Sabemos que dormir es primordial para el equilibrio cuerpo-mente. Pasamos por un momento un poco convulso, en el que todo se mueve a un ritmo frenético. Las semanas se suceden sin que casi nos enteremos y las anécdotas se repiten sin darnos tiempo a analizarlas.
En medio de este movimiento nos encontramos que nuestros hijos avanzan mucho más deprisa que nosotros y tienen una sensibilidad mayor respecto a las energías que se mueven a su alrededor. Aparecen entonces las pesadillas, las visiones, los nervios, las inquietudes, la rebeldía, el desasosiego por ignorar lo que les está pasando...
La falta de información y las carencias en nuestra educación hacen que nos sintamos impotentes cuando nuestro hijo se despierta llorando a media noche y nos explica que ha visto un muerto, un monstruo o una bestia en su habitación.
Lo más importante, ante esta situación, es que el niño sienta que le comprendemos, que le hacemos caso. Si nos dice que hay un monstruo detrás de la cortina, debemos ir a buscar una escoba y liarnos a escobazos con la cortina, echando al intruso como si estuviera allí físicamente. Esto tranquilizará mucho a nuestro retoño.
Al día siguiente, cuando esté en el colegio, echaremos sal en el suelo de su habitación o en el de toda la casa (empezando siempre por el fondo y acabando por la puerta de entrada para evitar pisarla). La dejaremos 3 horas y la barreremos, tirándola de inmediato al container de la basura. La sal es un potente limpiador que regenerará la energía.
Si las pesadillas se repiten, será bueno ponerle una pequeña luz (durante unos días) cerca de su cama, si es posible una vela (teniendo cuidado de ponerla en un plato con agua, o en una lámpara de sal, de manera que sea imposible cualquier accidente). Al encender la vela es preciso pensar que la luz ilumine la habitación. También resultará útil hacerle una oración (un Padrenuestro o una oración a los ángeles) antes de que se duerma.
Dado que el nivel de sensibilización a nivel planetario es mucho mayor que antes, los niños captan los cambios de humor como si se los inyectaran en vena. Esto significa que es importante intentar que nuestros hijos se vayan a la cama sin haber vivido violencias de ningún género, empezando por la de la tele. Pero resulta tan relevante impedir que ellos las vean como evitar verlas nosotros, ya que ellos captan nuestro estado de ánimo y les afecta de forma directa.
Lo ideal sería que antes de ir a dormir podamos serenarnos con una lectura agradable (2 o 3 páginas, lo justo para desconectar), con una música relajante, con una conversación dulce, sobre un tema que suscite en nosotros buenos pensamientos o incluso con una oración hecha a conciencia. De este modo estaremos transmitiendo estas vibraciones a nuestro hogar y a nuestros hijos, mejorando ostensiblemente la convivencia.
En lugar de plantearos si lo dicho es cuestión de fe, os invito a que hagáis la prueba y durante 3 días realicéis un esfuerzo para que por las noches en vuestro hogar reine la armonía. (Este ejercicio está especialmente indicado para los padres que tengan adolescentes en casa).
Espero que me mandéis los resultados, dulces sueños.
Tristán Llop (Talismanes y Amuletos para la nueva Era)