La mochila: ligeros de equipaje

Rosa vuelve a iluminarnos con su relato sobre el simbólico Camino de Santiago. Esta vez nos hará reflexionar sobre la importancia de elegir los elementos adecuados cuando nos disponemos a iniciar un nuevo sendero. Tomemos buena nota de cara al próximo curso y empecemos a vaciar la mochila.

La mochila es uno de los elementos básicos para hacer el Camino de Santiago. Durante los días que transitamos por la ruta de las estrellas, la mochila es nuestra más fiel compañera de viaje porque en ella llevamos todo lo que necesitamos para realizar la peregrinación…
Lo que sucede con la mochila es algo muy curioso, que debería hacernos reflexionar. Hay días que se adapta a nuestra espalda, como si formase parte de ella, y ni siquiera nos damos cuenta de que la llevamos a cuestas. Otros días, la misma mochila, con el mismo peso, se nos clava en las costillas y nos hunde como si fuera una losa.

La primera vez que hice el Camino de Santiago, mi mochila estaba llena de cosas inútiles. Alguien me aconsejó que debía llevar medicinas para todo, como si a lo largo de la ruta no hubiera cientos de farmacias donde poder adquirir el medicamento apropiado, en caso de necesitarlo. Mi mochila llevaba un botiquín de lo más completo, que ya lo hubiera querido para sí la Cruz Roja.

Pocos días después de iniciar el Camino, lo que más me dolía, a causa del peso de la mochila, era la espalda. Al llegar a un punto de la ruta, la Divina Providencia hizo que me encontrara “al azar” con un personaje del Camino, al que llamaban “Pablito”. Este hombre, nada más echarme la vista encima, me dijo: “Con todo ese peso en la mochila, no vas a llegar a Santiago”.

Lo primero que hizo fue ajustármela, pues mi inexperiencia me hacía llevarla colgando, con lo que la mochila tiraba de mí hacia atrás con todo su peso. Nada más ponerla en su sitio sentí un inmenso alivio. Después, “Pablito” –al que no he vuelto a ver nunca más en otras ocasiones por la misma ruta- me aconsejó que me deshiciera de todo lo innecesario y además me regaló una vara de avellano, que todavía conservo, para que pudiera servirme de apoyo.

No me hice de rogar, y en el primer albergue en el que pernocté después del consejo de “Pablito”, dejé todos los medicamentos y toda la ropa y los utensilios que llevaba “por si acaso”. Me quedé sólo con lo imprescindible y, gracias a que vacié mi mochila, no tengo ninguna duda, pude llegar a Santiago.

Le estoy inmensamente agradecida a este hombre al que, como digo, no he vuelto a ver. Regalándome sus consejos y su vara de avellano, me hizo un regalo aún mayor al mostrarme que el Camino, el de Santiago y el de la vida, hay que hacerlo, como decía Antonio Machado, “ligero de equipaje”.

La mochila actuó como un símbolo de todo lo que yo debía abandonar para siempre en el Camino. Y no sólo tuve que vaciar la que llevaba en la espalda, sino que, mientras continuaba andando por la mágica ruta de las estrellas, también tuve que descargar esa otra mochila que no se ve. La que está repleta de sentimientos, pensamientos, emociones y malas experiencias del pasado que, si no nos deshacemos de ellas, impedirán que lleguemos a nuestro particular y simbólico Santiago.

Rosa Villada
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Interpretación del código hebraico

A continuación tenéis la explicación-interpretación de las 22 letras del código hebraico (realizado por Kabaleb), un lenguaje espiritual que os ayudará a comprender mejor el funcionamiento del macrocosmos y de vuestro microcosmos. En este texto se os propone la tirada de una letra-fuerza diaria para familiarizaros con ellas y para saber las sorpresas que os aguardan en cada jornada. Más adelante os propondré nuevas propuestas para trabajar con este código mágico, místico y cósmico.
En nuestro universo existen 22 fuentes de energía primordial, 12 de ellas provienen de los 12 signos del zodíaco y las otras diez de los diez Séfiras del Árbol Cabalístico. (Aquí tenéis un enlace para poder ir a una letra concreta)...

En la revelación dada a Moisés y que constituye el cuerpo de la Cábala, esos 22 estados de la energía fueron simbolizados en 22 signos que constituyeron las 22 letras del código hebraico, es decir, constituyeron la lengua del pueblo elegido que, como hemos dicho en varias ocasiones, corresponde a un pueblo espiritual, aquel que en un momento dado fue capaz de recibir el cuerpo del Pensamiento, y el pueblo que ahora, en nuestros días, es capaz de comprender ese lenguaje del que ahora vamos a hablar.

Las 22 letras del código hebraico dieron lugar a una lengua que permitía al pueblo de Israel entenderse físicamente, cierto, pero el auténtico lenguaje del pueblo elegido es espiritual, de modo que esas 22 letras constituyen la lengua que nos permite hablar con Dios, con nuestro Dios interno y comprender sus designios.

Como cada letra corresponde a un estado energético, las letras que componen una palabra han de expresarnos, además de la fonética de la palabra en sí, una relación de fuerzas. Esa relación puede ser armónica, y en ese caso portadora de estabilidad, de coherencia y, por lo tanto, de duración, o puede ser inarmónica, y en tal caso las fuerzas que integran la palabra no se complementarán o incluso se destruirán entre sí por corresponder a estados muy distintos, incompatibles. Si esto ocurre, aquella palabra anunciará una destrucción o simplemente una irrealización, algo que pretendía ser y que no será porque no se ajusta a las divinas normas.

Esta lengua nos permite comprender los designios de Dios, decíamos, y los entenderemos descifrando, con este procedimiento, los nombres divinos y humanos que aparecen en la Biblia y en la Cábala. ¿Qué significa Jehová? ¿Kether? ¿Hochmah? ¿Binah? ¿Qué quiso decirnos Jehová por mediación de Moisés al anunciarnos que Adán y Eva tuvieron un hijo llamado Abel? ¿Y qué significado tiene el que de Abraham naciera Isaac y de éste Jacob? Lo sabremos si estudiamos la combinación de fuerzas activas en esos nombres, a través de las letras que los componen, y veremos así cómo de una determinada fuerza nace ineludiblemente otra.

Si el estudio de las 22 letras hebraicas nos permitiera comprender el proceso creativo de la acción divina en el mundo humano, el conocimiento de la lengua divina ya constituiría un instrumento de supremo valor. Pero sus significados van mucho más allá.

Nosotros mismos somos agentes transformadores de esas fuerzas y con nuestro maniobrar humano alteramos su orden natural. Perdidos en un mundo de valores establecidos por nuestros propios errores, nos cuesta saber si haciendo esto o aquello estamos obrando conforme a la ley divina o sirviendo objetivos puramente personales. El conocimiento de la lengua divina nos permitirá saber si nos desviamos de nuestra ruta espiritual o si seguimos firmemente en ella. ¿De qué forma?

La bondad divina nos ha legado un libro al que se le han dado diversos nombres. La tradición lo conoce como el Libro de la Rota o de la Ruta. Cambiando la fonética y el orden de las consonantes sale el nombre de Tora, que significa ley; pero su nombre más divulgado es el de Tarot.

El Tarot tradicional es un libro formado por 22 imágenes, conocidas con el nombre de Arcanos Mayores, cada una de ellas correspondiente a una de las 22 letras del código hebraico, o sea, que cada lámina del Tarot representa un estado energético. La consulta de este Libro de Ruta, antes de iniciar una acción determinada, nos dirá si lo que vamos a emprender es conforme o no a las necesidades de nuestro destino. ¿Qué es lo que debemos hacer para que esto ocurra?

En primer lugar, nos aislaremos en un lugar de la casa donde nadie pueda interrumpirnos, tomando entre nuestras manos los 22 Arcanos Mayores del Tarot, o sea, el juego de cartas, puede ser el tarot de Marsella. (otra opción es dibujar en 22 trozos de papel iguales, las 22 letras-fuerza). Luego nos concentraremos sobre el asunto objeto de nuestra consulta, como si de algo sagrado se tratase, ya que todo cuanto hacemos, se trate de amores, de dinero o ambiciones, tiene, en último análisis, un cariz sagrado, puesto que sea lo que sea comprometerá nuestra existencia.

Ya concentrados sobre el objeto de nuestra consulta, mientras invocamos la ayuda de Kether. de Hochmah y de Binah, lo que equivale a decir del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, iremos desplegando las cartas encima de la mesa en desorden, boca abajo y moviéndolas con las dos manos; Este movimiento corresponde al caos inicial. Siempre sin dejar de pensar en lo que motiva la consulta, se recogerán las cartas con la mano derecha y se procederá a barajarlas 7 veces con la mano derecha, sujetándolas con la mano izquierda: es el proceso de ordenación propio de la sabiduría de Hochmah. Luego, dejándolas encima de la mesa, se cortan con la mano izquierda, representante de Binah, hacia el lado izquierdo (del corazón).

Efectuadas estas operaciones, se echan las cartas boca arriba. Se puede realizar una tirada de 5 cartas, que corresponderían al Yod-He-Vav-He del nombre divino más la quinta esencia, que es lo mismo que decir: al ciclo de Fuego (impulso inicial); al de Agua (interiorización); al de Aire (exteriorización); al de Tierra (materialización) y a la 5ª esencia (resumen final) y se procede a su interpretación.

Otra sugerencia es la de tirar una sola carta, lo cual hará más sencilla la interpretación. Lo ideal sería realizar cada día por la mañana una tirada preguntando cómo se presenta la jornada, lo cual nos facilitará pistas sobre cómo orientar nuestra energía.

La mala comprensión de la lengua divina ha dado lugar a todo tipo de deformaciones, y así vemos cómo las echadoras de cartas venden una ciencia sagrada que no conocen. No es que sus resultados sean inciertos, ya que en cuanto se atribuye un valor determinado a una imagen, se crea un artificial que lo relaciona con la realidad que se le atribuye, de modo que se pueden anunciar, mediante sistemas erróneos, acontecimientos ciertos que se producirán o no se producirán. Lo que no hará el falso sistema será indicar al alma si aquello es conforme a su programa de vida o si no lo es.
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El Aleph (letra 1 de la cábala)

La primera letra-fuerza es el Aleph. El Aleph representa lo primordial, el soplo primigenio salido de Kether, el Padre, encerrando en sí todas las potencialidades, pero sin configurar ninguna realización material. Es un poder energético, sin el cual nada podría hacerse. Es el principio de todas las cosas; es designio divino y, en el plano humano, es un vasto propósito, vasta predisposición para algo que nos sobrepasa, que está más allá de nosotros mismos. En nuestro actual estado evolutivo, no podemos identificarnos conscientemente con el Aleph y cuando esa fuerza es activa en nuestra vida, nos utiliza inconscientemente como instrumentos de Dios...

Respecto a los elementos, el Aleph representa el primer estadio del Fuego. Es fuego en semilla, ese fuego que se encuentra en lo profundo de todas las cosas y que les permite arder al contacto con la llama. Hasta en la piedra encontramos encerrado el Aleph, y si rascamos dos piedras, surge la chispa que delata esa presencia, principio de todo lo creado.

En el ciclo zodiacal, el Aleph corresponde al signo de Aries, que también es principio. Todo lo que es número uno a cualquier nivel, lo es también en otros ciclos.

Debemos aplicar la ley de analogía constantemente y esa ley nos permitirá descubrir lo ignorado gracias a lo conocido, puesto que una verdad lo es si análogamente puede aplicarse a los procesos visibles y conocidos. En el orden planetario, Aleph es el rostro oculto del Sol, ese Sol invisible del que hablan los místicos y que en el árbol cabalístico está representado por Kether.

En el Tarot, el Aleph aparece bajo la imagen del Mago, lámina nº 1, carta indicadora de potencialidades infinitas cuando aparece al inicio de un juego. El Mago indicará que la persona es movida por una fuerza inconsciente y que bajo ese impulso puede dar de sí algo extraordinario que sobrepasará su medida humana.

Si el Mago aparece «enterrado» en mitad de un juego, puede ser anunciador de un peligro, ya que el Aleph, que es energía pura, cuando surge inesperadamente en mitad de nuestra vida, lo que hace esa energía es destruir lo edificado para volverlo a su estado primordial, como si una bomba atómica cayera sobre nuestra realidad.

Es muy difícil canalizar positivamente la energía del Aleph, puesto que a través de él Dios insufla Su voluntad en el ser humano, poniendo en su alma un designio que lo impulsa a abandonarlo todo para proceder a su realización. Dicen los cabalistas que Aleph es vida-muerte-vida, en el sentido de que, siendo la fuerza que produce la vida, es también la que destruye toda cristalización.

En cualquier tirada, el lugar del Aleph es el de la primera carta. Si aparece en posición He (2), diremos que la voluntad divina actúa en las circunstancias. Si en posición Vav (3), el Aleph estará en acción, substituyéndose a la acción humana: Dios actuará por mediación del ser, como ocurría con esos héroes de la Ilíada, en la guerra de Troya, que a veces se veían usurpados por los dioses, que se combatían a través de ellos. Si aparece en posición de segundo He (4), el Aleph será el fruto, el hijo, el resultado.
Kabaleb
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El Beith (letra 2 de la cábala)

La segunda letra-fuerza es el Beith. En el Beith se produce una condensación, una interiorización de la luz del Aleph. El Séfira que la representa es Hochmah. Representa la etapa de interiorización del designio divino. Toda energía, para ser manifestada en un plano cualquiera, necesita pasar por una interiorización; debe llenar el receptáculo a través del cual ha de expresarse, antes de que pueda derramarse al exterior. Esa condensación de la fuerza divina produce el amor. A nivel humano, es el amor no revelado, del que no hemos tomado aún conciencia, pero que actúa en nuestro interior produciendo fidelidad a la ley en lo humano , a una persona. El Beith tendrá, pues, la virtud de hacernos obedientes al propósito divino, pero sin ser conscientes de la existencia de tal propósito...

Entre los elementos, el Beith representa el segundo estadio del fuego, que podemos definir como iluminación interior. Es el chorro luminoso que, al vaciarse en nuestro fuero interno, nos purifica y transmuta.

En el ciclo zodiacal, el Beith corresponde al signo de Leo, que es el segundo signo de Fuego y también nº 2 en el orden de la manifestación zodiacal. En el orden planetario, Beith corresponde a Urano, primero de los planetas emanados de la nebulosa central representada por Kether-Sol oculto.

En el Tarot, el Beith aparece bajo la forma de la Sacerdotisa, figura femenina que expresa la espiritualidad en forma pasiva, es decir, interiorizada. La carta significará que un designio se está abriendo paso por el interior, no habiendo llegado a exteriorizarse aún.

En el terreno oracular, la Sacerdotisa expresará: secreto, misterio enterrado, propósito del que la persona no es consciente; en ciertos contextos: estado de buena esperanza. Es un «no» a corto plazo, pero puede ser un «sí» cuando el proceso de interiorización llegue a su fin. En todo caso, un designio cósmico se ha encarnado en la persona, contraviniendo tal vez los propósitos humanos. Si la carta aparece en mitad de un juego, es que hay un secreto encerrado que puede facilitar u obstaculizar aquello que se aguarda.

El Beith simboliza una casa, una morada y es el arquetipo primordial de todas las moradas, de todos los recintos que la vida necesita para manifestarse. Como morada primordial es el vientre femenino en el que el nuevo ser prepara su existencia. Su lugar natural en un juego es la posición He (2) En cualquier otra posición, indicará que algo está alterado en relación con el objeto de la consulta.
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El Ghimel (letra 3 de la cábala)

La tercera letra-fuerza es el Ghimel, que representa la exteriorización de las energías del Aleph concentradas en el Beith. El Séfira que la representa es Binah. A través del Ghimel, el designio divino se exterioriza, se hace visible, siempre utilizando al ser humano como instrumento inconsciente, de modo que en esa primera etapa, representada por las tres primeras letras, en el Aleph Dios hace concebir al ser un propósito que él ignora y lo impulsa a actuar de acuerdo con él; en el Beith hace que, con su modo interno de comportarse, sea obediente a ese propósito, y en el Ghimel lo exterioriza a través de sus obras, de sus palabras, de su mente, de su acción social...

Para que esa exteriorización sea posible, el ser deberá adaptarse al contexto social, humano, en el que se halla inserto. La ley de Binah, de la renuncia o limitación, será activa en el Ghimel.

A nivel de elementos, el Ghimel representa el tercer estadio del Fuego, que podemos definir como luz que se proyecta para convertirse en creación. En el ciclo zodiacal, el Ghimel corresponde al signo de Sagitario, que es el tercer signo de Fuego y también el nº 3 en el orden de manifestación zodiacal. En el orden planetario, el Ghimel corresponde a Saturno, segundo de los planetas emanados de la nebulosa central. Saturno realiza con las fuerzas del Ghimel funciones formadoras, convirtiendo la luz en realidades tangibles, creando situaciones concretas, las cuales son administradas por su «hijo» Júpiter, que es el regente del Sagitario instituido.

En el Tarot, el Ghimel aparece bajo la imagen de la Emperatriz, imagen femenina que indica que el Ghimel actúa a través de la imaginación, que es una fuerza femenina y que es con ella que se efectúan las cristalizaciones en el mundo material. Por otra parte, siendo la Emperatriz la expresión gráfica de Binah, la matrona que concibió nuestro universo físico, no podía ser más que una mujer con poderes, tal como lo manifiesta la carta.

La Emperatriz significará, pues, al aparecer en nuestro juego, que un propósito espiritual se encuentra en su fase de exteriorización y ello ha de catapultar al individuo lejos de su realidad actual: lo llevará a otro terreno, a otra dimensión, ya que la expresión de una fuerza espiritual, que hasta entonces había permanecido oculta, no puede pasar desapercibida en la vida, tiene que notarse.

Esa exteriorización se presentará, quizá, bajo la forma de un viaje, ya que a la lejanía psíquica respecto al estadio anterior corresponde una lejanía física. De ahí la asociación de Sagitario y la Casa IX, que se corresponde con los viajes. La Emperatriz ha de anunciar siempre una nueva ruta que se abre en virtud de la acción divina. El ser no es aún consciente de las fuerzas que lo impelen a moverse. Siente únicamente la necesidad acuciante de acometer nuevas empresas.

Notemos finalmente que el propósito espiritual no conlleva forzosamente una acción en el sentido de la moral, ya que si el destino del individuo exige experimentar lo violento y lo cruel, la fuerza espiritual que lo mueve le impulsará hacia ese tipo de experiencias, que su acción pasada ha convertido en necesidad. Tal vez resulte más comprensible el significado del Ghimel si sustituimos la expresión “designio divino” por “designio de nuestro Ego” puesto que es el Ego Superior quien ejecuta la política divina de cada uno de nosotros.
Todo propósito espiritual, para realizarse en el mundo físico, necesita «oscurecerse», necesita un ropaje material con el que cubrirse. El Ghimel representa esa luz rodeada de tinieblas, la encarnación de lo divino en lo humano. En los misterios cristianos, es María sacando de sus entrañas al sublime Redentor. La Emperatriz anunciará, pues, que la redención está en marcha.

En las escuelas iniciáticas, el Ghimel, es decir, la letra G, aparece en el centro de un triángulo. Ya dijimos que el triángulo es la primera figura tangible que ofrece una forma concreta. Dios no creó el universo inferior en el que nos movemos hasta que su tercer centro, Binah, no entró en actividad. La tercera letra ha de ser, pues, indicadora de creaciones a nivel inferior. A veces, esta letra G es sustituida en el centro del triángulo por un ojo del que se desprenden unos rayos luminosos que dispersan unas nubes cubriendo el paisaje. Se quiere simbolizar así la luminosa acción divina que disipa las brumas de las situaciones materiales.

La aparición de la Emperatriz en un juego ha de significar, pues, una claridad aportada por la intervención de la inteligencia divina en los asuntos humanos, aunque esa claridad, como ya hemos apuntado, tome la forma de un oscurecimiento pasajero.
Kabaleb
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El Daleth (letra 4 de la cábala)

La cuarta letra-fuerza es el Daleth y representa el resultado tangible de la acción de las tres fuerzas anteriores. La vida se ha modificado tras la acción del Ghimel, y el Daleth refleja el resultado de esa modificación. Cuando nuestra situación en el mundo cambia, cambian igualmente nuestras perspectivas de acción futura, de modo que el Daleth, reflejo de esta situación, es al mismo tiempo un resultado y un portador de gérmenes nuevos, al igual que la fruta, que constituye el producto elaborado terminal de un ciclo, pero que al mismo tiempo contiene la semilla portadora de futuros frutos. El Séfira que representa al Daleth es Hesed, el Centro de la abundancia paradisíaca...

En ese estadio, el ser humano toma conciencia de su obra y de sus poderes, al ver ante sí el fruto tangible de su anterior actuación inconsciente. Hesed-Daleth representan, pues, el inicio de un nuevo ciclo, el segundo, y, por lo tanto, en esta letra, igual que en el Séfira, se encuentran interiorizadas las virtudes ígneas de Kether, por ser la primera letra de un nuevo ciclo, y las virtudes acuosas de Hochmah, por formar parte del segundo ciclo. Agua y Fuego combinados dan esa abundancia y plenitud que el Daleth representa.

A nivel de elementos, el Daleth representa el punto de transición entre el Fuego y el Agua, entre el ciclo que termina y el nuevo ciclo que empieza. En el orden de los fenómenos naturales el Daleth sería el agua del cielo, las aguas dulces de las que tanto hablan los cabalistas, las nubes antes de precipitarse bajo la acción de la letra siguiente.

En el ciclo zodiacal, el Daleth corresponde a la transición de Sagitario a Cáncer, primer signo del ciclo de Agua. En el orden planetario, el Daleth corresponde a Júpiter, tercero de los planetas emanados de la nebulosa central.

En el Tarot, el Daleth aparece bajo la imagen del Emperador, sentado, es decir, en posición estable, indicando un poder que emana de la voluntad, atributo masculino. Si el Emperador aparece en tu juego, significa final exitoso de una primera etapa, toma de conciencia de unos poderes, de una fuerza moral con la que abordar la etapa siguiente. Si en la etapa anterior, la del Ghimel, Dios utilizaba al ser humano como instrumento, en el Daleth, Dios y el ser, mano a mano, colaboran en la realización de la obra, y se trata de un ser inocente, primigenio, no sometido aún a la ley del karma. ¡Qué no pondrá ese ser uniendo su voluntad a la voluntad de arriba! De ahí que el Emperador sea considerada como una carta de suerte, portadora de fecundidad futura.

Con el Emperador queda cubierta la etapa de los propósitos, correspondiente al mundo cabalístico de las emanaciones. Diremos, pues, que las cuatro primeras letras: Aleph-Beith-Ghimel-Daleth corresponden al estadio del Fuego, lo mismo que las cuatro primeras láminas del Tarot que las simbolizan: el Mago, la Sacerdotisa, la Emperatriz y el Emperador.

La aparición en el juego de Aleph-Mago significará que la voluntad divina (nuestro Ego) se manifiesta con rigor para crear o destruir una situación. Con el Beith-Sacerdotisa diremos que la providencia divina se manifiesta para perfeccionar y llevar a su madurez algo que está corriendo en el interior. Con el Ghimel-Emperatriz diremos que la inteligencia divina se proyecta, se manifiesta en un punto determinado para modificar lo allí existente. Con Daleth-Emperador diremos que el proceso de elaboración de la idea ha tocado a su fin, dando lugar a un resultado: la firme determinación de instituir, en el mundo de los sentimientos, aquello que nuestro Ego ha elaborado. Con el Daleth-Emperador la personalidad mortal empieza a colaborar en las tareas espirituales.

Cada una de esas cuatro letras corresponde al nombre divino: Yod, He, Vav, He, es decir, corresponde a todo un ciclo de creaciones, y si cada fuerza, por separado, corresponde a la manifestación de un Séfira, en su conjunto expresan las potencialidades de Kether y su atributo: la voluntad, y podríamos llamar a esos cuatro tiempos: 1º: voluntad de voluntades; 2º: voluntad de amor; 3º: voluntad de sacrificio o voluntad de limitación a un dominio determinado; 4º: voluntad de multiplicación y abundancia, de resurgimiento.
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El He (letra 5 de la Cábala)

La quinta letra-fuerza es el He y representa la irrupción de un nuevo elemento en las tareas creadoras: el Agua, gran propagadora de la vida universal. El Agua, como elemento filosófico, da lugar a la formación de los sentimientos, de las emociones, de los deseos. La fruta del Daleth pierde aquí su carácter de fruta para convertirse en pura semilla.

Como iniciador de un nuevo ciclo, el He se encuentra en afinidad con el Aleph y si en éste el potencial de las energías divinas penetraba en el ser humano, en el He es el potencial de los sentimientos el que irrumpe con fuerza, haciéndolo sensible a las realidades emotivas. El Séfira que representa el He es Gueburah, el llamado mar Rojo...

En el zodíaco, el He corresponde al signo de Cáncer. Aquí empiezan las disparidades en el significado de los números entre el ciclo de 12 elementos, el zodíaco, y el ciclo de diez, el sefirótico, que hemos señalado en la nota preliminar de esta lección. Mientras en el sistema instituido por el Dios de nuestro sistema solar, el segundo He de un ciclo es al mismo tiempo el Yod de un nuevo ciclo, en el modelo anterior, el zodiacal, tenemos que el He del primer ciclo y el Yod del segundo están separados: uno es el fruto portador de semillas y el otro la semilla propiamente dicha. Se conservan grabados de zodíacos primitivos en los que aparecen 16 signos en lugar de los 12 que hoy conocemos.

En el Tarot, el He está representado por el Papa, lámina nº 5. La figura del Papa simboliza la Iglesia, la fe, el amor universal. Si el Papa aparece en el juego debe interpretarse como una movilización sentimental. Significa: poderío de los sentimientos, voluntad de realizar el programa de las emociones, fecundidad emotiva, disponibilidad para el amor. Con el He-Papa el hombre se descubre a sí mismo y parece decir: «Yo primero, yo antes de cualquier otra cosa».

Cualquiera que sea el objeto de la consulta, la aparición del Papa indicará que no será la lógica ni la razón las que moverán al individuo, como tampoco las consideraciones de tipo moral ni práctico, sino puramente las emotivas. El móvil de la acción es difuso, vago: el ser no sabe muy bien por qué hace esto o aquello; tan sólo siente que tiene que hacerlo así.

El He es el creador de la Fe, ya que encontrándose en un nivel más bajo en la escala de los elementos representa el Agua sólo la fe, que es confianza viva, le permite participar en la existencia del principio más elevado. La carta anunciará, pues, igualmente una fe naciente, indestructible, una confianza ciega en algo que el individuo no puede ver.
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El Vav (letra 6 de la cábala)

La sexta letra-fuerza es el Vav. En ella, el potencial del He, que es vida universal, agua pura, sentimientos difusos, se interioriza, regando todo nuestro ser interno. En el orden de fenómenos naturales, puede decirse que el Vav es el agua de los ríos, procedente de las aguas dulces del He, caídas en forma de lluvia.

Es, pues, esa agua que riega la tierra y que permite que todo crezca con exuberancia, tanto las buenas como las malas hierbas y, a nivel individual, tanto los buenos como los malos sentimientos...

El Vav es el agente fecundante macho, el que engendra el deseo, el que da al deseo la posibilidad material de existir. Si el He constituye la semilla de los sentimientos, el Vav representa el arraigo de esos sentimientos en nuestro interior. El Vav es un Beith a nivel emotivo y si dijimos que el Beith es el arquetipo de todos los continentes, la primera de las moradas, podemos añadir que el Vav es el que construye en nuestro interior la casa de los sentimientos, o sea, los sentimientos han hecho nido.

Sin embargo, como letra, el Vav es un puente de enlace entre dos estados y no existe en lengua hebraica ni una sola palabra que empiece con el Vav, ya que si su función es relacionar dos estados entre sí, tiene que existir, evidentemente, un estadio previo para relacionarlo con el otro. Las ideas de morada de los sentimientos y de signo de enlace parecen inconciliables, pero hay que considerar la estancia sentimental como una etapa hacia un objetivo superior.

En el nombre divino –Yod-He-Vav-He encontramos el Vav entre los dos He, transmitiendo vida. Su doble calidad de trazo de unión entre dos estados y de morada es puesta en relieve por la vinculación del Vav al orden zodiacal y al orden sefirótico.

En el zodíaco, el Vav representa el signo de Escorpio, plaza fuerte de los sentimientos. En el árbol sefirótico, representa al Sol-Tiphereth. De Escorpio le viene al Vav una herencia de tinieblas, ya que en este signo se produce la interiorización de los sentimientos, o sea, los sentimientos se cubren de un manto material. De Tiphereth hereda el chorro de luz líquida procedente de las aguas luminosas de Hochmah. Esa doble herencia del Vav lo convierte en el signo que comunica la luz con las tinieblas, de modo que el Vav lo mismo puede ser el puente que conduce a lo sublime que la palanca para regresar a niveles inferiores.

En el nombre divino, el Vav es el elemento activo, el que señala el período en que el individuo tiene que confrontar su potencial interior con la posibilidad que le ofrecen las circunstancias y crear con ellas una nueva realidad. Esa acción lo conducirá a la luz o a las tinieblas, al futuro o a estadios del pasado. Dios se oscurece en el Vav para que otros seres puedan existir, cumpliéndose en él los misterios de Binah, cuya función, como vimos al estudiar ese Séfira, es la de Vav, lo mismo que Tiphereth, Vav de su ciclo, ya que el Sol, con ser la fuente de luz, es un pálido reflejo de ese Sol oculto que brilla en los mundos superiores. El acto de fecundación, regido por el Vav y por Escorpio, produce un oscurecimiento, un descenso del tono vibratorio, pero da lugar a la formación de un nuevo ser.

En el Tarot, el Vav está representado por la lámina nº 6 que lleva el nombre de: el Enamorado. En ella aparecen tres figuras representando a un hombre indeciso entre dos mujeres, cada una señalándole un camino, mientras en el cielo, Cupido se prepara a disparar la flecha del amor, indicando que el amor, los sentimientos, serán los determinantes de la conducta del personaje, los que lo inclinarán hacia el camino de la derecha, donde se encuentra la linda Raquel o al de la izquierda, donde se encuentra la fea hermana mayor, Lea (la historia de Jacob, que se relata en los evangelios); es decir, hacia la luz o hacia las tinieblas.

Si el Enamorado aparece en tu juego, interprétalo como el anuncio de una indeterminación, lo cual no significa inmovilismo, ya que siendo por excelencia una carta de acción, no cabe la inhibición. Ocurrirá que el individuo se encuentra en una encrucijada, en la que, si por una parte una fuerte corriente lo impulsa hacia la superación de su naturaleza inferior, por otra parte el pasado gravita muy fuerte sobre él y siente la tentación de refugiarse en el confort de lo conocido, de aquello que domina bien y que, de elegirlo, le permitirá sentirse en seguridad, mientras que el futuro se presenta como una incógnita.

Anuncia, pues, que la persona se encuentra en un momento crucial y lo que decida condicionará de manera decisiva su porvenir.
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El Zaín (letra 7 de la cábala)

La séptima letra-fuerza es el Zaín. Su símbolo es una flecha disparada al aire, virtualmente capaz de dar en todos los blancos. Por ello dicen los cabalistas que el Zaín es una fuerza disparada a todo lo posible. En el Zaín, el deseo que el Vav ha encerrado en su recinto, se dispara; es decir, se exterioriza, lanzando al ser humano a la conquista del mundo.

No se trata aquí de recuperar el pasado, como sucede en el estadio Vav, donde las nostalgias del ayer son muy activas, sino de conquistar, pieza a pieza, lo que se pone por delante, sea lo que sea, porque el deseo no es una fuerza selectiva, sino una fuerza que se expande englobándolo todo indiscriminadamente...

El ser movido por el Zaín será como esa flecha disparada al aire y que lo mismo puede caer en uno que en otro objetivo.

Vemos, pues, en el estadio Agua, como el He ofrece la materia prima con la que elaborar el deseo. En el estadio Vav, el deseo se concentra, se constituye en fuerza interior oscura y fecundante. En el estado Zaín, el deseo se dispersa, se diluye, dejando de ser fuerza para convertirse en objeto creado por esa fuerza.

Es decir, el amor que en el estadio Vav es un sentimiento que transita por el interior, en el Zaín se ha convertido en conquista de una persona, de un objeto, y en esa conquista queda agotada la fuerza interior.

En el orden zodiacal, el Zaín corresponde al signo de Piscis. En el orden sefirótico, el Zaín corresponde a Netzah-Venus. Esa doble vinculación nos permite comprender mejor la naturaleza de esta fuerza llamada Zaín. De Piscis le viene su cualidad multiplicadora del deseo, puesto que Piscis representa la etapa de exteriorización del agua-sentimientos. De Netzah le viene su capacidad formadora o configuradora de una realidad; le viene su preciosismo, la búsqueda del detalle suntuoso, del lujo, del placer refinado. Le viene de Netzah la esperanza de encontrar la belleza en toda conquista, y de ahí el afán de ir a por todas, de no despreciar ninguna aventura posible. Así, el deseo se embellece, se convierte en expresión artística, se ennoblece y, al ennoblecerse, se justifica a los ojos del propio interesado, de modo que la etapa Zaín será multiplicadora de vivencias; el ser no se sentirá atado a nada, ya que todo compromiso, toda fidelidad, limitaría forzosamente la expresión de esa fuerza que no admite limitación ni barreras.

El Zaín es una fuerza en analogía con el Ghimel, pero en Ghimel era el pensamiento divino el que se exteriorizaba. Aquí es el deseo y, éste está regido por el segundo aspecto de la divinidad, por Hochmah, de modo que aunque esa etapa de exteriorización pertenezca a las funciones de Binah, a este Séfira le es más difícil imponer sus leyes reductoras de sacrificio y limitación, dado que Hochmah no conoce límites. No pudiendo imponer el sacrificio en el presente, Binah lo impondrá en el futuro, de modo que el Zaín será siempre portador de abundante karma: sus aguas son las famosas aguas amargas de que hablan los cabalistas.

En el Tarot, el Zaín está representado por la lámina nº 7, que lleva el nombre de: el Carro. En ella vemos un jinete montado en una carroza conducida por dos caballos, uno blanco y otro negro, de los cuales sólo se ven las patas delanteras. En realidad, se trata de hipocampos, ese mítico caballo de mar que se mueve en el agua, dominio de las emociones. El jinete está en posesión de un bastón de mando, atributo de poder, pero los caballos carecen de riendas con las que ser dirigidos, de modo que no tiene dominio alguno sobre ellos, que lo llevan a todas las direcciones posibles.

Si el Carro aparece en tu juego, interprétalo como el revelador de un afán tuyo de ir a todo lo posible, de disparar tus esfuerzos en todas direcciones. Es el síntoma de que dentro de ti bulle un mar de emociones que piden salida y cualquier objetivo les parecerá plausible con tal de ser liberadas. Es la marca del individuo que dirá sí a todo y que, por lo tanto, le faltará concentración en una empresa determinada. Llevará la fecundidad dondequiera que vaya, pero no la profundidad ni la estabilidad. Todo lo que haga, lo hará propulsado por sus emociones y deseos, sin que exista un objetivo de orden práctico ni racional.
Kabaleb
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El Heith (letra 8 de la cábala)

La octava letra-fuerza es el Heith. Su símbolo son unas balanzas portadoras de la idea de equilibrio. El Zaín, con su formidable impulso liberador, lo ha desequilibrado todo y ha convertido la vida del ser humano en un descomunal multi-compromiso que ata a las gentes y a las cosas y todo el mundo tira de él hacia su lado, amenazando con despedazarle. Volver a una situación de equilibrio es una necesidad vital y el Heith aparece para cumplir esa función.

El Heith realiza funciones parecidas a las del Daleth, la cuarta letra que asegura la transición entre el ciclo de Fuego y el de Agua. Pero la transición que propiciará el Heith será la del ciclo de Agua al de Aire. Como fuerza terminal de un ciclo, las virtudes del elemento que se va el Agua se encontrarán sublimadas, quintaesenciadas, poetizadas, de modo que en el Heith los sentimientos son pura inspiración...

Por otra parte, las virtudes del ciclo que viene el de Aire aparecen como un presagio, como una intuición. Lo sublime del pasado y la intuición del porvenir son dos ingredientes que elevan al individuo a las alturas del arte. El Heith abre las puertas de todos los artes pero, en particular, del arte de vivir, los errores de su pasado emotivo lo hacen prudente y la intuición de cómo han de ser las cosas en el futuro lo predisponen a concebir las leyes por las que los seres humanos han de regirse.

Las leyes fueron dadas por Jehová a Moisés cuando la humanidad recibió el cuerpo mental, después de haber atravesado el mar Rojo y de haber vagado por el desierto. El cuerpo mental está en afinidad con el elemento Aire, de modo que el Heith representa el punto en el camino en que el individuo recibe el maná del cielo y, con él, la ley, la norma que debía permitirle transitar por el sendero sin despeñarse, llevando puesto al cinturón de seguridad. Del mismo modo que primero fue el órgano y después la función, también primero fue la ley y después el cuerpo mental con el que el ser debía descubrirla.

A nivel de elementos, el Heith representa, pues, la transición entre el Agua y el Aire. En el orden de los fenómenos naturales, el Heith representa la evaporación que el calor del cuerpo mental produce en las aguas amargas de mar-emociones-tempestuosas y encrespadas.

En el ciclo zodiacal, el Heith representa la transición entre Piscis y Libra, primero de los signos de Aire. En el orden sefirótico, el Heith corresponde a Hod-Mercurio, ese centro experto en leyes y en rigor.

En el Tarot, el Heith está representado por la lámina nº 8 que lleva el nombre de la Justicia. En ella vemos una matrona, imagen del segundo He, que lleva en la mano derecha una espada, símbolo del discernimiento, del elemento Aire, y en la mano izquierda unas balanzas en el punto fiel.

Si la Justicia aparece en tu juego, interprétala como un afán no concretado aún de abandonar un mundo de valores sentimentales para entrar en el universo de lo razonable. Significa que algo que ha interesado enormemente dejará de interesar y en el comportamiento primará la búsqueda de lo justo.

En un mundo que se rige sobre el pedestal de los valores sentimentales y egoístas, la aparición de la justicia significará la automarginación de ese mundo y la conducta del individuo puede parecer incomprensible a los que lo observan, ya que, habiendo llegado a la etapa final del ciclo sentimental, es rico en sentimientos y en afectos, es amado y estimado, y aparecerá como una ingratitud el que defraude tantos afectos para iniciar el camino de la razón que consiste, en una primera etapa, en conciliar los intereses propios con los intereses de aquellos con los que nos encontramos enfrentados. Fin del egoísmo, comienzo del altruismo, así puede resumirse el sentido de la Justicia.
Kabaleb
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El Teith (letra 9 de la cábala)

La novena letra-fuerza es el Teith, cuya imagen simbólica representa el lugar de reposo del ser humano, el techo que levanta para protegerse, su coraza y, más particularmente, la mujer primordial, compañera del hombre. El Teith constituye el punto de arranque de un nuevo elemento, el Aire, los deseos quedan definitivamente atrás y el germen del pensamiento es plantado.

Si el Heith representa el maná cayendo del cielo, el Teith representa la fase en que el maná es ingerido, o sea, la ley divina es implantada y, como es lógico, no puede pretenderse que el ser actúe en sintonía con ella, puesto que aún no ha sido asimilada y digerida, pero sí puede tenerse por seguro que en el estadio Teith el ser se aleja definitivamente de las emociones y deseos que habían guiado su vida para sintonizarse con la luz que viene de arriba...

El Teith realiza funciones parecidas al Aleph y al He, pero referidas al cuerpo del pensamiento. Es la semilla del pensamiento plantada en el ser, la semilla que ha de hacer florecer en él esa tierra prometida abundante en leche y miel, o sea, abundante en elementos nutritivos susceptibles de producir el renacimiento del Paraíso. La utilización de la mente le permitirá, en efecto, comprender la obra divina y participar en ella positivamente, como colaborador consciente del Creador, mientras que en los ciclos anteriores, en los de Fuego y Agua, era instrumento inconsciente en el primero y laboraba en la oposición en el segundo.

La mente protegerá al ser contra las acechanzas de sus instintos, como si fuera una coraza, en el primer techo que él levanta para su propia protección, y de ahí el símbolo del Teith.

A nivel de elementos, representa el Aire como fuerza primaria, o sea, el cuerpo del pensamiento en tanto que cuerpo, es decir, sustancia material que permite la elaboración de formas mentales, del mismo modo que la materia física nos permite la elaboración de formas físicas y materiales. En el orden de fenómenos naturales, el Teith representa el viento que transporta los gérmenes del pensamiento y los esparce por nuestra tierra.

En el ciclo zodiacal, el Teith representa Libra, signo cardinal de Aire, signo de la mujer por su oposición con Aries, que es el signo del hombre.

En el orden sefirótico, el Teith corresponde a Yesod-Luna y de ese centro de vida recoge la fuerza cristalizante que asegura la interiorización del maná en el ser humano. En Libra tiene lugar la unión de los contrarios, de lo masculino y de lo femenino, es el «lejano Oeste» zodiacal, punto en que la luz del Este se coagula en objetos concretos. El Teith incorpora en él este aspecto de Libra y Yesod-Luna potencia la imagen interior de la unión de opuestos.

En el Tarot, el Teith está representado por la lámina nº 9 que lleva el nombre de: el Ermitaño. En ella vemos la imagen de un anciano envuelto en una capa, en la que oculta un farolillo con el que alumbra su camino. Es la luz de la razón que empieza a brillar al final de un ciclo de experiencias, ya que en el ciclo de 10 elementos, el 9 es el más viejo, produciéndose tras él el retorno a la unidad.

Si el Ermitaño aparece en tu juego, interprétalo como una necesidad de conciliar lo positivo con lo negativo, la fuerza masculina y la femenina, lo individual con lo colectivo, lo consciente con lo inconsciente, buscando en todo el justo término medio, la solución buena para todos. Si en la letra anterior el ser aún dudaba sobre la actitud a tomar, aquí se orienta definitivamente hacia el descubrimiento de la ley cósmica y hacia la sincronización de su comportamiento con ella.
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El Yod (letra 10 de la cábala)

La décima letra-fuerza es el Yod. En la tabla alfabética vemos cómo el Yod encabeza la segunda fila de letras, situándose debajo del Aleph. Con el Yod se produce un retorno a la unidad, pudiendo decirse que el Yod es un Aleph interiorizado, o sea, el manantial de vida que en el Aleph es la simiente de todas las cosas, en el Yod es una fuerza que actúa desde nuestro interior y que, por lo tanto, nos da la posibilidad de crear todas las cosas.

Diremos así que el Yod es un Aleph en fase He, es decir, el poder divino plantado en nuestra tierra humana que es el cuerpo físico, estableciendo así en nosotros la base racional para la comprensión de la obra divina, puesto que nada puede comprenderse si no se lleva dentro la clave que ha de permitir esa comprensión. (Por ejemplo, si hemos aprendido francés, poniéndonoslo «dentro» de nosotros, entenderemos el francés que se nos habla desde el exterior)...

Si el Teith representaba el punto en el camino en que el individuo ingiere el maná divino, el Yod representará el momento de la asimilación de ese maná, o sea, la incorporación del pensamiento divino en nuestro organismo físico. A nivel de elementos, el Yod es el aire en su fase de creación y transformación interna. A nivel de fenómenos naturales, el Yod representa la fase en que las del pensamiento, transportadas por el aire, son aspiradas por los pulmones e incorporadas al organismo físico.

En el ciclo zodiacal el Yod representa el signo de Acuario y de ese signo hereda el poder creador que permite construir en la tierra los modelos edificados en el cielo. En el orden sefirótico, el Yod corresponde a Malkuth, pero siendo este Séfira un Kether potencial, el Yod representará al mismo tiempo a Kether en un nuevo ciclo, el de las creaciones internas, de modo que después de haber elaborado el escenario cósmico a través de las diversificaciones primarias de la energía del Aleph, Kether iniciará con el Yod la fase en que su creación elabora a su vez interiormente otra creación a imagen y semejanza de la primera.

En el Tarot, el Yod está representado por la lámina nº 10, que lleva el nombre de la Rueda de la Fortuna. En ella vemos la imagen de un monarca de faz simiesca, coronado en la cúspide de la Rueda, que es precipitado hacia abajo, al tiempo que eleva a otro personaje que se encontraba en el cuadrante de ascenso de la Rueda.

Esta lámina ilustra perfectamente los efectos del Yod sobre la vida del individuo, ya que el pensamiento divino, el cuerpo mental, al interiorizarse, desplaza los valores por los que se había regido hasta entonces el individuo. Hasta entonces, los deseos habían reinado en nosotros como monarcas absolutos, dictando sus leyes en nuestra conducta. Al aparecer el Yod, el rey de los deseos se precipita hacia abajo y la ley del pensamiento ocupa la cima de nuestra vida.

Si la Rueda de la Fortuna aparece en el juego, interprétese como una toma de conciencia de los poderes creadores del individuo: capacidad de inventar, de descubrir, de ordenar las cosas de una manera adecuada. Liderazgo, victoria de la razón, triunfo final sobre las pasiones. Triunfo de lo que debe ser según el criterio más elevado, elaboración de un mundo nuevo sobre una base racional, descubrimiento de la espiritualidad, descubrimiento del orden interno que le permitirá descubrir a su vez el orden cósmico externo, revelación de nuevas facultades en el interior del ser que han de llevarlo a un cambio radical de vida. Renovación, nuevo amanecer, regeneración, nueva oportunidad, nuevo ciclo: tales son los enunciados inherentes a esta carta.
Kabaleb
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El Khaf (letra 11 de la cábala)

La undécima letra-fuerza es el Khaf. Si el Yod representa la interiorización del pensamiento divino en el hombre, el Khaf corresponderá a la etapa de exteriorización de ese pensamiento. Sus funciones serán análogas a las del Ghimel y del Zaín en sus respectivos elementos, o sea, realiza funciones Vav, y en la tabla alfabética vemos que el Khaf se sitúa justo debajo del Beith.

Dijimos al hablar del Beith que constituía la primera interiorización de la esencia divina; el Khaf será, en este nuevo ciclo, la puerta natural de salida de esta esencia...

Es decir: el Beith realiza funciones He y el Khaf, situado debajo, es el Vav de este He. Esto hace que las energías primordiales encerradas en el Beith sólo puedan ser evacuadas conscientemente por el ser a través del Khaf, puesto que en la exteriorización que se produce en el Ghimel, letra que sigue al Beith, el ser es instrumento inconsciente, simple herramienta en manos de la divinidad.

El Khaf representa, pues, la tercera, fase del aire, la de exteriorización de los contenidos de la mente. En el ciclo zodiacal, el Khaf representa a Géminis y recibe de él su fuerza diseminadora.

En el orden sefirótico, el Khaf corresponde a Hochmah en el segundo ciclo, el de creaciones, regido precisamente por Hochmah, de igual modo que el primer ciclo de nueve letras está regido por Kether. Esa doble presencia de Hochmah en el Khaf hace que el amor divino se exprese en esta letra con mucha fuerza, acompañando la exteriorización del pensamiento por parte del ser humano de ese amor que magnifica todas las cosas y que les da sentido y trascendencia.

En el Tarot, el Khaf está representado por la lámina nº 11, en la que aparece una señora abriendo sin el menor esfuerzo las fauces de un león sentado mansamente a sus pies. La lámina lleva el nombre de la Fuerza. Muchos estudiosos del Tarot, al ver aparecer un león en la carta, le atribuyen una correspondencia con el signo de Leo.

En realidad, tal como lo acabamos de explicar, el Khaf es la puerta de salida de las energías encerradas en Leo-Beith, y en esta carta, la fuerza moral y la fuerza mental se juntan para transformar el mundo.

Si la Fuerza aparece en tu juego, interprétala como la imperiosa necesidad que siente el individuo de lanzar a la sociedad sus criterios. En la etapa anterior, representada por la Rueda de la Fortuna, ha ido acumulando razones en su interior hasta llenar su receptáculo y ahora debe vaciar sus reservas mentales. Para evacuar esa necesidad, el individuo se meterá con todo, tanto si lo conoce como si no. En todo caso, su conocimiento será teórico, ya que la experiencia material de las cosas está aún por conquistarse.

Significa, pues: intromisión intelectual en los asuntos humanos, sociales, políticos. La necesidad de expresarse hará que el individuo se manifieste ahí donde la necesidad pueda ser ejercida. Si esa posibilidad se la ofrece la derecha, será de derechas; si se la ofrece la izquierda, será de izquierdas. Pero desde una u otra vertiente, el individuo expresará su verdad interior. Ello le creará muchos compromisos, le hará meterse en negocios, en asociaciones, partidos, comités, asambleas, manifestaciones. Será el ser disponible para todo y, como la disposición interior provoca la aparición de la circunstancia que permite satisfacerla, esta carta significará que a la persona le saldrán oportunidades, que inicia un período de infinitas posibilidades y aunque el objetivo declarado sea ganar dinero, forjarse un nombre, conquistar una posición, la verdad más profunda será que el individuo necesita decir lo que piensa, necesita maniobrar y manipular, sobre todo mentalmente. Siendo esto lo importante, puede entrar en negocios ruinosos o en partidos que parecen concebidos expresamente para la derrota, o sea, que la carta no significa una garantía de éxito en las empresas, sino simplemente de múltiple participación.
Kabaleb
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El Lamed (letra 12 de la cábala)

La duodécima letra-fuerza es el Lamed. En el estadio Khaf hemos visto cómo se exterioriza el pensamiento con el objetivo de cambiar el orden de las cosas. Pero al final de esa experiencia el ser se dará cuenta de que no es dando consejos a los demás que conseguirá cambiar lo que pretende cambiar, sino que será preciso poner las manos en la masa y materializar sus ideas con su propio esfuerzo.

El Lamed representa esa etapa de transición entre la teoría y la práctica. Sus funciones son parecidas a las del Daleth (4) y el Heith (8), pero referidas a la transición entre el ciclo de Aire que termina y el ciclo de Tierra que empieza...

En la tabla de letras vemos que el Lamed se sitúa debajo del Ghimel, primera letra que realiza funciones Vav, propias de Binah. El Lamed se encontrará igualmente bajo la jurisdicción de Binah en este nuevo ciclo de creaciones y será el segundo He del Ghimel, o sea, el resultado práctico de la acción divina expresada a través del Ghimel.

Este resultado práctico ha de impulsar al ser a realizar una obra concreta en la tierra, como Dios la realiza en el cielo. En el ciclo zodiacal, el Lamed corresponde a la transición entre Géminis y Capricornio, primer signo cardinal de Tierra.

En el Tarot, el Lamed está representado por la lámina nº 12, que lleva el nombre de: el Colgado. En ella aparece un hombre colgado por el pie de la rama de un árbol, boca abajo, con la cabeza tocando la tierra. Los comentaristas del Tarot han visto a menudo en esta carta la idea de sacrificio, de castigo por secretos revelados. Pero lo que quiere expresar es mucho más sencillo: el hombre proyecta su talento (cabeza) hacia la tierra para cosechar experiencias de orden práctico: se distancia de las leyes del cielo para conocer las leyes de la Tierra, sacrifica su saber teórico para conquistar el saber real.

Si esta carta aparece en tu juego, interprétala como el comienzo de un ciclo de experiencias materiales. Dice el refrán que todos los comienzos son difíciles y por esto mismo esta carta será anunciadora de dificultades. No puede ser de otra forma, ya que el ser se orienta hacia un dominio que no conoce y que él cree conocer a la perfección, ya que posee, como hemos visto en la lámina anterior, un conocimiento teórico.

El Colgado describe, pues, la situación del ser que está tan seguro de sí mismo, ve tan claro lo que debe hacer, que no duda en poner todo su capital y su prestigio en una empresa material, que ha de darle forzosamente un mal resultado, puesto que en realidad no conoce de una manera práctica aquello que él cree conocer.

Significa, pues, el comienzo de la creación humana en el dominio de lo concreto y el individuo vivirá la aventura de Binah al crear nuestro universo material: tendrá que reducir su intención primera, sacrificar muchas de sus ideas y cargar con el karma de sus errores, ya que siendo un ser con grandes recursos intelectuales convencerá fácilmente a los demás para que pongan en la empresa un capital que acabarán perdiendo.

Ese estadio no supone aún la experiencia a fondo de lo material, sino su aproximación a lo práctico, con un pie en el aire, en el dominio de las ideas.
Kabaleb
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El Mem (letra 13 de la cábala)

La decimotercera letra-fuerza es el Mem. En el estadio anterior hemos visto que se produce la transición entre las ideas y las realidades prácticas. El Mem representa ese estado de las energías cósmicas en que los elementos materiales se ofrecen al individuo para que estructure con ellos su obra.

Como el Aleph (1), el He (5), el Teith (9) (las que corresponden a los signos cardinales, Aries, Cáncer y Libra), el Mem es portador de semilla, pero aquí se trata de semilla material para la edificación de formas físicas y formas sociales, es decir, instituciones que han de dar cobijo a la vida social del individuo, de igual modo que las formas físicas dan cobijo material...

En el ciclo zodiacal, el Mem corresponde a Capricornio, y de ese signo, regido por Binah, recoge los materiales físicos que le permitirán construir el universo material.

En el ciclo sefirótico, el Mem corresponde a Hesed en su segundo ciclo de manifestación, y de él toma ese carácter de «aguas maternales en las que toda existencia tiene su origen», de las que hablan los cabalistas refiriéndose al Mem. Hemos visto que el Daleth (4) es el segundo He primordial, representado en el mundo sefirótico por Hesed-Júpiter, el cual, en ese mismo mundo sefirótico es también el Yod de un nuevo ciclo.

El Mem representará más particularmente ese aspecto Yod de Hesed, es decir, representará la facultad de crear una nueva realidad que llevará en sí, a título de potencialidad, la lujuriante abundancia de Hesed-Paraíso. Así pues, se reunirán en el Mem, el poder creador (voluntad) procedente de Kether, por ser una letra Yod, iniciadora de un ciclo, la capacidad fecundadora de Hesed y la facultad de reducir, concentrar y dar cohesión, procedentes de Binah a través de Capricornio.

En el Tarot, el Mem está representado por la lámina nº 13, que lleva el nombre de la Muerte aunque, curiosamente, en los Tarots antiguos esta lámina no lleva nombre. Por todo lo que hemos dicho sobre el Mem, es difícil conciliar la idea de muerte con la plenitud de flujos sefiróticos que se derraman sobre ella. Pero sí debemos sacar una primera interpretación, y es que en el Mem, Kether, Binah y Hesed están al servicio de lo material, y si ya dijimos al hablar del Lamed (12) que en esa estancia el ser se distancia de las leyes del cielo para conocer las de la tierra, en el Mem sucederá que el ser ha olvidado totalmente su estirpe espiritual para vivir plenamente la materialidad.

Si muerte hay en el Mem es una muerte provisional de la espiritualidad, hasta que la redescubra hurgando en las cosas de la tierra.

En la lámina nº 13 vemos un esqueleto armado de una guadaña, arrancando de la tierra cabezas, brazos, piernas, o sea, los elementos básicos para la construcción del hombre. Ese esqueleto no es una imagen de la muerte, sino una representación sublime de lo primordial. El esqueleto es lo primero que se forma en el ser humano y lo último que desaparece. Todas las fuerzas del universo han trabajado en la elaboración de ese esqueleto, alrededor del cual se estructura la vida.

Es decir, que ese esqueleto recogiendo elementos para formar su ser físico nos anuncia que una nueva realidad está empezando para nosotros y nos llama para construir nuestro propio ser físico y todas las moradas que han de permitirle llevar una vida organizada.

Si la lámina nº 13 aparece en tu juego, interprétala en el sentido de que abordas un período de realizaciones materiales: dispones de los medios necesarios para organizar la existencia física y estructurarla; llevas en ti el germen de todas las edificaciones sociales y, como tal, puedes ser el arquitecto, el ingeniero, el legislador, el creador de los marcos legales en que se desarrollan las actividades humanas. Significa que dispondrás de los medios materiales necesarios para la obra pero, por moverte en el mundo de la materia, trabajarás con poca luz y todo cuanto hagas llevará el sello de lo perecedero.

Anuncia, pues: poder de realización, dirección de empresas, encumbramiento en la jerarquía social, pero todo ello con carácter precario y transitorio, como transitorio es nuestro peregrinaje por la materia. Significará igualmente desconexión con la espiritualidad, etapa de ateísmo, de negación de lo divino, de búsqueda de una verdad a nivel funcional: triunfo de los objetivos materiales sobre los espirituales.
Kabaleb
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El Noun (letra 14 de la cábala)

La decimocuarta letra-fuerza es el Noun. Si el Mem representa la semilla de las construcciones materiales, el Noun representará el período en que estas semillas germinan en la tierra, dando lugar a la implantación y fortalecimiento de lo material.

Si en el Mem el ser disponía de los materiales para edificar todas las moradas, en el Noun las edificaciones ya habrán sido realizadas y el ser habrá elegido su propio recinto, viviendo en él su plena individualidad. Ahora se encuentra totalmente separado de la vida cósmica, a la máxima distancia posible de la unidad divina...

El Noun representa la mitad del camino; representa el punto máximo en que el individuo puede separarse del Aleph primordial, ya que a partir de ese punto se producirá el retorno hacia la unidad.

En el ciclo zodiacal, el Noun corresponde al signo de Tauro, del que recoge el privilegio de la plenitud física, de la belleza material, heredando de Tauro el deseo de que las cosas permanezcan tal como son, eternamente con su inalterable belleza, el bienestar que aportan, la dicha que producen al contemplarlas.

En el ciclo sefirótico, el Noun corresponde a Gueburah, del cual hereda la energía reproductora que aporta la fertilidad. En Gueburah coinciden las fuerzas que separan, (ese Séfira fue quien separó al hombre del Paraíso terrenal), y las fuerzas que unen, mediante la purificación. En el Noun actúan las que separan, creadoras de la individualidad.

En la tabla de letras hebraicas, vemos que el Noun se sitúa por debajo del He, letra que representa el amor universal, significando que ese amor se ha interiorizado en lo particular, en lo fraccionario, en lo individual y perecedero. Lo que en el He era amor de todo lo creado, en el Noun es amor de las propias posesiones; amor por lo que uno mismo ha generado, trabajado e instituido; amor por la propiedad privada, por su propio espacio físico (la persona), por el recinto en que se vive.

El Noun es un He, como el Beith, como el Vav, como el Yod, en su dependencia zodiacal, pero en ninguno de esos He se produce con tanta fuerza el deseo de no ir más allá, de permanecer en ese esplendoroso y apacible espacio material en el que todas las virtudes espirituales parecen confabularse para hacer que la estancia en el Noun sea como vivir el ciclo en la Tierra.

En el Tarot, el Noun está representado por la lámina nº 14, que lleva el nombre de la Templanza. En ella vemos a un ser alado con dos jarros, uno a nivel inferior en su mano derecha, que recoge los fluidos de otro que se derrama a nivel superior, empuñado por la mano izquierda, indicando así que la esencia espiritual pasa enteramente a los objetos materiales, a los que potencia y da una realidad fantástica.

Si la Templanza aparece en tu juego, interprétalo en el sentido de que un período de goces sin precedentes llega para ti. Cualquiera que sea tu situación en la vida, las cosas mejorarán rápidamente para ti y el objeto de tu consulta se realizará positivamente, «es cosa hecha», podríamos decir: o sea, triunfo rotundo de una empresa material, pero siendo éste el punto de máximo esplendor material, la carta indica también que algo ha llegado a la culminación de su desarrollo, de modo que después de esa fase ha de venir su declive.

Esa riqueza, ese bienestar, ese éxito no será jamás algo que sobreviene al individuo, del mismo modo que hubiera podido venirle todo lo contrario, sino que anuncia la llegada de una fase cíclica en la que sólo podía producirse ese estado de abundancia, dado que el individuo ha pasado ya por las tres fases anteriores (Fuego, Agua y Aire) y cosechado las experiencias inherentes a ellas. Cuando el Noun aparece en nuestras vidas, anuncia el reposo tras una dura jornada de labor.
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El Samekh (letra 15 de la cábala)

La decimoquinta letra-fuerza es el Samekh. Representa el final del ciclo de los elementos (Fuego-Agua-Aire-Tierra). La plenitud del Noun debe terminar porque el objetivo de la vida no es conseguir una felicidad material para el ser humano, sino acumular experiencias que lo hagan perfecto.

La luz, que en el Noun se encontraba profundamente enterrada en la materia, se exterioriza en el Samekh y fecunda la imaginación. Cuando la fase Samekh se encuentra activa, las piedras y toda la naturaleza despiden destellos y el ser dice que allí yace oculto un principio que ha de permitirle comprender la unidad de todas las cosas...

Empieza así a analizarlo todo, a dudar de todo cuanto había creído hasta entonces, a someterlo todo al ojo escrutador del microscopio. La materia le sirve para desentrañar una verdad que está más allá de sí misma.

En el ciclo zodiacal, el Samekh corresponde al signo de Virgo y de él hereda sus virtudes escrutadoras y la capacidad de análisis intelectual, así como el afán de superación de una realidad material que ya no satisface, como ocurría bajo la égida del Noun. En el ciclo sefirótico, el Samekh corresponde a Tiphereth y de él hereda la luz que ha de permitirle desentrañar el misterio de la naturaleza, así como la voluntad que le permitirá perseverar.

En la tabla de letras hebraicas vemos como el Samekh se sitúa por debajo del Vav. Vimos al estudiarlo que éste era el creador del deseo. Aquí, la fuerza del Vav se positiviza y recrea en la imaginación. El Vav es la vía de comunicación entre la luz y las tinieblas; el Samekh es la vía de encuentro entre los conocimientos científicos y los conocimientos espirituales. En el Samekh el sabio de laboratorio y el iniciado a los sublimes misterios del cosmos se dan la mano.

En el Tarot, el Samekh está representado por la lámina nº 15, que lleva el nombre de: el Diablo. En ella vemos a un diablo que se yergue sobre una piedra cónica, con dos figuras humanas desnudas atadas a esa piedra con una cuerda anudada alrededor de sus cuellos. Es una imagen del ser encadenado a las realidades materiales y a las fuerzas superiores. La piedra cónica sobre la que reposa el diablo está hueca, sugiriendo que la realidad espiritual, en una forma aún no sublimada, ha surgido del interior de la realidad material a la que las dos figuras humanas están encadenadas.

Si el Diablo aparece en tu juego, es señal de que una fuerza nueva está penetrando en tu vida impulsándote al abandono de los valores materiales por el conocimiento intelectual o por el prestigio que da el estar en posesión de un conocimiento. Anuncia un período de descubrimientos científicos, filosóficos o, simplemente, humanos: descubrimiento de secretos, de misterios, que han de cambiar profundamente la trayectoria de la vida. Entre esos misterios pueden figurar los llamados sobrenaturales: voces, visiones fenómenos extraños que inducen a reconsiderar todo el universo.

El ser se encuentra en una etapa de su vida en que ha de dejar de adorar los valores materiales que hasta entonces había adorado, y para que esto pueda ocurrir, es necesario que a nivel anecdótico se produzcan toda una serie de acontecimientos extraños que justifiquen a sus propios ojos este abandono. Por otra parte, el encadenamiento a lo material y a, lo espiritual, sugerido por la lámina, indica claramente que la persona se encuentra atada a ciertos compromisos materiales y a los efectos espirituales que hayan podido ocasionar. Ello significa que deberá liquidar esos compromisos antes de poder acceder a la etapa siguiente, de modo que el Diablo anuncia la llegada de toda una serie de efectos kármicos que el individuo debe disponerse a liquidar.
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El eterno ahora del camino

Vivir el momento presente. Parece fácil ¿verdad? Sin embargo nuestra mente vaga continuamente del pasado al futuro, sin detenerse casi nunca en lugar en el que estamos, y en el instante que vivimos. El Camino de Santiago te obliga, en cierto modo, a vivir en el presente y a dejarte llevar por ese momento eterno.

Esta es otra de las cosas que enseña la Ruta de las Estrellas. Mientras andas el Camino, el tiempo adquiere una dimensión y un valor distinto al que le otorgamos en nuestra existencia cotidiana...

Para empezar, lo único que tienes que hacer desde que te levantas a la salida del sol es andar. Ninguna otra obligación te espera en ese día. Te puedes permitir el lujo de ir añadiéndole vivencias a tus días, sin la tiranía de horarios establecidos.

Lo primero que hice, de forma instintiva, al llegar a Roncesvalles para hacer mi primer Camino fue quitarme el reloj. Y cada vez que regreso a la Ruta de las Estrellas vuelvo a repetir el mismo ritual. Guardo el reloj y no me lo vuelvo a poner hasta que termina mi Ruta.

En una ocasión, incluso, se me olvidó llevármelo y me lo dejé en casa. Pensé: “mejor, está claro que el tiempo que voy a vivir no se puede medir con los parámetros normales de las horas y los minutos”.

Como siempre, no resulta fácil gozar de esta extraordinaria libertad. Cuando llegamos al Camino estamos demasiado impregnados de nuestros hábitos cotidianos y no nos entra en la cabeza que no hay nada concreto que hacer, ni ningún sitio al que llegar con urgencia.

La ruta que transita por el llamado Camino francés, está tan sobradamente dotada de albergues, bares y tiendas donde pernoctar, comer y comprar lo necesario, que no hace falta correr para llegar a ningún sitio concreto, salvo que tú quieras que ése sea tu objetivo.

Aún así, como digo, los primeros días del Camino resulta difícil dejar el sitio de donde venimos. Nuestro cuerpo ya no está en nuestro hogar, ni en el lugar donde trabajamos. Nuestros pasos nos han llevado lejos de allí. Pero nuestra mente continúa ocupada con los problemas que nos preocupan, con lo que hemos dejado atrás, y esto nos impide vivir el momento presente que nos ofrece la Ruta de las Estrellas.

Con el tiempo –por eso insisto tanto en que dediquemos al Camino todos los días que podamos- poco a poco y paso a paso, ese runrún incesante de la mente se va apagando y empezamos a sintonizarnos con el aquí y ahora que estamos viviendo.

Hasta que un día, casi sin darte cuenta, después de haberte vaciado, el Camino se te mete dentro, te haces uno con él, y en el silencio –sólo roto por los sonidos de la Madre Naturaleza- empiezas a escuchar su voz.
Puede que sea un susurro, que dure sólo un instante, pero es suficiente para que seas consciente de que en esos pocos segundos has conectado más con la Vida que en todas las horas, los días y los años que marcan tu reloj y tu calendario.

Sólo por vivir uno de esos instantes que te permiten saborear el eterno ahora, merece la pena la búsqueda que te lleva a andar cientos de kilómetros por el mágico Camino de Santiago.

Rosa Villada
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