Tenemos la costumbre de etiquetar nuestras experiencias justo después de haberlas vivido o incluso antes y lo hacemos en función del placer que nos han proporcionado. A menudo olvidamos que hacemos pasar
malas experiencias a nuestros hijos pero con la cantinela "es por tu bien".
Entonces ¿Por qué no somos capaces de ver las nuestras con la misma distancia que vemos la de nuestros hijos?
Veamos un punto de vista distinto...
Si crees que esta reflexión es interesante, compártela. Gracias.
Tristán Llop
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