absoluto, la fuente de todo lo que es y respira, nombrarlo, llamarle "mi Dios, mi Creador" e ir en su Presencia. Para Abraham meditar es mantener bajo las apariencias más variadas el contacto con esta Presencia. Esta forma de meditación entra en los detalles concretos de la vida cotidiana. El episodio de la encina de Mambr nos muestra a Abraham "sentado a la entrada de la tienda, en lo más cálido del día"; allí acoger a tres extranjeros que van a revelarse como enviados de Dios. Meditar como Abraham, decía el padre Serafín, es "practicar la hospitalidad: el vaso de agua que das al que tiene sed, no te aleja del silencio sino que te acerca a la fuente. Meditar como Abraham, ya lo entiendes, no sólo despierta en ti paz y luz sino también el amor por todos los hombres". El padre Serafín leyó al joven el famoso pasaje del libro del Génesis en que se trata de la intercesión de Abraham.
"Abraham estaba delante de Yahvé... se acercó y le dijo: ¿Vas a suprimir al justo con el pecador? ¿Acaso hay cincuenta justos en la ciudad y no perdonarás a la ciudad por los cincuenta justos que hay en su seno...?" Poco a poco Abraham fue reduciendo el número de los justos para que Gomorra no fuera destruida. "Que mi Señor no se irrite y hablaré una vez más: ¿Acaso se encontrarán Diez?" (Gen 18,16)
Meditar como Abraham es interceder por la vida de los hombres, no ignorar su corrupción pero sin embargo no desesperar jamás de la misericordia de Dios.
Este estilo de meditación libera el corazón de cualquier juicio y condena, en todo tiempo y lugar. Aunque sean muchos los horrores que pueda contemplar, llama al perdón y a la bendición.
Meditar como Abraham lleva aún más lejos. Las palabras pugnaban por salir de la garganta del padre Serafín, como si quisiera ahorrar al joven una experiencia por la que él mismo había debido pasar y que despertaba en su memoria un temblor casi sutil... esto puede llevar hasta el sacrificio... y le citó el pasaje del Génesis en que Abraham se muestra dispuesto a sacrificar a su propio hijo Isaac: "Todo es de Dios, murmuró el padre Serafín, Todo es de El, por El y para El. Meditar como Abraham te lleva a una total desposesión de ti mismo y de lo que te es más querido... Busca lo que valoras más, lo que identifica tu yo... para Abraham era su hijo único. Si eres capaz de esta donación, de ese abandono moral, de esa confianza infinita en lo que trasciende toda razón y todo sentido común, todo te será devuelto centuplicado. "Dios proveerá". Meditar como Abraham es adherirse por la fe a lo que trasciende el universo, es practicar la hospitalidad, interceder por la salvación de todos los hombres. Es olvidarse de uno mismo y romper los lazos más legítimos para descubrirnos a nosotros mismos, a nuestros prójimos y al universo habitado por la infinita presencia del "Unico que es".
Meditar como Jesús
El padre Serafín se mostraba cada vez más discreto. Notaba los progresos que hacía el joven en su meditación y oración. Varias veces le había sorprendido con el rostro bañado en lágrimas, meditando como Abraham e intercediendo por los hombres: "Dios mío, misericordia. ¿Que será de los pecadores?". Un Día, el joven fue hacia él y le preguntó: padre ¿por qué no me hablas nunca de Jesús? ¿Cómo era su oración, su forma de meditar? En la liturgia y en los sermones sólo se habla de él. En la oración del corazón, tal como se describe en la filocalia, hay que invocar su nombre. ¿Por qué no me dices nada de eso?".
El padre Serafín pareció turbarse; como si el joven le preguntara algo indecente, como si tuviera que revelar su propio secreto. Cuanto más grande es la revelación recibida, más grande debe ser nuestra humildad para transmitirla. Sin duda no se sentía tan humilde: "Eso sólo el Espíritu Santo te lo puede enseñar. "Quién es el Hijo lo sabe sólo el Padre; quién es el Padre, lo sabe sólo el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Lc 10, 22). Tienes que hacerte hijo para rezar como el Hijo y tener con quién él llama su Padre, las mismas relaciones de intimidad que él y esto es obra del Espíritu Santo. El te recordará todo lo que Jesús ha dicho. El evangelio se hará vivo en ti y te enseñará a rezar como hay que hacerlo".
El joven insistió: "Pero dime algo más". El viejo sonrió: "Ahora, lo que mejor podría hacer sería gemir, pero tú lo tomarías como un signo de santidad; por lo tanto mejor será decirte las cosas con sencillez. Meditar como Jesús recapitula todas las formas de meditación que te he transmitido hasta ahora. Jesús es el hombre cósmico... sabía meditar como la montaña, como la amapola, como el océano, como la paloma. Sabía meditar como Abraham. Su corazón no tenía límites, amando hasta a sus enemigos, sus verdugos: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". Practicando la hospitalidad con los que se llamaban enfermos y pecadores, los paralíticos, las prostitutas, los colaboracionistas... Por la noche se retiraba a orar en secreto y allí murmuraba como un niño "abba", que quiere decir "papá"... Esto puede parecer insignificante, llamar "papá" al Dios transcendente, infinito, innombrable, más allá de todo. El cielo y la tierra se acercan terriblemente. Dios y el hombre se hacen una sola cosa... quizás hace falta que alguien te haya llamado "papá" en la oscuridad para comprenderlo... Pero tal vez hoy estas relaciones íntimas de un padre y una madre con su hijo ya no signifiquen nada. Quizás sea una mala imagen. Por eso yo prefería no decirte nada, no usar imágenes y esperar a que el Espíritu Santo pusiera en ti los sentimientos y el conocimiento de Jesucristo para que ese "abba" no saliera de la punta de los labios sino del fondo de tu corazón. Ese día empezarás a comprender lo que es la oración, la meditación de los hesicastas".
Ahora vete
El joven se quedó algunos días más en el monte Athos. La oración de Jesús le llevaba a los abismos, a veces al borde de una cierta "locura". "Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí", podía decir con san Pablo. Delirio de humildad, de intercesión, de deseo de que "todos los hombres se salven y lleguen al pleno conocimiento de la verdad". Se hacía amor, se hacía fuego. La zarza ardiente ya no era para él una metéfora sino una realidad: "Ardía pero sin consumirse". Fenómenos extraños de luz visitaban su cuerpo. Algunos decía que le había visto andar sobre el agua o estar inmóvil a treinta centímetros del suelo...
Esta vez el padre Serafín se puso a gemir: "¬Ya está bien! Ahora vete". Y le pidió que dejara Athos, que volviera a su casa y que viese allí lo que quedaba de esas bellas meditaciones hesicastas
El joven se fué. Volvió a su país. Lo encontraron más delgado y no vieron nada espiritual en su barba sucia ni en su aspecto descuidado... Pero la vista de su ciudad no le hizo olvidar la enseñanza de su staretz.
Cuando estaba muy agobiado, sin nada de tiempo, se sentaba como una montaña en la terraza del café.
Cuando sentía en él orgullo o vanidad, se acordaba de la amapola ("toda flor se marchita") y de nuevo su corazón se volvía hacia la luz que no pasa nunca.
Cuando la tristeza, la cólera, el disgusto, invadía su alma, respiraba profundamente, como un océano, volvía a tomar aliento en el soplo de Dios, invocaba su nombre y murmuraba: "Kyrie Eleison".
Cuando veía el sufrimiento de los seres humanos, su maldad y su impotencia para cambiar nada, se acordaba de la meditación de Abraham.
Cuando le calumniaban, cuando decían de él todo tipo de infamias, era feliz meditando con Cristo...
Exteriormente era un hombre como los demás. No intentaba tener "aire de santo"...
Había olvidado incluso que practicaba el método de oración hesicasta; simplemente intentaba amar a Dios cada momento y caminar en su presencia.
Jean-Yves Leloup. Questions de: "Méditation" nº 67. Ed. Albin Michel (la búsqueda del tesoro interior)
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Una nueva experiencia

Aún a riesgo de pecar de publicista, me veo empujado a explicaros la experiencia vivida por un joven beninois (de Benin), en un hospital de la capital, Cotonou.

Para empezar os diré que en Costa de Marfil vive desde hace años mi socio y hermano Hippolyte y es de los pocos que ha conseguido la nacionalidad. Pero él en realidad es hijo de Benin, donde nació hace más de 50 años…

Él tiene negocios en Benin y viaja allí cada mes. En su último viaje, llamó al llegar a su amigo el ministro para saludarlo. En su lugar encontró a su mujer, que muy triste le explicó que se iba al hospital para estar con su hijo. El chico, un joven de 14 años, estaba aquejado de una dolencia grave de riñón y estaban a punto de empezar a hacerle diálisis.

Hippolyte se citó entonces con la madre en el hospital y antes de salir cogió un talismán Vitriolum, escribió en un papel: decreto que los riñones de Koné funcionen perfectamente. Puso el papel dentro de la caja del Vitriolum, debajo del talismán, con la parte del Yod tocándolo.

Cuando llegó a la habitación del hospital puso la caja abierta sobre una mesa y le dijo a la madre de llenar un vaso de agua y ponerlo encima del talismán y que cada vez que el chico tuviera sed le diera a beber esa agua y volviera a llenar el vaso.

Ese mismo día Koné orinó un líquido rojo. Al día siguiente orinó una gran cantidad, lo cual llamó mucho la atención de sus médicos. Decidieron entonces retrasar la diálisis. Al día siguiente orinó 3 veces.

Lleva una semana mejorando y los médicos andan locos a su alrededor, nadie entiende nada, salvo la madre que va explicándole a todo el mundo el “milagro del Vitriolum”.

Tristán Llop (Talismanes y Amuletos para una nueva Era)
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Noticia de interés

Por fin he sucumbido a vuestras demandas y estoy publicando en el blog de Kabaleb su Interpretación Esotérica del Apocalipsis, en la que interpreta el Apocalipsis de Juan. Como kabaleb explica, Juan es un estado de espíritu que aparece en el ser humano en los momentos álgidos de su camino evolutivo. Puesto que podemos considerar, si nos fijamos en los acontecimientos que nos rodean, que estamos pasando por un periodo álgido en la evolución de nuestra especie, he creído que era el momento propicio para lanzaros esta perla, que nos ayudará a comprender nuestras movidas.

Espero que disfrutéis de su lectura, porque es realmente apasionante.
Tristán (Talismanes y Amuletos para una nueva Era)
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El Apocalipsis

Estaba leyendo el capítulo 9 del Apocalipsis de San Juan (la interpretación esotérica del Apocalipsis de Kabaleb) y me llamó la atención el siguiente texto:

“No todos seremos Juan, pero nuestra ambición ha de consistir en querer serlo. En mayor o menor medida, debemos ser los profetas en esos tiempos apocalípticos que ya vivimos. Debemos anunciar a las gentes que se aproximan a nosotros los rigores de esta hora final y también, y sobre todo, la manera de evitarlos…
Por radio, periódico, tele, de boca a oído, debemos revelar a las gentes el contenido de este libro abierto que es la vida, antes de que aparezca en cada uno de ellos el ángel anunciador de que se ha terminado el tiempo.

Con las reglas de Binah interiorizadas estaremos en condiciones de decirles a nuestros semejantes, en cada momento, por dónde deben ir, induciéndolos a que aprendan esas leyes y estén en condiciones de dirigir su propia vida”.

Es curioso porque, como siempre, he encontrado en los libros de mi padre la respuesta a mis preguntas. Si interpretamos un poco el texto anterior, podemos deducir que estamos en un periodo de cambios y lo que se trata es ponernos las pilas cuanto antes para adaptarnos a las nuevas realidades que nos circundan.

Juan es ese estado de evolución que nos lleva a plantearnos preguntas y a buscar las respuestas. Por eso debemos aspirar a ser Juan y una vez estamos en el camino, transmitir a los demás nuestros avances. Debemos hacerlo sin dogmatismos, sin orgullo, con el sentimiento de estar realizando un servicio público y sin querer obligar a nuestros interlocutores a que adopten nuestras creencias.

Debemos tratar de comportarnos de acuerdo con los dictámenes de nuestra conciencia, porque lo que provoca la mayoría de las crisis personales (también las colectivas), es ir en contra de nuestro sentir profundo. La diferencia con épocas anteriores, es que ese sentir cada vez aflora más y cada vez genera más insatisfacciones.

En lo que se refiere a mi camino personal (que comparto con vosotros siguiendo el consejo de Juan), quienes más me ayudan a concretar mi camino y a encontrar las respuestas que busco, son los 72 ángeles de la cábala, que día a día se muestran más concretos y más diligentes en el cumplimiento de mis deseos (siempre que éstos sean acordes con mi destino).

Os animo pues a entrar en contacto con los ángeles, a trabajar con ellos, a hacerles peticiones concretas y tangibles y a comunicar después los resultados a los que os rodean.

Que los ángeles os iluminen
Tristán Llop (Talismanes y Amuletos para una nueva era)
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Peregrinos

El pasado 8 de agosto llegó a las pantallas españolas una película francesa que en nuestro país se ha titulado “Peregrinos”, aunque en Francia –donde se estrenó en el 2005- se la llamó “Saint-Jacques… La Mecque”. Es decir: “Santiago… La Meca”.

El argumento de la película podría resumirse diciendo que una madre, cuyos tres hijos están enemistados y no se hablan, establece en su testamento al morir, que éstos deben realizar juntos y a pie el Camino de Santiago, desde la localidad francesa de Le Puy, si quieren cobrar la suculenta herencia que les ha dejado... En caso contrario, esta herencia irá a parar a una institución benéfica.
Con todo el dolor de su corazón, los tres hermanos, una mujer y dos hombres, inician la peregrinación a Santiago, junto con otras seis personas, para poder cobrar la herencia. Lo que seguramente no entraba en sus planes, es la transformación que experimentan durante los dos meses que dura la experiencia.

Viendo la película, que se desarrolla en clave de comedia, tuve la certeza de que tanto la directora como el guionista habían hecho el Camino de Santiago. Así se comprende cómo logran que el espectador-peregrino se identifique totalmente con algunas de las escenas que ven en la pantalla, provocándole la sonrisa, cuando no abiertamente la carcajada.

No desvelaré más aspectos de la película para no fastidiarle a nadie el argumento, si es que tiene pensado verla. Lo que me interesa resaltar en este comentario es que la historia muestra, de forma desenfadada, el aspecto más importante del Camino de Santiago: la transformación.
Ya lo he dicho otras muchas veces: la Ruta de las Estrellas es un camino de transformación interior, y si esa transformación no se produce, no estamos recorriendo el auténtico Camino.
Puede que hayamos hecho muchos amigos, que lo hayamos pasado fenomenal, que hayamos visto espléndidos paisajes, que hayamos realizado turismo barato o una extraordinaria ruta cultural y gastronómica. ¡Y eso está muy bien! Pero si no se ha producido una transformación interior, de poco nos habrá servido.

Los alquimistas de la Edad Media llamaban al proceso de transmutación de los metales viles en el oro filosofal “Camino de Santiago”. Ellos no recorrían físicamente la ruta, pero le aplicaban su nombre a ese camino de transformación interna, que era lo que realmente significaba la alquimia.
En un libro que he leído últimamente de Leonardo Boff, titulado “Espiritualidad”, reseña una conversación que tuvo con el Dalai Lama. El impulsor de la Teología de la Liberación le pregunta al líder espiritual tibetano: “Santidad, ¿cuál es la mejor religión?”
Y el Dalai Lama, sonriendo, le contestó: “La mejor religión es la que te hace mejor” .

Emulando a Boff, yo preguntaría: ¿Cuál es el mejor Camino?
Y como respuesta aplicaría la del Dalai Lama.
El mejor Camino es el que te hace mejor. El que te transforma interiormente.

Desde la primavera de 2000, cuando caminé por primera vez por la Ruta Jacobea, he vuelto todos los años al Camino de Santiago para revivir y continuar con ese proceso de transformación interior. Ya no lo haré más. Tras la reciente experiencia por la Ruta de las Estrellas, el Camino me ha dado su última lección: que no hace falta que recorra ningún sendero externo, porque el Camino discurre ahora por mi interior. Allí donde yo esté, allí se encuentra mi Camino.
Sirva pues este comentario de despedida, pues creo que ya he dicho todo lo que tenía que decir sobre mis vivencias en la Ruta de las Estrellas.

Muchas gracias a todos los que os habéis acercado al Camino de Santiago a través de mis palabras y… ¡Buen Camino, peregrinos!

Rosa Villada (Talismanes y Amuletos para una nueva Era)
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Las señales del camino

Rosa vuelve al ataque con sus iluminadas reflexiones sobre el Camino de Santiago, ese sendero mítico/físico que nos lleva hacia el despertar. Esta vez hace hincapié en las señales de la fe, las que puso un sacerdote para evitar que nos perdiéramos.

La última reflexión sobre el Camino de Santiago que hice antes de verano hablaba sobre la mochila y la necesidad que todos tenemos de aligerar nuestro equipaje de lo innecesario, para que la ruta sea más llevadera. Ahora voy a hablar de las señales del Camino. Esas señales que se sitúan en las encrucijadas, para que no nos perdamos en el sendero, y lleguemos de forma certera a nuestro destino...

La señal más conocida, la que más se identifica con el Camino de Santiago, es la flecha amarilla. Dicen que fue el párroco de O Cebreiro, ya fallecido, Elías Valiña, gran impulsor y estudioso del Camino, el que lo recorrió marcando la ruta con flechas pintadas de amarillo para que los peregrinos pudieran seguirlas y no se perdieran.

Después, cuando el Camino de Santiago cogió el auge que tiene ahora, las instituciones y las distintas asociaciones de amigos del Camino, han ido reponiendo la pintura de esas flechas, y añadiendo azulejos azules con una estrella-concha amarilla, mojones y otras señales indicadoras, con lo que hoy en día es muy difícil perderse al recorrer la Ruta de las Estrellas.

Pero no olvidemos que todo lo que está relacionado con este Camino de Santiago que recorremos por la tierra bajo la Vía Láctea celeste, tiene una simbología en esa otra ruta interior que es la que nos va transformando mientras andamos. Y, como no podía ser menos, también a ese nivel interior tenemos que seguir las señales, si no queremos perdernos. Aunque también es cierto que a veces, para encontrarnos, tenemos que perdernos previamente.

Mientras recorremos a pie el Camino de Santiago o mientras transitamos por nuestra vida cotidiana, son innumerables las señales que nos muestran qué camino hemos de coger en cada momento. De la misma forma que cuando llegamos a una encrucijada en la Ruta Jacobea, una flecha amarilla o una estrella o un mojón con una concha nos dice por donde hemos de continuar, así ocurre también a lo largo de nuestra existencia, si estamos atentos para ver y escuchar.

Puede que las señales de la vida no sean tan evidentes como las que encontramos en el Camino de Santiago, pero lo que sí es seguro es que están ante nuestros ojos; aunque nosotros no podamos verlas en algunos momentos. Son señales que aparecen en muchas formas diferentes y que, en ocasiones, nos dejan aquellos que nos han precedido en el Camino, como ocurre en la Ruta de las estrellas.

Pueden llegar a través de un libro, de Internet, en una conversación escuchada al azar, y hasta en un anuncio de la tele o en el titular de un periódico. El Todo se vale de todo para hacernos llegar sus mensajes. Pero especialmente nos habla en el silencio, a través de esa voz interna que todos percibimos, aún en medio de la agitación de la vida cotidiana, y de las voces estridentes del exterior que intentan confundirnos.

Por eso, si no queremos perdernos en el Camino, en el de Santiago y en el de la Vida, sigamos las señales y continuemos andando hacia ese Ultreya, más allá, que gritaban los peregrinos de la Edad Media cuando llegaban a la meta. Eso sí, sin olvidarnos de descansar, porque a veces hay que hacer un alto en el camino y reponer fuerzas antes de seguir caminando.

Rosa Villada
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La mochila: ligeros de equipaje

Rosa vuelve a iluminarnos con su relato sobre el simbólico Camino de Santiago. Esta vez nos hará reflexionar sobre la importancia de elegir los elementos adecuados cuando nos disponemos a iniciar un nuevo sendero. Tomemos buena nota de cara al próximo curso y empecemos a vaciar la mochila.

La mochila es uno de los elementos básicos para hacer el Camino de Santiago. Durante los días que transitamos por la ruta de las estrellas, la mochila es nuestra más fiel compañera de viaje porque en ella llevamos todo lo que necesitamos para realizar la peregrinación…
Lo que sucede con la mochila es algo muy curioso, que debería hacernos reflexionar. Hay días que se adapta a nuestra espalda, como si formase parte de ella, y ni siquiera nos damos cuenta de que la llevamos a cuestas. Otros días, la misma mochila, con el mismo peso, se nos clava en las costillas y nos hunde como si fuera una losa.

La primera vez que hice el Camino de Santiago, mi mochila estaba llena de cosas inútiles. Alguien me aconsejó que debía llevar medicinas para todo, como si a lo largo de la ruta no hubiera cientos de farmacias donde poder adquirir el medicamento apropiado, en caso de necesitarlo. Mi mochila llevaba un botiquín de lo más completo, que ya lo hubiera querido para sí la Cruz Roja.

Pocos días después de iniciar el Camino, lo que más me dolía, a causa del peso de la mochila, era la espalda. Al llegar a un punto de la ruta, la Divina Providencia hizo que me encontrara “al azar” con un personaje del Camino, al que llamaban “Pablito”. Este hombre, nada más echarme la vista encima, me dijo: “Con todo ese peso en la mochila, no vas a llegar a Santiago”.

Lo primero que hizo fue ajustármela, pues mi inexperiencia me hacía llevarla colgando, con lo que la mochila tiraba de mí hacia atrás con todo su peso. Nada más ponerla en su sitio sentí un inmenso alivio. Después, “Pablito” –al que no he vuelto a ver nunca más en otras ocasiones por la misma ruta- me aconsejó que me deshiciera de todo lo innecesario y además me regaló una vara de avellano, que todavía conservo, para que pudiera servirme de apoyo.

No me hice de rogar, y en el primer albergue en el que pernocté después del consejo de “Pablito”, dejé todos los medicamentos y toda la ropa y los utensilios que llevaba “por si acaso”. Me quedé sólo con lo imprescindible y, gracias a que vacié mi mochila, no tengo ninguna duda, pude llegar a Santiago.

Le estoy inmensamente agradecida a este hombre al que, como digo, no he vuelto a ver. Regalándome sus consejos y su vara de avellano, me hizo un regalo aún mayor al mostrarme que el Camino, el de Santiago y el de la vida, hay que hacerlo, como decía Antonio Machado, “ligero de equipaje”.

La mochila actuó como un símbolo de todo lo que yo debía abandonar para siempre en el Camino. Y no sólo tuve que vaciar la que llevaba en la espalda, sino que, mientras continuaba andando por la mágica ruta de las estrellas, también tuve que descargar esa otra mochila que no se ve. La que está repleta de sentimientos, pensamientos, emociones y malas experiencias del pasado que, si no nos deshacemos de ellas, impedirán que lleguemos a nuestro particular y simbólico Santiago.

Rosa Villada
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Interpretación del código hebraico

A continuación tenéis la explicación-interpretación de las 22 letras del código hebraico (realizado por Kabaleb), un lenguaje espiritual que os ayudará a comprender mejor el funcionamiento del macrocosmos y de vuestro microcosmos. En este texto se os propone la tirada de una letra-fuerza diaria para familiarizaros con ellas y para saber las sorpresas que os aguardan en cada jornada. Más adelante os propondré nuevas propuestas para trabajar con este código mágico, místico y cósmico.
En nuestro universo existen 22 fuentes de energía primordial, 12 de ellas provienen de los 12 signos del zodíaco y las otras diez de los diez Séfiras del Árbol Cabalístico. (Aquí tenéis un enlace para poder ir a una letra concreta)...

En la revelación dada a Moisés y que constituye el cuerpo de la Cábala, esos 22 estados de la energía fueron simbolizados en 22 signos que constituyeron las 22 letras del código hebraico, es decir, constituyeron la lengua del pueblo elegido que, como hemos dicho en varias ocasiones, corresponde a un pueblo espiritual, aquel que en un momento dado fue capaz de recibir el cuerpo del Pensamiento, y el pueblo que ahora, en nuestros días, es capaz de comprender ese lenguaje del que ahora vamos a hablar.

Las 22 letras del código hebraico dieron lugar a una lengua que permitía al pueblo de Israel entenderse físicamente, cierto, pero el auténtico lenguaje del pueblo elegido es espiritual, de modo que esas 22 letras constituyen la lengua que nos permite hablar con Dios, con nuestro Dios interno y comprender sus designios.

Como cada letra corresponde a un estado energético, las letras que componen una palabra han de expresarnos, además de la fonética de la palabra en sí, una relación de fuerzas. Esa relación puede ser armónica, y en ese caso portadora de estabilidad, de coherencia y, por lo tanto, de duración, o puede ser inarmónica, y en tal caso las fuerzas que integran la palabra no se complementarán o incluso se destruirán entre sí por corresponder a estados muy distintos, incompatibles. Si esto ocurre, aquella palabra anunciará una destrucción o simplemente una irrealización, algo que pretendía ser y que no será porque no se ajusta a las divinas normas.

Esta lengua nos permite comprender los designios de Dios, decíamos, y los entenderemos descifrando, con este procedimiento, los nombres divinos y humanos que aparecen en la Biblia y en la Cábala. ¿Qué significa Jehová? ¿Kether? ¿Hochmah? ¿Binah? ¿Qué quiso decirnos Jehová por mediación de Moisés al anunciarnos que Adán y Eva tuvieron un hijo llamado Abel? ¿Y qué significado tiene el que de Abraham naciera Isaac y de éste Jacob? Lo sabremos si estudiamos la combinación de fuerzas activas en esos nombres, a través de las letras que los componen, y veremos así cómo de una determinada fuerza nace ineludiblemente otra.

Si el estudio de las 22 letras hebraicas nos permitiera comprender el proceso creativo de la acción divina en el mundo humano, el conocimiento de la lengua divina ya constituiría un instrumento de supremo valor. Pero sus significados van mucho más allá.

Nosotros mismos somos agentes transformadores de esas fuerzas y con nuestro maniobrar humano alteramos su orden natural. Perdidos en un mundo de valores establecidos por nuestros propios errores, nos cuesta saber si haciendo esto o aquello estamos obrando conforme a la ley divina o sirviendo objetivos puramente personales. El conocimiento de la lengua divina nos permitirá saber si nos desviamos de nuestra ruta espiritual o si seguimos firmemente en ella. ¿De qué forma?

La bondad divina nos ha legado un libro al que se le han dado diversos nombres. La tradición lo conoce como el Libro de la Rota o de la Ruta. Cambiando la fonética y el orden de las consonantes sale el nombre de Tora, que significa ley; pero su nombre más divulgado es el de Tarot.

El Tarot tradicional es un libro formado por 22 imágenes, conocidas con el nombre de Arcanos Mayores, cada una de ellas correspondiente a una de las 22 letras del código hebraico, o sea, que cada lámina del Tarot representa un estado energético. La consulta de este Libro de Ruta, antes de iniciar una acción determinada, nos dirá si lo que vamos a emprender es conforme o no a las necesidades de nuestro destino. ¿Qué es lo que debemos hacer para que esto ocurra?

En primer lugar, nos aislaremos en un lugar de la casa donde nadie pueda interrumpirnos, tomando entre nuestras manos los 22 Arcanos Mayores del Tarot, o sea, el juego de cartas, puede ser el tarot de Marsella. (otra opción es dibujar en 22 trozos de papel iguales, las 22 letras-fuerza). Luego nos concentraremos sobre el asunto objeto de nuestra consulta, como si de algo sagrado se tratase, ya que todo cuanto hacemos, se trate de amores, de dinero o ambiciones, tiene, en último análisis, un cariz sagrado, puesto que sea lo que sea comprometerá nuestra existencia.

Ya concentrados sobre el objeto de nuestra consulta, mientras invocamos la ayuda de Kether. de Hochmah y de Binah, lo que equivale a decir del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, iremos desplegando las cartas encima de la mesa en desorden, boca abajo y moviéndolas con las dos manos; Este movimiento corresponde al caos inicial. Siempre sin dejar de pensar en lo que motiva la consulta, se recogerán las cartas con la mano derecha y se procederá a barajarlas 7 veces con la mano derecha, sujetándolas con la mano izquierda: es el proceso de ordenación propio de la sabiduría de Hochmah. Luego, dejándolas encima de la mesa, se cortan con la mano izquierda, representante de Binah, hacia el lado izquierdo (del corazón).

Efectuadas estas operaciones, se echan las cartas boca arriba. Se puede realizar una tirada de 5 cartas, que corresponderían al Yod-He-Vav-He del nombre divino más la quinta esencia, que es lo mismo que decir: al ciclo de Fuego (impulso inicial); al de Agua (interiorización); al de Aire (exteriorización); al de Tierra (materialización) y a la 5ª esencia (resumen final) y se procede a su interpretación.

Otra sugerencia es la de tirar una sola carta, lo cual hará más sencilla la interpretación. Lo ideal sería realizar cada día por la mañana una tirada preguntando cómo se presenta la jornada, lo cual nos facilitará pistas sobre cómo orientar nuestra energía.

La mala comprensión de la lengua divina ha dado lugar a todo tipo de deformaciones, y así vemos cómo las echadoras de cartas venden una ciencia sagrada que no conocen. No es que sus resultados sean inciertos, ya que en cuanto se atribuye un valor determinado a una imagen, se crea un artificial que lo relaciona con la realidad que se le atribuye, de modo que se pueden anunciar, mediante sistemas erróneos, acontecimientos ciertos que se producirán o no se producirán. Lo que no hará el falso sistema será indicar al alma si aquello es conforme a su programa de vida o si no lo es.
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El Aleph (letra 1 de la cábala)

La primera letra-fuerza es el Aleph. El Aleph representa lo primordial, el soplo primigenio salido de Kether, el Padre, encerrando en sí todas las potencialidades, pero sin configurar ninguna realización material. Es un poder energético, sin el cual nada podría hacerse. Es el principio de todas las cosas; es designio divino y, en el plano humano, es un vasto propósito, vasta predisposición para algo que nos sobrepasa, que está más allá de nosotros mismos. En nuestro actual estado evolutivo, no podemos identificarnos conscientemente con el Aleph y cuando esa fuerza es activa en nuestra vida, nos utiliza inconscientemente como instrumentos de Dios...

Respecto a los elementos, el Aleph representa el primer estadio del Fuego. Es fuego en semilla, ese fuego que se encuentra en lo profundo de todas las cosas y que les permite arder al contacto con la llama. Hasta en la piedra encontramos encerrado el Aleph, y si rascamos dos piedras, surge la chispa que delata esa presencia, principio de todo lo creado.

En el ciclo zodiacal, el Aleph corresponde al signo de Aries, que también es principio. Todo lo que es número uno a cualquier nivel, lo es también en otros ciclos.

Debemos aplicar la ley de analogía constantemente y esa ley nos permitirá descubrir lo ignorado gracias a lo conocido, puesto que una verdad lo es si análogamente puede aplicarse a los procesos visibles y conocidos. En el orden planetario, Aleph es el rostro oculto del Sol, ese Sol invisible del que hablan los místicos y que en el árbol cabalístico está representado por Kether.

En el Tarot, el Aleph aparece bajo la imagen del Mago, lámina nº 1, carta indicadora de potencialidades infinitas cuando aparece al inicio de un juego. El Mago indicará que la persona es movida por una fuerza inconsciente y que bajo ese impulso puede dar de sí algo extraordinario que sobrepasará su medida humana.

Si el Mago aparece «enterrado» en mitad de un juego, puede ser anunciador de un peligro, ya que el Aleph, que es energía pura, cuando surge inesperadamente en mitad de nuestra vida, lo que hace esa energía es destruir lo edificado para volverlo a su estado primordial, como si una bomba atómica cayera sobre nuestra realidad.

Es muy difícil canalizar positivamente la energía del Aleph, puesto que a través de él Dios insufla Su voluntad en el ser humano, poniendo en su alma un designio que lo impulsa a abandonarlo todo para proceder a su realización. Dicen los cabalistas que Aleph es vida-muerte-vida, en el sentido de que, siendo la fuerza que produce la vida, es también la que destruye toda cristalización.

En cualquier tirada, el lugar del Aleph es el de la primera carta. Si aparece en posición He (2), diremos que la voluntad divina actúa en las circunstancias. Si en posición Vav (3), el Aleph estará en acción, substituyéndose a la acción humana: Dios actuará por mediación del ser, como ocurría con esos héroes de la Ilíada, en la guerra de Troya, que a veces se veían usurpados por los dioses, que se combatían a través de ellos. Si aparece en posición de segundo He (4), el Aleph será el fruto, el hijo, el resultado.
Kabaleb
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El Beith (letra 2 de la cábala)

La segunda letra-fuerza es el Beith. En el Beith se produce una condensación, una interiorización de la luz del Aleph. El Séfira que la representa es Hochmah. Representa la etapa de interiorización del designio divino. Toda energía, para ser manifestada en un plano cualquiera, necesita pasar por una interiorización; debe llenar el receptáculo a través del cual ha de expresarse, antes de que pueda derramarse al exterior. Esa condensación de la fuerza divina produce el amor. A nivel humano, es el amor no revelado, del que no hemos tomado aún conciencia, pero que actúa en nuestro interior produciendo fidelidad a la ley en lo humano , a una persona. El Beith tendrá, pues, la virtud de hacernos obedientes al propósito divino, pero sin ser conscientes de la existencia de tal propósito...

Entre los elementos, el Beith representa el segundo estadio del fuego, que podemos definir como iluminación interior. Es el chorro luminoso que, al vaciarse en nuestro fuero interno, nos purifica y transmuta.

En el ciclo zodiacal, el Beith corresponde al signo de Leo, que es el segundo signo de Fuego y también nº 2 en el orden de la manifestación zodiacal. En el orden planetario, Beith corresponde a Urano, primero de los planetas emanados de la nebulosa central representada por Kether-Sol oculto.

En el Tarot, el Beith aparece bajo la forma de la Sacerdotisa, figura femenina que expresa la espiritualidad en forma pasiva, es decir, interiorizada. La carta significará que un designio se está abriendo paso por el interior, no habiendo llegado a exteriorizarse aún.

En el terreno oracular, la Sacerdotisa expresará: secreto, misterio enterrado, propósito del que la persona no es consciente; en ciertos contextos: estado de buena esperanza. Es un «no» a corto plazo, pero puede ser un «sí» cuando el proceso de interiorización llegue a su fin. En todo caso, un designio cósmico se ha encarnado en la persona, contraviniendo tal vez los propósitos humanos. Si la carta aparece en mitad de un juego, es que hay un secreto encerrado que puede facilitar u obstaculizar aquello que se aguarda.

El Beith simboliza una casa, una morada y es el arquetipo primordial de todas las moradas, de todos los recintos que la vida necesita para manifestarse. Como morada primordial es el vientre femenino en el que el nuevo ser prepara su existencia. Su lugar natural en un juego es la posición He (2) En cualquier otra posición, indicará que algo está alterado en relación con el objeto de la consulta.
Kabaleb
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El Ghimel (letra 3 de la cábala)

La tercera letra-fuerza es el Ghimel, que representa la exteriorización de las energías del Aleph concentradas en el Beith. El Séfira que la representa es Binah. A través del Ghimel, el designio divino se exterioriza, se hace visible, siempre utilizando al ser humano como instrumento inconsciente, de modo que en esa primera etapa, representada por las tres primeras letras, en el Aleph Dios hace concebir al ser un propósito que él ignora y lo impulsa a actuar de acuerdo con él; en el Beith hace que, con su modo interno de comportarse, sea obediente a ese propósito, y en el Ghimel lo exterioriza a través de sus obras, de sus palabras, de su mente, de su acción social...

Para que esa exteriorización sea posible, el ser deberá adaptarse al contexto social, humano, en el que se halla inserto. La ley de Binah, de la renuncia o limitación, será activa en el Ghimel.

A nivel de elementos, el Ghimel representa el tercer estadio del Fuego, que podemos definir como luz que se proyecta para convertirse en creación. En el ciclo zodiacal, el Ghimel corresponde al signo de Sagitario, que es el tercer signo de Fuego y también el nº 3 en el orden de manifestación zodiacal. En el orden planetario, el Ghimel corresponde a Saturno, segundo de los planetas emanados de la nebulosa central. Saturno realiza con las fuerzas del Ghimel funciones formadoras, convirtiendo la luz en realidades tangibles, creando situaciones concretas, las cuales son administradas por su «hijo» Júpiter, que es el regente del Sagitario instituido.

En el Tarot, el Ghimel aparece bajo la imagen de la Emperatriz, imagen femenina que indica que el Ghimel actúa a través de la imaginación, que es una fuerza femenina y que es con ella que se efectúan las cristalizaciones en el mundo material. Por otra parte, siendo la Emperatriz la expresión gráfica de Binah, la matrona que concibió nuestro universo físico, no podía ser más que una mujer con poderes, tal como lo manifiesta la carta.

La Emperatriz significará, pues, al aparecer en nuestro juego, que un propósito espiritual se encuentra en su fase de exteriorización y ello ha de catapultar al individuo lejos de su realidad actual: lo llevará a otro terreno, a otra dimensión, ya que la expresión de una fuerza espiritual, que hasta entonces había permanecido oculta, no puede pasar desapercibida en la vida, tiene que notarse.

Esa exteriorización se presentará, quizá, bajo la forma de un viaje, ya que a la lejanía psíquica respecto al estadio anterior corresponde una lejanía física. De ahí la asociación de Sagitario y la Casa IX, que se corresponde con los viajes. La Emperatriz ha de anunciar siempre una nueva ruta que se abre en virtud de la acción divina. El ser no es aún consciente de las fuerzas que lo impelen a moverse. Siente únicamente la necesidad acuciante de acometer nuevas empresas.

Notemos finalmente que el propósito espiritual no conlleva forzosamente una acción en el sentido de la moral, ya que si el destino del individuo exige experimentar lo violento y lo cruel, la fuerza espiritual que lo mueve le impulsará hacia ese tipo de experiencias, que su acción pasada ha convertido en necesidad. Tal vez resulte más comprensible el significado del Ghimel si sustituimos la expresión “designio divino” por “designio de nuestro Ego” puesto que es el Ego Superior quien ejecuta la política divina de cada uno de nosotros.
Todo propósito espiritual, para realizarse en el mundo físico, necesita «oscurecerse», necesita un ropaje material con el que cubrirse. El Ghimel representa esa luz rodeada de tinieblas, la encarnación de lo divino en lo humano. En los misterios cristianos, es María sacando de sus entrañas al sublime Redentor. La Emperatriz anunciará, pues, que la redención está en marcha.

En las escuelas iniciáticas, el Ghimel, es decir, la letra G, aparece en el centro de un triángulo. Ya dijimos que el triángulo es la primera figura tangible que ofrece una forma concreta. Dios no creó el universo inferior en el que nos movemos hasta que su tercer centro, Binah, no entró en actividad. La tercera letra ha de ser, pues, indicadora de creaciones a nivel inferior. A veces, esta letra G es sustituida en el centro del triángulo por un ojo del que se desprenden unos rayos luminosos que dispersan unas nubes cubriendo el paisaje. Se quiere simbolizar así la luminosa acción divina que disipa las brumas de las situaciones materiales.

La aparición de la Emperatriz en un juego ha de significar, pues, una claridad aportada por la intervención de la inteligencia divina en los asuntos humanos, aunque esa claridad, como ya hemos apuntado, tome la forma de un oscurecimiento pasajero.
Kabaleb
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El Daleth (letra 4 de la cábala)

La cuarta letra-fuerza es el Daleth y representa el resultado tangible de la acción de las tres fuerzas anteriores. La vida se ha modificado tras la acción del Ghimel, y el Daleth refleja el resultado de esa modificación. Cuando nuestra situación en el mundo cambia, cambian igualmente nuestras perspectivas de acción futura, de modo que el Daleth, reflejo de esta situación, es al mismo tiempo un resultado y un portador de gérmenes nuevos, al igual que la fruta, que constituye el producto elaborado terminal de un ciclo, pero que al mismo tiempo contiene la semilla portadora de futuros frutos. El Séfira que representa al Daleth es Hesed, el Centro de la abundancia paradisíaca...

En ese estadio, el ser humano toma conciencia de su obra y de sus poderes, al ver ante sí el fruto tangible de su anterior actuación inconsciente. Hesed-Daleth representan, pues, el inicio de un nuevo ciclo, el segundo, y, por lo tanto, en esta letra, igual que en el Séfira, se encuentran interiorizadas las virtudes ígneas de Kether, por ser la primera letra de un nuevo ciclo, y las virtudes acuosas de Hochmah, por formar parte del segundo ciclo. Agua y Fuego combinados dan esa abundancia y plenitud que el Daleth representa.

A nivel de elementos, el Daleth representa el punto de transición entre el Fuego y el Agua, entre el ciclo que termina y el nuevo ciclo que empieza. En el orden de los fenómenos naturales el Daleth sería el agua del cielo, las aguas dulces de las que tanto hablan los cabalistas, las nubes antes de precipitarse bajo la acción de la letra siguiente.

En el ciclo zodiacal, el Daleth corresponde a la transición de Sagitario a Cáncer, primer signo del ciclo de Agua. En el orden planetario, el Daleth corresponde a Júpiter, tercero de los planetas emanados de la nebulosa central.

En el Tarot, el Daleth aparece bajo la imagen del Emperador, sentado, es decir, en posición estable, indicando un poder que emana de la voluntad, atributo masculino. Si el Emperador aparece en tu juego, significa final exitoso de una primera etapa, toma de conciencia de unos poderes, de una fuerza moral con la que abordar la etapa siguiente. Si en la etapa anterior, la del Ghimel, Dios utilizaba al ser humano como instrumento, en el Daleth, Dios y el ser, mano a mano, colaboran en la realización de la obra, y se trata de un ser inocente, primigenio, no sometido aún a la ley del karma. ¡Qué no pondrá ese ser uniendo su voluntad a la voluntad de arriba! De ahí que el Emperador sea considerada como una carta de suerte, portadora de fecundidad futura.

Con el Emperador queda cubierta la etapa de los propósitos, correspondiente al mundo cabalístico de las emanaciones. Diremos, pues, que las cuatro primeras letras: Aleph-Beith-Ghimel-Daleth corresponden al estadio del Fuego, lo mismo que las cuatro primeras láminas del Tarot que las simbolizan: el Mago, la Sacerdotisa, la Emperatriz y el Emperador.

La aparición en el juego de Aleph-Mago significará que la voluntad divina (nuestro Ego) se manifiesta con rigor para crear o destruir una situación. Con el Beith-Sacerdotisa diremos que la providencia divina se manifiesta para perfeccionar y llevar a su madurez algo que está corriendo en el interior. Con el Ghimel-Emperatriz diremos que la inteligencia divina se proyecta, se manifiesta en un punto determinado para modificar lo allí existente. Con Daleth-Emperador diremos que el proceso de elaboración de la idea ha tocado a su fin, dando lugar a un resultado: la firme determinación de instituir, en el mundo de los sentimientos, aquello que nuestro Ego ha elaborado. Con el Daleth-Emperador la personalidad mortal empieza a colaborar en las tareas espirituales.

Cada una de esas cuatro letras corresponde al nombre divino: Yod, He, Vav, He, es decir, corresponde a todo un ciclo de creaciones, y si cada fuerza, por separado, corresponde a la manifestación de un Séfira, en su conjunto expresan las potencialidades de Kether y su atributo: la voluntad, y podríamos llamar a esos cuatro tiempos: 1º: voluntad de voluntades; 2º: voluntad de amor; 3º: voluntad de sacrificio o voluntad de limitación a un dominio determinado; 4º: voluntad de multiplicación y abundancia, de resurgimiento.
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