Marina dirigía un centro de terapias alternativas. Sofía, una amiga suya que se había quedado sin trabajo, se instaló un día en el centro, con el pretexto que deseaba ayudarla. En un primer momento, y sin que nadie se lo sugiriera, Sofía se sentó en la mesa de recepción y se auto asignó el puesto de telefonista. Marina empezó a preocuparse en cuanto se dio cuenta de la poca gracia y diplomacia de su amiga para contestar a las llamadas.
– Va a asustar a los clientes, que están acostumbrados a un trato mucho más dulce – decía Marina. - El caso es que yo la quiero mucho y se me haría muy cuesta arriba tener que echarla, porque presiento que se enfadaría conmigo. Pero si la dejo continuar con esa labor me quedo sin trabajo.
Para ayudarla a salir de esta situación, sugerí a Marina que pensara en Sofía visualizándola en un puesto de trabajo maravilloso, disfrutando de su actividad, imaginando que la contrataban y que ella podía desarrollar su personalidad y ser feliz. Así lo hizo Marina diariamente durante una semana. Transcurrido un mes volví a verla y me contó el desenlace.
- Es increíble, le han ofrecido a Sofía un trabajo en la televisión autonómica de Burgos (el Centro de terapias estaba en Barcelona), su ciudad natal, y se ha trasladado allí. Además su hijo estaba en paro y tenía problemas económicos. Ahora ella puede ayudarle y están viviendo juntos de nuevo. Es feliz. Realmente resulta impresionante lo que puede hacerse con el poder de la mente.
Emitir sentimientos positivos, mandar corazones
El problema que se plantea a menudo cuando tratamos de liberarnos de la presencia de una persona que obstaculiza nuestra libertad, es que emitimos sentimientos negativos para alejarla de nuestra vida (véase un jefe que nos hace la vida imposible, una hermana que siempre ocupa el cuarto de baño o un amigo que nunca calla, etc.) lo cual redunda en un mayor apego y por lo tanto en una mayor necesidad de permanecer unidos a la persona en cuestión (aunque ese deseo sea inconsciente).
En cambio, si la actitud es la contraria, es decir, si uno empieza a pensar en positivo, deseando que esa persona sea feliz, que encuentre un trabajo más gratificante, que la asciendan, que gane enteros en cualquier aspecto de su vida, los sentimientos y pensamientos positivos pueden darle alas y facilitar una mejora en sus condiciones de vida, lo cual redundará a su vez en nuestra propia prosperidad.
A priori, debería resultar sencillo mandar pensamientos positivos a una persona con la que se mantiene algún contencioso, pero en la vida práctica, suele costar un gran esfuerzo y ello es debido a que dicha persona, con su actitud negativa, está emitiendo un mensaje que va directamente dirigido hacia el individuo que tiene problemas con ella (ya que le está haciendo de espejo).
Emitir buenos deseos hacia esa persona equivaldrá a darse cuenta, aunque sea inconscientemente, que uno acepta el mensaje, aún sin estar todavía preparado quizá para contestarlo. Es decir, que encajamos el reproche, nos damos cuenta que ese “enemigo” forma parte de una realidad que es la nuestra.
Por ejemplo, cada vez que lanzamos corazones –como en la serie de dibujos animados: “Los Osos Amorosos”, que se unen para mandar corazones de colores a todos aquellos que mantienen una actitud negativa o están de mal humor- cada vez que pensamos o sentimos en positivo hacia una persona con la que tenemos abierto un frente de polémica, añadimos una nueva piedra en la construcción del puente que unirá nuestra conciencia con nuestra realidad, o sea la imagen que nos refleja el otro con lo que nosotros creemos ser.
Dicho de otro modo, aún en el supuesto de que resulte muy arduo tomar conciencia de cuál es el problema de fondo y tengamos poco claro el mensaje que nos intenta transmitir el espejo de turno (la persona que está enfrente), el sólo hecho de tener una voluntad positiva, es decir, amorosa, de perdón, de cara a las ofensas que hayamos recibido de ese espejo, servirá de líquido corrector para ayudarnos a eliminar parte de la carga kármica particular (facturas pendientes, relaciones del pasado que deben ser perdonadas y asimiladas).
Ello es debido a que las fuerzas del universo funcionan con gran eficacia y procuran proveer al hombre de todos los sistemas imaginables para favorecer y acelerar su evolución, aún cuando éste se resista, como le sucedió al protagonista del siguiente cuento.
El devoto que perdió su oportunidad
En un pueblo vivía un hombre devoto, que mantenía muy buenas relaciones con Dios. Unas lluvias torrenciales provocaron una gigantesca inundación que obligó a evacuar el pueblo. Cuando el jeep de la policía vino a buscarle, él se negó a subir, argumentando que Dios nunca le dejaría morir debido a las buenas relaciones que mantenía con él.
Al desbordarse una presa cercana y elevarse el nivel del agua, tuvo que subir al primer piso de su casa para evitar ahogarse. Entonces se le acercó una lancha de salvamento, a la cual también declinó subir, manteniendo el mismo argumento que en la ocasión anterior.
Finalmente, el caudal del agua creció de tal manera que se vio obligado a encaramarse a la azotea de su casa. Allí lo divisó un helicóptero de rescate pero, como hiciera Pedro ante Jesús, negó por tercera vez y entonces se ahogó.
Cuando llegó al cielo, le preguntó extrañado a Dios cómo había dejado morir a un hombre tan devoto como él y éste le contestó, con palabras santas, que le había mandado tres transportes distintos, por tierra, mar y aire, (que en lenguaje simbólico podría interpretarse como elementos de salvación para su cuerpo físico, sus emociones y sus ideas) negándose él a utilizar ninguno de los tres, lo cual le llevó a perder la oportunidad de salvarse.
Vemos a través de esta anécdota lo empecinado que puede llegar a mostrarse un ser humano y es un buen ejemplo ilustrativo de la resistencia que a veces ejercemos ante cualquier forma de ayuda divina. Quizá porque preferimos esperar a que aparezca Michael Landon, John Travolta o Nicholas Cage en el apartado masculino; o Shirley Maclaine, Olivia Newton-John en el femenino y que se presenten vestidos de ángeles para salvarnos. (Todos ellos han encarnado ángeles en distintas películas).
Tristán Llop
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