La herencia, ¿la aceptamos?

¿Por qué en ocasiones resultan poco fluidas las relaciones con los padres? ¿tengo que huir de casa para desprenderme de los patrones? ¿Cuál es mi herencia?

Esquemas de comportamiento, la transmisión de una herencia inconsciente

En la película “condenado”, Robert De Niro trata de huir de la sensación de abandono que él dice que sufrió cuando su padre fue ajusticiado en la silla eléctrica por un asesinato. Uno de los policías que llevaba el caso decide adoptarlo y tras su mayoría de edad lo apadrina para que entre en la policía. Años más tarde, una aventura de su mujer le lleva a propinarle una paliza y a que ésta solicite el divorcio. Su ex consigue dificultar mucho el régimen de visitas a su hijo, hasta que él abandona los intentos. Al cabo del tiempo, su hijo se ha hundido en la droga (en parte debido al sentimiento de abandono) y en una trifulca mata a un camello. Su padre es el encargado de investigar el crimen.

En medio de la investigación, su nuera le trae a su nieto (él desconocía su existencia) y se marcha a comprar tabaco, abandonándolo en su casa. El policía duda si quedarse con la custodia del pequeño o entregarlo a una institución. Parece que el abandono se ha repetido en tres generaciones (padre, hijo y nieto).

Al final de la película, Robert De Niro salva a su hijo del suicidio prometiéndole que nunca volverá a abandonarlo, que lo visitará en la cárcel y le ayudará a rehacer su vida cuando salga. En la última escena se ve al abuelo paseando por la playa con su nieto.

El ejemplo anterior nos muestra lo que podría ser un esquema de comportamiento, el del abandono, que se ha transmitido a tres generaciones, hasta haber sido reconocido y comprendido (por el abuelo, que finalmente acepta la responsabilidad de educar a su nieto).

¿Cómo me relaciono con los demás? Siguiendo unas pautas de comportamiento que vienen marcadas por las diferentes fases de aprendizaje por las que he pasado. Algunas se adquieren de forma consciente: me castigaban cada vez que llegaba tarde, aprendí a ser puntual o llego tarde por narices”. Otras se inscriben en la personalidad de forma inconsciente “tengo un padre celoso y, sin darme cuenta, desarrollo algún tipo de celos hacia los amigos, el trabajo, los hijos; me he sentido abandonado y sin percatarme estoy abandonando a alguna de las personas a las que quiero”.

Hemos entrado de pleno en el siglo XXI y éste ha de ser un periodo de grandes descubrimientos, la vida tiene que ser decodificada. Se nos presenta el reto de revelar uno de los grandes enigmas de la personalidad del ser humano: los esquemas de comportamiento, también llamados patrones.

Para conseguirlo, resulta imprescindible analizar la relación con nuestros padres como transmisores de una herencia, en la mayoría de los casos inconsciente, que marca con tinta indeleble el carácter y la personalidad de los hijos. Si bien es cierto, que existen varios niveles de relaciones sociales (escuela, amigos, televisión, ambiente, etc.) que determinan algunos comportamientos y que se adhieren a la personalidad como las capas de una cebolla, los padres representan el núcleo, que ejercerá una gran influencia sobre el desarrollo posterior.

Así, conocer nuestra herencia psicológica, es decir, los esquemas de comportamiento que hemos recibido en herencia, nos ayudará enormemente en el proceso de autoconocimiento y generará en nosotros un sentimiento de libertad.

En ocasiones, al tomar conciencia de los patrones heredados, nos sentiremos agradecidos con nuestros progenitores. Otras, en cambio, despotricaremos de lo que parece una desagradable jugarreta del destino. La falta de información acerca de la razón por la cual adquirimos ciertos esquemas es, a menudo, causante de que las relaciones con los padres resulten poco fluidas y cargadas de reproches. A veces, el peso de ese patrimonio es tal que la persona se ve obligada a huir de su casa, literalmente, a marcar una distancia física con sus progenitores para poder desarrollar su programa de vida.

Este caso se da con más frecuencia en las familias con padres triunfadores, ya que los hijos se sienten presionados y casi obligados (de forma inconsciente) a emular a sus progenitores. Generalmente, los puntos en común entre diferentes generaciones quedarán reflejados en una serie de actitudes que se repetirán de forma sutil. El padre es un maniático, el hijo y el nieto también lo son, aunque cada uno puede desarrollar distintas manías.

La familia, como centro de nuestro universo, es un lugar de origen, desarrollo y transmisión de una serie de esquemas de comportamiento. En el seno de la misma tendrán lugar innumerables intercambios, que marcarán la vida de las personas que componen esa célula. La mayoría tenemos una familia de origen que ha estructurado nuestra vida desde sus inicios, transmitido normas, reglas de conducta, ejemplos de comportamiento, que han generado recuerdos, vivencias, imágenes que se borraron al instante de ser interiorizadas – por lo menos en el consciente – o conceptos y sensaciones que se grabaron a sangre y fuego. Algunas positivas, como el cumpleaños en el que recibimos el mejor regalo del mundo; otras tristes, como el día que se separaron mis padres. Ciertos recuerdos (programas) se grabaron con tanta fuerza que han perdurado en el tiempo hasta formar parte de nuestros esquemas de comportamiento.

Comprender cómo funciona la psique de un ser humano y los entresijos de su personalidad puede resultar algo complejo, pero también lo es unir un rompecabezas de dos mil unidades, sobre todo al principio, y a medida que se va formando el dibujo, vemos más cerca su final y nos resulta más sencillo. La comprensión de los esquemas de comportamiento a los que se asocian algunas de nuestras actitudes, debe ayudarnos a configurar un proyecto, a entendernos mejor, a favorecer el encaje de las piezas.

Y si el mapa completo representa unir todos los cabos sueltos de nuestra personalidad, la comprensión de cada elemento que forme esa carta de navegación ayudará a que nos entendamos mejor y resulte así más armónica nuestra vida, la relación con los padres, hijos, hermanos, pareja, amigos... y con nosotros mismos.


Tristán Llop
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