El valor de la insistencia


Decía Hermes Trismegisto, el representante de Mercurio en la tierra: “lo de arriba es igual a lo de abajo y viceversa”. Veamos un ejemplo. 

Pasamos gran parte de la vida buscando respuestas y a veces las tenemos más cerca de lo que pensamos. Existe un “manual de instrucciones” de la vida que dictó un melenudo hace dos mil años y que está en plena vigencia, porque marca los pasos a seguir dentro de una línea de crecimiento personal, los Evangelios. Y cabe recordar, porque a menudo la gente comete el mismo error, que Jesús no perteneció a ninguna iglesia y sus enseñanzas tampoco, aunque luego hayan sido reclamadas por unas cuantas. (sigue)

La única pega es que este manual necesita ser decodificado, porque su lenguaje es, la mayor parte del tiempo, en parábolas. A este menester dedicó parte de su vida el insigne filósofo y cabalista, Kabaleb. Escribió un libro con la interpretación esotérica de los Evangelios al que he rebautizado como “El Poder del Maestro Interior”.

Veamos un párrafo de este manual en el que muestra el valor de la insistencia y cómo ésta abre numerosas puertas.

“Para mostrar el valor de la insistencia, Jesús les dijo esta parábola: «Había en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había asimismo en aquella ciudad una viuda que vino a él, diciendo: Hazme justicia contra mi adversario. Por mucho tiempo no le hizo caso, pero luego se dijo para sí: Aunque en verdad yo no tengo temor de Dios ni respeto a los hombres, más porque esta viuda me está cargando, le haré justicia, para que no acabe por molerme. Dijo el Señor: Oíd lo que dice este juez inicuo, ¿y Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aún cuando los haga esperar? Os digo que hará justicia prontamente. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la tierra?» Así empieza el capítulo XVIII del Evangelio de Lucas (1-8).

Ya en la parábola del amigo inoportuno Jesús llama la atención sobre el valor de la insistencia, haciendo ver como mediante la perseverancia se consigue algo que difícilmente se hubiese conseguido de no haber reafirmado una y otra vez las peticiones. En esta parábola aparece una persona que vive al margen de la fe y que ha perdido el respeto de los hombres, o sea que ya no forma parte del mundo unitario en el que las leyes divinas lo orquestan todo. Sin embargo, a pesar de ello, la insistencia consigue que se comporte como si fuera juez justo.

Esto nos enseña, en primer lugar: El comportamiento de los seres humanos no difiere demasiado de uno a otro y tanto el que cree en Dios como el que no cree, o sea tanto el que se muestra benevolente para con su divinidad interna, como el que no lo es, acaban dando una misma respuesta ante una petición de justicia, aunque las razones que los mueven a actuar sean distintas. Así tendremos que el juez justo actuará justamente porque así se lo exige su conciencia, mientras que el juez inicuo hará justicia para librarse de un peticionario molesto.

En segundo lugar, la parábola nos enseña que las cosas de abajo funcionan igual que las de arriba, y si la justicia viene de un hombre inicuo, con mayor razón vendrá y más prontamente, de la divinidad.

En todas las parábolas de Jesús encontramos oculta, subyacente, esa enseñanza: lo de arriba es como lo de abajo; es decir, nada sucede aquí abajo que no sea una muestra devaluada, un pálido reflejo, de una dinámica que emana de arriba, e incluso los que viven en el mundo al revés (o sea que vulneran o ignoran las leyes eternas) y que proclaman su exclusión del mundo divino, incluso ellos obedecen a las reglas universales. Y si en ese mundo las cosas nos vienen al revés, es para que mejor comprendamos el recto sentido. Si queremos obtener algo de arriba, procedamos pues como lo haríamos si quisiéramos obtenerlo de las autoridades de abajo”.

Cabe una puntualización, es bueno insistir en algo correcto, en lo que debe ayudarnos a crecer o, como en la parábola, en pedir justicia. Sería nefasto utilizar esa insistencia en contra de los demás o para obtener algo contrario a lo que desea nuestra alma.

¡Vive la vida con alegría!


Tristán Llop

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