Interpretación del código hebraico

A continuación tenéis la explicación-interpretación de las 22 letras del código hebraico (realizado por Kabaleb), un lenguaje espiritual que os ayudará a comprender mejor el funcionamiento del macrocosmos y de vuestro microcosmos. En este texto se os propone la tirada de una letra-fuerza diaria para familiarizaros con ellas y para saber las sorpresas que os aguardan en cada jornada. Más adelante os propondré nuevas propuestas para trabajar con este código mágico, místico y cósmico.
En nuestro universo existen 22 fuentes de energía primordial, 12 de ellas provienen de los 12 signos del zodíaco y las otras diez de los diez Séfiras del Árbol Cabalístico. (Aquí tenéis un enlace para poder ir a una letra concreta)...

En la revelación dada a Moisés y que constituye el cuerpo de la Cábala, esos 22 estados de la energía fueron simbolizados en 22 signos que constituyeron las 22 letras del código hebraico, es decir, constituyeron la lengua del pueblo elegido que, como hemos dicho en varias ocasiones, corresponde a un pueblo espiritual, aquel que en un momento dado fue capaz de recibir el cuerpo del Pensamiento, y el pueblo que ahora, en nuestros días, es capaz de comprender ese lenguaje del que ahora vamos a hablar.

Las 22 letras del código hebraico dieron lugar a una lengua que permitía al pueblo de Israel entenderse físicamente, cierto, pero el auténtico lenguaje del pueblo elegido es espiritual, de modo que esas 22 letras constituyen la lengua que nos permite hablar con Dios, con nuestro Dios interno y comprender sus designios.

Como cada letra corresponde a un estado energético, las letras que componen una palabra han de expresarnos, además de la fonética de la palabra en sí, una relación de fuerzas. Esa relación puede ser armónica, y en ese caso portadora de estabilidad, de coherencia y, por lo tanto, de duración, o puede ser inarmónica, y en tal caso las fuerzas que integran la palabra no se complementarán o incluso se destruirán entre sí por corresponder a estados muy distintos, incompatibles. Si esto ocurre, aquella palabra anunciará una destrucción o simplemente una irrealización, algo que pretendía ser y que no será porque no se ajusta a las divinas normas.

Esta lengua nos permite comprender los designios de Dios, decíamos, y los entenderemos descifrando, con este procedimiento, los nombres divinos y humanos que aparecen en la Biblia y en la Cábala. ¿Qué significa Jehová? ¿Kether? ¿Hochmah? ¿Binah? ¿Qué quiso decirnos Jehová por mediación de Moisés al anunciarnos que Adán y Eva tuvieron un hijo llamado Abel? ¿Y qué significado tiene el que de Abraham naciera Isaac y de éste Jacob? Lo sabremos si estudiamos la combinación de fuerzas activas en esos nombres, a través de las letras que los componen, y veremos así cómo de una determinada fuerza nace ineludiblemente otra.

Si el estudio de las 22 letras hebraicas nos permitiera comprender el proceso creativo de la acción divina en el mundo humano, el conocimiento de la lengua divina ya constituiría un instrumento de supremo valor. Pero sus significados van mucho más allá.

Nosotros mismos somos agentes transformadores de esas fuerzas y con nuestro maniobrar humano alteramos su orden natural. Perdidos en un mundo de valores establecidos por nuestros propios errores, nos cuesta saber si haciendo esto o aquello estamos obrando conforme a la ley divina o sirviendo objetivos puramente personales. El conocimiento de la lengua divina nos permitirá saber si nos desviamos de nuestra ruta espiritual o si seguimos firmemente en ella. ¿De qué forma?

La bondad divina nos ha legado un libro al que se le han dado diversos nombres. La tradición lo conoce como el Libro de la Rota o de la Ruta. Cambiando la fonética y el orden de las consonantes sale el nombre de Tora, que significa ley; pero su nombre más divulgado es el de Tarot.

El Tarot tradicional es un libro formado por 22 imágenes, conocidas con el nombre de Arcanos Mayores, cada una de ellas correspondiente a una de las 22 letras del código hebraico, o sea, que cada lámina del Tarot representa un estado energético. La consulta de este Libro de Ruta, antes de iniciar una acción determinada, nos dirá si lo que vamos a emprender es conforme o no a las necesidades de nuestro destino. ¿Qué es lo que debemos hacer para que esto ocurra?

En primer lugar, nos aislaremos en un lugar de la casa donde nadie pueda interrumpirnos, tomando entre nuestras manos los 22 Arcanos Mayores del Tarot, o sea, el juego de cartas, puede ser el tarot de Marsella. (otra opción es dibujar en 22 trozos de papel iguales, las 22 letras-fuerza). Luego nos concentraremos sobre el asunto objeto de nuestra consulta, como si de algo sagrado se tratase, ya que todo cuanto hacemos, se trate de amores, de dinero o ambiciones, tiene, en último análisis, un cariz sagrado, puesto que sea lo que sea comprometerá nuestra existencia.

Ya concentrados sobre el objeto de nuestra consulta, mientras invocamos la ayuda de Kether. de Hochmah y de Binah, lo que equivale a decir del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, iremos desplegando las cartas encima de la mesa en desorden, boca abajo y moviéndolas con las dos manos; Este movimiento corresponde al caos inicial. Siempre sin dejar de pensar en lo que motiva la consulta, se recogerán las cartas con la mano derecha y se procederá a barajarlas 7 veces con la mano derecha, sujetándolas con la mano izquierda: es el proceso de ordenación propio de la sabiduría de Hochmah. Luego, dejándolas encima de la mesa, se cortan con la mano izquierda, representante de Binah, hacia el lado izquierdo (del corazón).

Efectuadas estas operaciones, se echan las cartas boca arriba. Se puede realizar una tirada de 5 cartas, que corresponderían al Yod-He-Vav-He del nombre divino más la quinta esencia, que es lo mismo que decir: al ciclo de Fuego (impulso inicial); al de Agua (interiorización); al de Aire (exteriorización); al de Tierra (materialización) y a la 5ª esencia (resumen final) y se procede a su interpretación.

Otra sugerencia es la de tirar una sola carta, lo cual hará más sencilla la interpretación. Lo ideal sería realizar cada día por la mañana una tirada preguntando cómo se presenta la jornada, lo cual nos facilitará pistas sobre cómo orientar nuestra energía.

La mala comprensión de la lengua divina ha dado lugar a todo tipo de deformaciones, y así vemos cómo las echadoras de cartas venden una ciencia sagrada que no conocen. No es que sus resultados sean inciertos, ya que en cuanto se atribuye un valor determinado a una imagen, se crea un artificial que lo relaciona con la realidad que se le atribuye, de modo que se pueden anunciar, mediante sistemas erróneos, acontecimientos ciertos que se producirán o no se producirán. Lo que no hará el falso sistema será indicar al alma si aquello es conforme a su programa de vida o si no lo es.
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El Aleph (letra 1 de la cábala)

La primera letra-fuerza es el Aleph. El Aleph representa lo primordial, el soplo primigenio salido de Kether, el Padre, encerrando en sí todas las potencialidades, pero sin configurar ninguna realización material. Es un poder energético, sin el cual nada podría hacerse. Es el principio de todas las cosas; es designio divino y, en el plano humano, es un vasto propósito, vasta predisposición para algo que nos sobrepasa, que está más allá de nosotros mismos. En nuestro actual estado evolutivo, no podemos identificarnos conscientemente con el Aleph y cuando esa fuerza es activa en nuestra vida, nos utiliza inconscientemente como instrumentos de Dios...

Respecto a los elementos, el Aleph representa el primer estadio del Fuego. Es fuego en semilla, ese fuego que se encuentra en lo profundo de todas las cosas y que les permite arder al contacto con la llama. Hasta en la piedra encontramos encerrado el Aleph, y si rascamos dos piedras, surge la chispa que delata esa presencia, principio de todo lo creado.

En el ciclo zodiacal, el Aleph corresponde al signo de Aries, que también es principio. Todo lo que es número uno a cualquier nivel, lo es también en otros ciclos.

Debemos aplicar la ley de analogía constantemente y esa ley nos permitirá descubrir lo ignorado gracias a lo conocido, puesto que una verdad lo es si análogamente puede aplicarse a los procesos visibles y conocidos. En el orden planetario, Aleph es el rostro oculto del Sol, ese Sol invisible del que hablan los místicos y que en el árbol cabalístico está representado por Kether.

En el Tarot, el Aleph aparece bajo la imagen del Mago, lámina nº 1, carta indicadora de potencialidades infinitas cuando aparece al inicio de un juego. El Mago indicará que la persona es movida por una fuerza inconsciente y que bajo ese impulso puede dar de sí algo extraordinario que sobrepasará su medida humana.

Si el Mago aparece «enterrado» en mitad de un juego, puede ser anunciador de un peligro, ya que el Aleph, que es energía pura, cuando surge inesperadamente en mitad de nuestra vida, lo que hace esa energía es destruir lo edificado para volverlo a su estado primordial, como si una bomba atómica cayera sobre nuestra realidad.

Es muy difícil canalizar positivamente la energía del Aleph, puesto que a través de él Dios insufla Su voluntad en el ser humano, poniendo en su alma un designio que lo impulsa a abandonarlo todo para proceder a su realización. Dicen los cabalistas que Aleph es vida-muerte-vida, en el sentido de que, siendo la fuerza que produce la vida, es también la que destruye toda cristalización.

En cualquier tirada, el lugar del Aleph es el de la primera carta. Si aparece en posición He (2), diremos que la voluntad divina actúa en las circunstancias. Si en posición Vav (3), el Aleph estará en acción, substituyéndose a la acción humana: Dios actuará por mediación del ser, como ocurría con esos héroes de la Ilíada, en la guerra de Troya, que a veces se veían usurpados por los dioses, que se combatían a través de ellos. Si aparece en posición de segundo He (4), el Aleph será el fruto, el hijo, el resultado.
Kabaleb
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El Beith (letra 2 de la cábala)

La segunda letra-fuerza es el Beith. En el Beith se produce una condensación, una interiorización de la luz del Aleph. El Séfira que la representa es Hochmah. Representa la etapa de interiorización del designio divino. Toda energía, para ser manifestada en un plano cualquiera, necesita pasar por una interiorización; debe llenar el receptáculo a través del cual ha de expresarse, antes de que pueda derramarse al exterior. Esa condensación de la fuerza divina produce el amor. A nivel humano, es el amor no revelado, del que no hemos tomado aún conciencia, pero que actúa en nuestro interior produciendo fidelidad a la ley en lo humano , a una persona. El Beith tendrá, pues, la virtud de hacernos obedientes al propósito divino, pero sin ser conscientes de la existencia de tal propósito...

Entre los elementos, el Beith representa el segundo estadio del fuego, que podemos definir como iluminación interior. Es el chorro luminoso que, al vaciarse en nuestro fuero interno, nos purifica y transmuta.

En el ciclo zodiacal, el Beith corresponde al signo de Leo, que es el segundo signo de Fuego y también nº 2 en el orden de la manifestación zodiacal. En el orden planetario, Beith corresponde a Urano, primero de los planetas emanados de la nebulosa central representada por Kether-Sol oculto.

En el Tarot, el Beith aparece bajo la forma de la Sacerdotisa, figura femenina que expresa la espiritualidad en forma pasiva, es decir, interiorizada. La carta significará que un designio se está abriendo paso por el interior, no habiendo llegado a exteriorizarse aún.

En el terreno oracular, la Sacerdotisa expresará: secreto, misterio enterrado, propósito del que la persona no es consciente; en ciertos contextos: estado de buena esperanza. Es un «no» a corto plazo, pero puede ser un «sí» cuando el proceso de interiorización llegue a su fin. En todo caso, un designio cósmico se ha encarnado en la persona, contraviniendo tal vez los propósitos humanos. Si la carta aparece en mitad de un juego, es que hay un secreto encerrado que puede facilitar u obstaculizar aquello que se aguarda.

El Beith simboliza una casa, una morada y es el arquetipo primordial de todas las moradas, de todos los recintos que la vida necesita para manifestarse. Como morada primordial es el vientre femenino en el que el nuevo ser prepara su existencia. Su lugar natural en un juego es la posición He (2) En cualquier otra posición, indicará que algo está alterado en relación con el objeto de la consulta.
Kabaleb
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El Ghimel (letra 3 de la cábala)

La tercera letra-fuerza es el Ghimel, que representa la exteriorización de las energías del Aleph concentradas en el Beith. El Séfira que la representa es Binah. A través del Ghimel, el designio divino se exterioriza, se hace visible, siempre utilizando al ser humano como instrumento inconsciente, de modo que en esa primera etapa, representada por las tres primeras letras, en el Aleph Dios hace concebir al ser un propósito que él ignora y lo impulsa a actuar de acuerdo con él; en el Beith hace que, con su modo interno de comportarse, sea obediente a ese propósito, y en el Ghimel lo exterioriza a través de sus obras, de sus palabras, de su mente, de su acción social...

Para que esa exteriorización sea posible, el ser deberá adaptarse al contexto social, humano, en el que se halla inserto. La ley de Binah, de la renuncia o limitación, será activa en el Ghimel.

A nivel de elementos, el Ghimel representa el tercer estadio del Fuego, que podemos definir como luz que se proyecta para convertirse en creación. En el ciclo zodiacal, el Ghimel corresponde al signo de Sagitario, que es el tercer signo de Fuego y también el nº 3 en el orden de manifestación zodiacal. En el orden planetario, el Ghimel corresponde a Saturno, segundo de los planetas emanados de la nebulosa central. Saturno realiza con las fuerzas del Ghimel funciones formadoras, convirtiendo la luz en realidades tangibles, creando situaciones concretas, las cuales son administradas por su «hijo» Júpiter, que es el regente del Sagitario instituido.

En el Tarot, el Ghimel aparece bajo la imagen de la Emperatriz, imagen femenina que indica que el Ghimel actúa a través de la imaginación, que es una fuerza femenina y que es con ella que se efectúan las cristalizaciones en el mundo material. Por otra parte, siendo la Emperatriz la expresión gráfica de Binah, la matrona que concibió nuestro universo físico, no podía ser más que una mujer con poderes, tal como lo manifiesta la carta.

La Emperatriz significará, pues, al aparecer en nuestro juego, que un propósito espiritual se encuentra en su fase de exteriorización y ello ha de catapultar al individuo lejos de su realidad actual: lo llevará a otro terreno, a otra dimensión, ya que la expresión de una fuerza espiritual, que hasta entonces había permanecido oculta, no puede pasar desapercibida en la vida, tiene que notarse.

Esa exteriorización se presentará, quizá, bajo la forma de un viaje, ya que a la lejanía psíquica respecto al estadio anterior corresponde una lejanía física. De ahí la asociación de Sagitario y la Casa IX, que se corresponde con los viajes. La Emperatriz ha de anunciar siempre una nueva ruta que se abre en virtud de la acción divina. El ser no es aún consciente de las fuerzas que lo impelen a moverse. Siente únicamente la necesidad acuciante de acometer nuevas empresas.

Notemos finalmente que el propósito espiritual no conlleva forzosamente una acción en el sentido de la moral, ya que si el destino del individuo exige experimentar lo violento y lo cruel, la fuerza espiritual que lo mueve le impulsará hacia ese tipo de experiencias, que su acción pasada ha convertido en necesidad. Tal vez resulte más comprensible el significado del Ghimel si sustituimos la expresión “designio divino” por “designio de nuestro Ego” puesto que es el Ego Superior quien ejecuta la política divina de cada uno de nosotros.
Todo propósito espiritual, para realizarse en el mundo físico, necesita «oscurecerse», necesita un ropaje material con el que cubrirse. El Ghimel representa esa luz rodeada de tinieblas, la encarnación de lo divino en lo humano. En los misterios cristianos, es María sacando de sus entrañas al sublime Redentor. La Emperatriz anunciará, pues, que la redención está en marcha.

En las escuelas iniciáticas, el Ghimel, es decir, la letra G, aparece en el centro de un triángulo. Ya dijimos que el triángulo es la primera figura tangible que ofrece una forma concreta. Dios no creó el universo inferior en el que nos movemos hasta que su tercer centro, Binah, no entró en actividad. La tercera letra ha de ser, pues, indicadora de creaciones a nivel inferior. A veces, esta letra G es sustituida en el centro del triángulo por un ojo del que se desprenden unos rayos luminosos que dispersan unas nubes cubriendo el paisaje. Se quiere simbolizar así la luminosa acción divina que disipa las brumas de las situaciones materiales.

La aparición de la Emperatriz en un juego ha de significar, pues, una claridad aportada por la intervención de la inteligencia divina en los asuntos humanos, aunque esa claridad, como ya hemos apuntado, tome la forma de un oscurecimiento pasajero.
Kabaleb
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El Daleth (letra 4 de la cábala)

La cuarta letra-fuerza es el Daleth y representa el resultado tangible de la acción de las tres fuerzas anteriores. La vida se ha modificado tras la acción del Ghimel, y el Daleth refleja el resultado de esa modificación. Cuando nuestra situación en el mundo cambia, cambian igualmente nuestras perspectivas de acción futura, de modo que el Daleth, reflejo de esta situación, es al mismo tiempo un resultado y un portador de gérmenes nuevos, al igual que la fruta, que constituye el producto elaborado terminal de un ciclo, pero que al mismo tiempo contiene la semilla portadora de futuros frutos. El Séfira que representa al Daleth es Hesed, el Centro de la abundancia paradisíaca...

En ese estadio, el ser humano toma conciencia de su obra y de sus poderes, al ver ante sí el fruto tangible de su anterior actuación inconsciente. Hesed-Daleth representan, pues, el inicio de un nuevo ciclo, el segundo, y, por lo tanto, en esta letra, igual que en el Séfira, se encuentran interiorizadas las virtudes ígneas de Kether, por ser la primera letra de un nuevo ciclo, y las virtudes acuosas de Hochmah, por formar parte del segundo ciclo. Agua y Fuego combinados dan esa abundancia y plenitud que el Daleth representa.

A nivel de elementos, el Daleth representa el punto de transición entre el Fuego y el Agua, entre el ciclo que termina y el nuevo ciclo que empieza. En el orden de los fenómenos naturales el Daleth sería el agua del cielo, las aguas dulces de las que tanto hablan los cabalistas, las nubes antes de precipitarse bajo la acción de la letra siguiente.

En el ciclo zodiacal, el Daleth corresponde a la transición de Sagitario a Cáncer, primer signo del ciclo de Agua. En el orden planetario, el Daleth corresponde a Júpiter, tercero de los planetas emanados de la nebulosa central.

En el Tarot, el Daleth aparece bajo la imagen del Emperador, sentado, es decir, en posición estable, indicando un poder que emana de la voluntad, atributo masculino. Si el Emperador aparece en tu juego, significa final exitoso de una primera etapa, toma de conciencia de unos poderes, de una fuerza moral con la que abordar la etapa siguiente. Si en la etapa anterior, la del Ghimel, Dios utilizaba al ser humano como instrumento, en el Daleth, Dios y el ser, mano a mano, colaboran en la realización de la obra, y se trata de un ser inocente, primigenio, no sometido aún a la ley del karma. ¡Qué no pondrá ese ser uniendo su voluntad a la voluntad de arriba! De ahí que el Emperador sea considerada como una carta de suerte, portadora de fecundidad futura.

Con el Emperador queda cubierta la etapa de los propósitos, correspondiente al mundo cabalístico de las emanaciones. Diremos, pues, que las cuatro primeras letras: Aleph-Beith-Ghimel-Daleth corresponden al estadio del Fuego, lo mismo que las cuatro primeras láminas del Tarot que las simbolizan: el Mago, la Sacerdotisa, la Emperatriz y el Emperador.

La aparición en el juego de Aleph-Mago significará que la voluntad divina (nuestro Ego) se manifiesta con rigor para crear o destruir una situación. Con el Beith-Sacerdotisa diremos que la providencia divina se manifiesta para perfeccionar y llevar a su madurez algo que está corriendo en el interior. Con el Ghimel-Emperatriz diremos que la inteligencia divina se proyecta, se manifiesta en un punto determinado para modificar lo allí existente. Con Daleth-Emperador diremos que el proceso de elaboración de la idea ha tocado a su fin, dando lugar a un resultado: la firme determinación de instituir, en el mundo de los sentimientos, aquello que nuestro Ego ha elaborado. Con el Daleth-Emperador la personalidad mortal empieza a colaborar en las tareas espirituales.

Cada una de esas cuatro letras corresponde al nombre divino: Yod, He, Vav, He, es decir, corresponde a todo un ciclo de creaciones, y si cada fuerza, por separado, corresponde a la manifestación de un Séfira, en su conjunto expresan las potencialidades de Kether y su atributo: la voluntad, y podríamos llamar a esos cuatro tiempos: 1º: voluntad de voluntades; 2º: voluntad de amor; 3º: voluntad de sacrificio o voluntad de limitación a un dominio determinado; 4º: voluntad de multiplicación y abundancia, de resurgimiento.
Kabaleb
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El He (letra 5 de la Cábala)

La quinta letra-fuerza es el He y representa la irrupción de un nuevo elemento en las tareas creadoras: el Agua, gran propagadora de la vida universal. El Agua, como elemento filosófico, da lugar a la formación de los sentimientos, de las emociones, de los deseos. La fruta del Daleth pierde aquí su carácter de fruta para convertirse en pura semilla.

Como iniciador de un nuevo ciclo, el He se encuentra en afinidad con el Aleph y si en éste el potencial de las energías divinas penetraba en el ser humano, en el He es el potencial de los sentimientos el que irrumpe con fuerza, haciéndolo sensible a las realidades emotivas. El Séfira que representa el He es Gueburah, el llamado mar Rojo...

En el zodíaco, el He corresponde al signo de Cáncer. Aquí empiezan las disparidades en el significado de los números entre el ciclo de 12 elementos, el zodíaco, y el ciclo de diez, el sefirótico, que hemos señalado en la nota preliminar de esta lección. Mientras en el sistema instituido por el Dios de nuestro sistema solar, el segundo He de un ciclo es al mismo tiempo el Yod de un nuevo ciclo, en el modelo anterior, el zodiacal, tenemos que el He del primer ciclo y el Yod del segundo están separados: uno es el fruto portador de semillas y el otro la semilla propiamente dicha. Se conservan grabados de zodíacos primitivos en los que aparecen 16 signos en lugar de los 12 que hoy conocemos.

En el Tarot, el He está representado por el Papa, lámina nº 5. La figura del Papa simboliza la Iglesia, la fe, el amor universal. Si el Papa aparece en el juego debe interpretarse como una movilización sentimental. Significa: poderío de los sentimientos, voluntad de realizar el programa de las emociones, fecundidad emotiva, disponibilidad para el amor. Con el He-Papa el hombre se descubre a sí mismo y parece decir: «Yo primero, yo antes de cualquier otra cosa».

Cualquiera que sea el objeto de la consulta, la aparición del Papa indicará que no será la lógica ni la razón las que moverán al individuo, como tampoco las consideraciones de tipo moral ni práctico, sino puramente las emotivas. El móvil de la acción es difuso, vago: el ser no sabe muy bien por qué hace esto o aquello; tan sólo siente que tiene que hacerlo así.

El He es el creador de la Fe, ya que encontrándose en un nivel más bajo en la escala de los elementos representa el Agua sólo la fe, que es confianza viva, le permite participar en la existencia del principio más elevado. La carta anunciará, pues, igualmente una fe naciente, indestructible, una confianza ciega en algo que el individuo no puede ver.
Kabaleb
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El Vav (letra 6 de la cábala)

La sexta letra-fuerza es el Vav. En ella, el potencial del He, que es vida universal, agua pura, sentimientos difusos, se interioriza, regando todo nuestro ser interno. En el orden de fenómenos naturales, puede decirse que el Vav es el agua de los ríos, procedente de las aguas dulces del He, caídas en forma de lluvia.

Es, pues, esa agua que riega la tierra y que permite que todo crezca con exuberancia, tanto las buenas como las malas hierbas y, a nivel individual, tanto los buenos como los malos sentimientos...

El Vav es el agente fecundante macho, el que engendra el deseo, el que da al deseo la posibilidad material de existir. Si el He constituye la semilla de los sentimientos, el Vav representa el arraigo de esos sentimientos en nuestro interior. El Vav es un Beith a nivel emotivo y si dijimos que el Beith es el arquetipo de todos los continentes, la primera de las moradas, podemos añadir que el Vav es el que construye en nuestro interior la casa de los sentimientos, o sea, los sentimientos han hecho nido.

Sin embargo, como letra, el Vav es un puente de enlace entre dos estados y no existe en lengua hebraica ni una sola palabra que empiece con el Vav, ya que si su función es relacionar dos estados entre sí, tiene que existir, evidentemente, un estadio previo para relacionarlo con el otro. Las ideas de morada de los sentimientos y de signo de enlace parecen inconciliables, pero hay que considerar la estancia sentimental como una etapa hacia un objetivo superior.

En el nombre divino –Yod-He-Vav-He encontramos el Vav entre los dos He, transmitiendo vida. Su doble calidad de trazo de unión entre dos estados y de morada es puesta en relieve por la vinculación del Vav al orden zodiacal y al orden sefirótico.

En el zodíaco, el Vav representa el signo de Escorpio, plaza fuerte de los sentimientos. En el árbol sefirótico, representa al Sol-Tiphereth. De Escorpio le viene al Vav una herencia de tinieblas, ya que en este signo se produce la interiorización de los sentimientos, o sea, los sentimientos se cubren de un manto material. De Tiphereth hereda el chorro de luz líquida procedente de las aguas luminosas de Hochmah. Esa doble herencia del Vav lo convierte en el signo que comunica la luz con las tinieblas, de modo que el Vav lo mismo puede ser el puente que conduce a lo sublime que la palanca para regresar a niveles inferiores.

En el nombre divino, el Vav es el elemento activo, el que señala el período en que el individuo tiene que confrontar su potencial interior con la posibilidad que le ofrecen las circunstancias y crear con ellas una nueva realidad. Esa acción lo conducirá a la luz o a las tinieblas, al futuro o a estadios del pasado. Dios se oscurece en el Vav para que otros seres puedan existir, cumpliéndose en él los misterios de Binah, cuya función, como vimos al estudiar ese Séfira, es la de Vav, lo mismo que Tiphereth, Vav de su ciclo, ya que el Sol, con ser la fuente de luz, es un pálido reflejo de ese Sol oculto que brilla en los mundos superiores. El acto de fecundación, regido por el Vav y por Escorpio, produce un oscurecimiento, un descenso del tono vibratorio, pero da lugar a la formación de un nuevo ser.

En el Tarot, el Vav está representado por la lámina nº 6 que lleva el nombre de: el Enamorado. En ella aparecen tres figuras representando a un hombre indeciso entre dos mujeres, cada una señalándole un camino, mientras en el cielo, Cupido se prepara a disparar la flecha del amor, indicando que el amor, los sentimientos, serán los determinantes de la conducta del personaje, los que lo inclinarán hacia el camino de la derecha, donde se encuentra la linda Raquel o al de la izquierda, donde se encuentra la fea hermana mayor, Lea (la historia de Jacob, que se relata en los evangelios); es decir, hacia la luz o hacia las tinieblas.

Si el Enamorado aparece en tu juego, interprétalo como el anuncio de una indeterminación, lo cual no significa inmovilismo, ya que siendo por excelencia una carta de acción, no cabe la inhibición. Ocurrirá que el individuo se encuentra en una encrucijada, en la que, si por una parte una fuerte corriente lo impulsa hacia la superación de su naturaleza inferior, por otra parte el pasado gravita muy fuerte sobre él y siente la tentación de refugiarse en el confort de lo conocido, de aquello que domina bien y que, de elegirlo, le permitirá sentirse en seguridad, mientras que el futuro se presenta como una incógnita.

Anuncia, pues, que la persona se encuentra en un momento crucial y lo que decida condicionará de manera decisiva su porvenir.
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El Zaín (letra 7 de la cábala)

La séptima letra-fuerza es el Zaín. Su símbolo es una flecha disparada al aire, virtualmente capaz de dar en todos los blancos. Por ello dicen los cabalistas que el Zaín es una fuerza disparada a todo lo posible. En el Zaín, el deseo que el Vav ha encerrado en su recinto, se dispara; es decir, se exterioriza, lanzando al ser humano a la conquista del mundo.

No se trata aquí de recuperar el pasado, como sucede en el estadio Vav, donde las nostalgias del ayer son muy activas, sino de conquistar, pieza a pieza, lo que se pone por delante, sea lo que sea, porque el deseo no es una fuerza selectiva, sino una fuerza que se expande englobándolo todo indiscriminadamente...

El ser movido por el Zaín será como esa flecha disparada al aire y que lo mismo puede caer en uno que en otro objetivo.

Vemos, pues, en el estadio Agua, como el He ofrece la materia prima con la que elaborar el deseo. En el estadio Vav, el deseo se concentra, se constituye en fuerza interior oscura y fecundante. En el estado Zaín, el deseo se dispersa, se diluye, dejando de ser fuerza para convertirse en objeto creado por esa fuerza.

Es decir, el amor que en el estadio Vav es un sentimiento que transita por el interior, en el Zaín se ha convertido en conquista de una persona, de un objeto, y en esa conquista queda agotada la fuerza interior.

En el orden zodiacal, el Zaín corresponde al signo de Piscis. En el orden sefirótico, el Zaín corresponde a Netzah-Venus. Esa doble vinculación nos permite comprender mejor la naturaleza de esta fuerza llamada Zaín. De Piscis le viene su cualidad multiplicadora del deseo, puesto que Piscis representa la etapa de exteriorización del agua-sentimientos. De Netzah le viene su capacidad formadora o configuradora de una realidad; le viene su preciosismo, la búsqueda del detalle suntuoso, del lujo, del placer refinado. Le viene de Netzah la esperanza de encontrar la belleza en toda conquista, y de ahí el afán de ir a por todas, de no despreciar ninguna aventura posible. Así, el deseo se embellece, se convierte en expresión artística, se ennoblece y, al ennoblecerse, se justifica a los ojos del propio interesado, de modo que la etapa Zaín será multiplicadora de vivencias; el ser no se sentirá atado a nada, ya que todo compromiso, toda fidelidad, limitaría forzosamente la expresión de esa fuerza que no admite limitación ni barreras.

El Zaín es una fuerza en analogía con el Ghimel, pero en Ghimel era el pensamiento divino el que se exteriorizaba. Aquí es el deseo y, éste está regido por el segundo aspecto de la divinidad, por Hochmah, de modo que aunque esa etapa de exteriorización pertenezca a las funciones de Binah, a este Séfira le es más difícil imponer sus leyes reductoras de sacrificio y limitación, dado que Hochmah no conoce límites. No pudiendo imponer el sacrificio en el presente, Binah lo impondrá en el futuro, de modo que el Zaín será siempre portador de abundante karma: sus aguas son las famosas aguas amargas de que hablan los cabalistas.

En el Tarot, el Zaín está representado por la lámina nº 7, que lleva el nombre de: el Carro. En ella vemos un jinete montado en una carroza conducida por dos caballos, uno blanco y otro negro, de los cuales sólo se ven las patas delanteras. En realidad, se trata de hipocampos, ese mítico caballo de mar que se mueve en el agua, dominio de las emociones. El jinete está en posesión de un bastón de mando, atributo de poder, pero los caballos carecen de riendas con las que ser dirigidos, de modo que no tiene dominio alguno sobre ellos, que lo llevan a todas las direcciones posibles.

Si el Carro aparece en tu juego, interprétalo como el revelador de un afán tuyo de ir a todo lo posible, de disparar tus esfuerzos en todas direcciones. Es el síntoma de que dentro de ti bulle un mar de emociones que piden salida y cualquier objetivo les parecerá plausible con tal de ser liberadas. Es la marca del individuo que dirá sí a todo y que, por lo tanto, le faltará concentración en una empresa determinada. Llevará la fecundidad dondequiera que vaya, pero no la profundidad ni la estabilidad. Todo lo que haga, lo hará propulsado por sus emociones y deseos, sin que exista un objetivo de orden práctico ni racional.
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