La decimoquinta letra-fuerza es el Samekh. Representa el final del ciclo de los elementos (Fuego-Agua-Aire-Tierra). La plenitud del Noun debe terminar porque el objetivo de la vida no es conseguir una felicidad material para el ser humano, sino acumular experiencias que lo hagan perfecto.
La luz, que en el Noun se encontraba profundamente enterrada en la materia, se exterioriza en el Samekh y fecunda la imaginación. Cuando la fase Samekh se encuentra activa, las piedras y toda la naturaleza despiden destellos y el ser dice que allí yace oculto un principio que ha de permitirle comprender la unidad de todas las cosas...
Empieza así a analizarlo todo, a dudar de todo cuanto había creído hasta entonces, a someterlo todo al ojo escrutador del microscopio. La materia le sirve para desentrañar una verdad que está más allá de sí misma.
En el ciclo zodiacal, el Samekh corresponde al signo de Virgo y de él hereda sus virtudes escrutadoras y la capacidad de análisis intelectual, así como el afán de superación de una realidad material que ya no satisface, como ocurría bajo la égida del Noun. En el ciclo sefirótico, el Samekh corresponde a Tiphereth y de él hereda la luz que ha de permitirle desentrañar el misterio de la naturaleza, así como la voluntad que le permitirá perseverar.
En la tabla de letras hebraicas vemos como el Samekh se sitúa por debajo del Vav. Vimos al estudiarlo que éste era el creador del deseo. Aquí, la fuerza del Vav se positiviza y recrea en la imaginación. El Vav es la vía de comunicación entre la luz y las tinieblas; el Samekh es la vía de encuentro entre los conocimientos científicos y los conocimientos espirituales. En el Samekh el sabio de laboratorio y el iniciado a los sublimes misterios del cosmos se dan la mano.
En el Tarot, el Samekh está representado por la lámina nº 15, que lleva el nombre de: el Diablo. En ella vemos a un diablo que se yergue sobre una piedra cónica, con dos figuras humanas desnudas atadas a esa piedra con una cuerda anudada alrededor de sus cuellos. Es una imagen del ser encadenado a las realidades materiales y a las fuerzas superiores. La piedra cónica sobre la que reposa el diablo está hueca, sugiriendo que la realidad espiritual, en una forma aún no sublimada, ha surgido del interior de la realidad material a la que las dos figuras humanas están encadenadas.
Si el Diablo aparece en tu juego, es señal de que una fuerza nueva está penetrando en tu vida impulsándote al abandono de los valores materiales por el conocimiento intelectual o por el prestigio que da el estar en posesión de un conocimiento. Anuncia un período de descubrimientos científicos, filosóficos o, simplemente, humanos: descubrimiento de secretos, de misterios, que han de cambiar profundamente la trayectoria de la vida. Entre esos misterios pueden figurar los llamados sobrenaturales: voces, visiones fenómenos extraños que inducen a reconsiderar todo el universo.
El ser se encuentra en una etapa de su vida en que ha de dejar de adorar los valores materiales que hasta entonces había adorado, y para que esto pueda ocurrir, es necesario que a nivel anecdótico se produzcan toda una serie de acontecimientos extraños que justifiquen a sus propios ojos este abandono. Por otra parte, el encadenamiento a lo material y a, lo espiritual, sugerido por la lámina, indica claramente que la persona se encuentra atada a ciertos compromisos materiales y a los efectos espirituales que hayan podido ocasionar. Ello significa que deberá liquidar esos compromisos antes de poder acceder a la etapa siguiente, de modo que el Diablo anuncia la llegada de toda una serie de efectos kármicos que el individuo debe disponerse a liquidar.
Kabaleb