Los psiquiatras han descubierto que estamos locos. ¡Qué alivio! ¿Os imagináis que sería si nos creyeran cuerdos? Vamos por buen Camino…
Hace unos meses leí un reportaje en un periódico, sobre el Camino de Santiago, cuyo título era: “El jubileo nos vuelve locos”. Como subtítulo, podía leerse: “Los psiquiatras descubren el “Síndrome del Camino”, un trastorno agudo en el comportamiento del caminante”...
Un poco perpleja, pero con verdadero interés, me afané en la lectura del reportaje para comprobar en qué consistía ese “Síndrome del Camino”. También quise comprobar si yo misma padecía del “trastorno agudo” de personalidad que decían los psiquiatras, por si la ruta de las estrellas me hubiera vuelto loca, sin que siquiera me hubiera dado cuenta.
El reportaje recogía un estudio llevado a cabo por el Servicio de Psiquiatría y de Atención al Paciente de un hospital de Burgos (una de las ciudades por las que discurre la ruta jacobea) en el que se reflejaba que “cientos de peregrinos” desarrollaban, mientras hacían el Camino de Santiago, un comportamiento “anómalo, peculiar y muy extraño”.
Cada vez más intrigada, continué leyendo para saber en qué consistía exactamente ese comportamiento “extraño” de los peregrinos. Según el estudio aludido, éstos tenían “brotes psicóticos comunes”, es decir: “alucinaciones, delirios y paranoias”.
Después de alucinar un buen rato con lo que estaba leyendo (tanto como si estuviera haciendo el Camino) me enteré de que el perfil del peregrino afectado era un hombre de mediana edad, 40 años (con lo que respiré un poco al ser mujer y haber sobrepasado la edad “peligrosa” en más de una década) que presentaba una transformación aguda de su personalidad.
La “buena noticia”, según se recogía en el reportaje, es que ninguno de los pacientes con este cuadro clínico, necesitó un ingreso prolongado en el hospital –la estancia media fue de diez días- y que la mayoría decidió poner fin a la peregrinación… Aunque algunos obstinados se empeñaron en seguir hasta el final del Camino, haciendo caso omiso a su supuesta “locura”.
Cada vez más “alucinada”, me interesé por cuáles eran los desencadenantes para que el caminante experimentara lo que el reportaje definía como una “metamorfosis mental y espiritual”.
Según referían a los psiquiatras los propios peregrinos, que sufrían una “misteriosa transformación”, estos desencadenantes del cambio eran:
“Misticismo, fatiga, llagas en los pies, insomnio, el tiempo pausado del caminar y el encuentro con la belleza y el arte” que salpica la ruta jacobea.
Para terminar el reportaje, un psiquiatra puso el ejemplo de una doctora que iba haciendo el Camino de Santiago, acompañada de sus colegas, y éstos la ingresaron en Burgos porque “empezó a desvariar” y “no era ella”. Ya recuperada, esta médico indicó que “pese a ser atea, había descubierto el Camino”.
“¡Bien por la doctora!”, grité yo al terminar de leer el insólito reportaje, llevada sin duda por esa locura que se debe haber adueñado de mí, después de recorrer desde hace años, de forma recalcitrante, la ruta de las estrellas.
La pregunta que me hice a continuación fue la siguiente: ¿Recorrer el Camino de Santiago nos vuelve locos? Sin duda, pero ¡bendita locura!, diría yo. Y me atrevo a añadir que “La sabiduría divina es locura para los hombres”. 1 Corintios 1,25.
Sí, recorrer a pie el Camino de Santiago puede suponer una metamorfosis interior, que a los ojos de los demás sea considerada como locura. El mundo que vivimos es una creación de nuestra mente, refleja la idea que tenemos de él. Si esa idea cambia, también se transforma nuestro mundo.
Cuando vamos “haciendo Camino al andar”, por la ruta de las estrellas, nuestra mente se va transformando. Las cosas que nos parecían importantes, van perdiendo valor, experimentamos una comunión con la naturaleza, sentimos que formamos parte de ella. Todo lo relativizamos.
La fatiga y el cansancio nos obligan a rendir nuestras barreras mentales. Empezamos a vivir y a disfrutar exclusivamente el momento. Nuestros conceptos de espacio y de tiempo se modifican, se expanden, nuestros sentidos se agudizan y somos capaces de vislumbrar “cosas” y “seres”, que nuestra mente racional nunca nos permitiría ver en otras circunstancias, aunque estén delante de nuestras narices.
Es normal que los psiquiatras hablen de “alucinaciones” o de “misticismo”, pues se percibe la grandeza del Creador y la conexión divina, en el interior, y en todo lo que te rodea, a través de cada paso que se va dando por la ruta jacobea.
Sí, está claro que el Camino nos vuelve locos, pero es una locura que difícilmente podrán curar los psiquiatras. Es esa locura que nos lleva a alejarnos del mundo de “cordura” que hemos vivido con anterioridad, y nos empuja a descubrir quiénes somos en realidad y qué camino hemos de tomar para regresar a nuestra esencia divina. Insisto: ¡bendita locura!
El camino de Santiago /Rosa Villada