Los Ángeles

A continuación os presento un vídeo que os introduce en el universo de los 72 ángeles de la cábala y marca la importancia de seguir todos los días las predicciones del ángel del día, para estar en línea con su energía y conseguir así que las cosas nos resulten más fáciles.

Tenemos una tendencia natural a inclinarnos hacia el esfuerzo, incluso hacia la dificultad, porque ése es el aprendizaje que nos han transmitido nuestros mayores, nuestra sociedad. “Cuánto más te esfuerces, mayor será la recompensa”. Pero lo cierto es que es una consigna que pertenece al pasado, a Binah en el árbol de la Vida, a Jehová, a la antigua cultura.

Hace más de dos mil años un ser vino a encarnarse en la tierra para transmitirnos la necesidad de cambiar patrones, de vivir de una forma distinta, de hacer las cosas más fáciles. Como Dios sabía que somos duros de mollera, además de su hijo nos mandó a 72 de sus operarios, los 72 Genios o Ángeles de la cábala.

Ha llegado el momento de cambiar de orientación y utilizar a estos instructores cósmicos para situarnos en el camino correcto y hacer que las cosas se vuelvan fáciles.

¿Vas a intentarlo?



Tristán Llop, La búsqueda del tesoro interior
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La motivación

Lola Carabia me ha mandado un vídeo sobre un hombre australiano de 60 años, que después de pasarse años preparándose, ha conseguido realizar un triatlón con su hijo. La peculiaridad es que el hijo tiene parálisis cerebral y que el padre lo ha llevado consigo los 4km a nado, los 180 en bicicleta y 42.5 de maratón que componían la prueba (para ver la prueba haz clic aquí). El evento estaba pensado para un máximo de 12 horas, pero por la peculiaridad del reto, las autoridades mantuvieron las calles cortadas las 17 horas que tardaron nuestros héroes en llegar.

Se trata de un hombre que ha luchado por mantener viva su motivación, la motivación que le ha llevado a luchar durante toda su vida por sus hijos.

Este tema ha suscitado una reflexión, más aún cuando mi entrenador personal, Robert, una hora después de que yo viera el vídeo, me animó a hablar de la motivación, porque veía que la gente anda un poco desanimada y desorientada.



Tristán Llop, La búsqueda del tesoro interior
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La búsqueda se plasma en la realidad

Os paso el comentario que me ha mandado mi amiga Rosa, como ejemplo de cómo la búsqueda del Tesoro interior se plasma en la realidad.

Querido Tristán, me parece todo un acierto los videos que has introducido en tu blog. Por dos motivos: por la idea en sí, como una forma rápida y sencilla de transmitir un mensaje profundo en muy pocos minutos, y, por otro lado, por el contenido de estos vídeos. Te felicito de corazón.

Como le ha ocurrido a tantos miles de personas, me emocioné viendo y escuchando a Susan Boyle. No sabía nada de la historia de esta mujer, ni de la repercusión mediática y social que estaba teniendo, hasta que la vi en tu blog. Pero además de eso, también me emocionó tu planteamiento sobre la búsqueda de nuestro tesoro interior.
Esa noche, cuando miré el blog, yo venía de Hellín, un pueblo de Albacete, donde por la tarde había presentado mi última novela, "El juego de Dios". Vine muy emocionada por el cálido recibimiento de la gente y por la sintonía tan extraordinaria que tuve allí. Supongo que fue esa sintonía la que me hizo "salir del armario" espiritual, y contar ante aquel auditorio cosas que no había dicho nunca en público. Al llegar a casa y ver tu blog, relacioné una cosa con la otra y me dí cuenta de que lo que en realidad había estado haciendo era mostrar mi tesoro interior. Me di cuenta también de que ahora se trabata de eso, ni más ni menos, de descubrir ese tesoro y mostrarlo y compartirlo con los demás, porque todos, absolutamente todos, llevamos desntro ese tesoro que hay que compartir. Y cuando alguien lo hace, provoca una reacción en el otro para que él también mire en su interior, busque su tesoro y lo exponga públicamente.

Fue para mi una experiencia liberadora, porque me dí cuenta que, como Susan Boyle, yo transmitía emociones a través de mis palabras, al escribir y al hablar. Y me identificqué contigo porque también tú transmites emociones con la palabra, escrita y hablada.

Me ayudó mucho verte y oirte, porque últimamente leo y escucho muchas cosas complicadas relacionadas con la espiritualidad. Demasiadas meditaciones y "trabajos" complicados para acceder a nuestro Yo Superior. Mi forma de percibir es mucho más simple, yo percibo y encuentro respuestas a través de la vida cotidiana, de las anécdotas de todos los días, del contacto con los demás... No sé. Y cuando a veces veo ejercicios tan complejos, me pregunto si no será que soy yo la que no estoy a la altura de las circunstancias. Gracias tus videos y a lo que transmiten, he visto que mi camino -como el tuyo- es el de comunicarme con los demás a través de la sencillez de la vida cotidiana, y eso me ha ayudado mucho en estos momentos.

Bueno, no me extiendo más. Sólo te mando un fuerte abrazo, te felicito y espero seguir viéndote y oyéndote en mi ordenador.
Rosa
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Los hijos y nuestras proyecciones

Parece que le he cogido el gusto a esto de los vídeos, así que temblad... Además, todo esto me está llevando a replantearme muchas cosas y a cambiar estrategias en mi vida (para que veáis que predico con el ejemplo, jejeje). De momento ya he modificado el título del blog y creo que éste va más en la nueva línea que quiero seguir. Tengo que dar públicamente las gracias a mi buen amigo Juan Carlos Gómez de Colombia por sus juicios iluminados. También he modificado un poco el Menú Principal y he puesto debajo un apartado de Productos y Servicios, para que quede claro que lo primero es la busqueda del tesoro interior y los productos sólo son medios que pueden ayudar a alcanzar ese objetivo principal.

Espero que os guste el nuevo enfoque y que me mandéis a menudo vuestros comentarios para ir rectificando el ángulo.

En este vídeo os hablo de una conversación que he tenido en el mercado, con una amiga que trabaja allí, sobre los hijos y la manera de conseguir que sean felices.

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La resurrección

Escribo este texto el día de la resurrección porque creo que es un buen momento para tomar conciencia de los cambios que debemos llevar a cabo para conseguir que las cosas funcionen mejor en nuestra vida.

Un día como hoy, hace más de dos mil años, resucitó Cristo, un alma muy elevada que vino a encarnarse en la tierra para tratar de transmitirnos unas consignas, la principal: trabajar con el amor...

Como somos un poco duros de entendederas, pues todavía andamos detrás de las palabras del maestro, sin enterarnos demasiado de su significado y sin saber aplicarlas a nuestra vida.

El otro día estaba paseando por el puente de Bach de Roda (del arquitecto Calatrava) con mi mujer y me preguntaba si se podía definir de forma sencilla el sentido de la vida. Le dije que para mí la vida es un cúmulo de acontecimientos que nos llevan a acumular experiencias. Después llevamos la quintaesencia de estas experiencias a nuestro Ego Superior (el jefe interno) y éste nos manda de nuevo a la vida.

¿Pero cómo saber si la orientación que le damos a nuestra vida es la correcta, si es lo que quiere nuestro Ego? Volvió a preguntar. Es muy fácil saberlo, si vamos por el buen camino, las cosas saldrán bien. Si vamos por mal camino, saldrán mal y el error (o el dolor) nos hará darnos cuenta que nos hemos equivocado, entonces deberemos rectificar.

¿Y cómo evitar el karma que nos llevará a vivencias dolorosas? Siguiendo una de las consignas que proclamó el maestro Jesús-Cristo: haz el bien sin mirar a quien, de este modo plantarás buenas relaciones y eso es lo que recolectarás más tarde. De aquí podemos deducir que hacer el bien va mucho más allá de una regla moral y es cuestión de pura lógica.

Volvamos a lo que me ha llevado a escribir este texto, la necesidad de cambio. La resurrección de Cristo en nuestro interior todos los años, nos brinda la oportunidad de plantar una nueva semilla espiritual en nuestra vida, de enfocar las cosas (aunque sea en un pequeño apartado), de una forma distinta.

Ahora que pasamos por momentos especialmente difíciles para muchas personas y que la crisis nos brinda la oportunidad de modificar nuestro comportamiento y nuestros hábitos, os propongo que pongamos manos a la obra.

Para dar ejemplo, mi mujer y yo nos hemos propuesto una serie de cambios (que ya hemos empezado a aplicar) de orden práctico. Solíamos mirar alguna serie de televisión antes de acostarnos, hemos dejado de hacerlo y nos vamos juntos a leer a la cama, acostándonos más temprano. También hemos decidido levantarnos 1 hora antes por la mañana para tener tiempo de meditar, de relajarnos (yo de trabajar con los ángeles) y de planificar la jornada y empezarla con mucha energía. Además, vamos a apuntar en la agenda la planificación de la semana, revisando el domingo las desviaciones que se han producido, para ver si somos capaces de cumplir con nuestros objetivos.

Son pequeñas cosas que os muestro a título de ejemplo, pero os animo a que utilicéis la energía del signo de Aries (el iniciador) para realizar cambios en vuestras vidas que os ayuden a afrontar mejor los acontecimientos y a modificar las cosas que os molestar o que os lastran.

Os deseo buenos cambios y espero que me escribáis al blog para contármelos.

Tristán Llop Talismanes y Reflexiones para una nueva Era
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El peregrino de la Vía Láctea

Para evitar que os aburráis leyendo sólo mis textos, he tenido la suerte de poder fichar una de las escritoras más sensibles de nuestro panorama actual, Rosa Villada, que nos enriquecerá con sus cuentos maravillosos. Os la recomiendo.

Inicio en este blog una nueva sección que he llamado “El peregrino de la Vía Láctea”, y que recogerá relatos, anécdotas y reflexiones sobre el Camino de Santiago.

Como primera entrega podéis leer un relato titulado “La Luz”, con el que obtuve el primer premio en el certamen convocado por el albergue de peregrinos de Ventosa (Logroño), en el año 2004...
Mi nombre es Rosa Villada Casaponsa, tengo 53 años y resido en la ciudad de Albacete, que es donde nací.

En la primavera del año 2000 hice a pie el Camino desde Roncesvalles a Santiago, y esta experiencia me cambió la vida. Cuando regresé a mi casa, después de un mes caminando por la ruta de las estrellas, me di cuenta de que no podía llevar la misma vida ni hacer lo mismo que había venido haciendo en los últimos veinte años.

Como periodista y comentarista política, ejercía mi trabajo colaborando en varios medios de comunicación de mi ciudad, en corresponsalías e incluso en un periódico digital propio, que en su día fue pionero en Internet. Sin embargo, las experiencias vividas durante la peregrinación a Santiago, me transformaron interiormente, cambiaron mi forma de percibir el mundo y, al modificarse mi mirada, mi vida dio un giro de 180 grados.

Entonces dejé la crónica política y el periodismo y decidí dedicarme a desarrollar mi vocación literaria. Desde ese momento hasta ahora, he escrito cinco novelas.
Cuatro de ellas están publicadas en el formato habitual de papel, mientras que la quinta novela, que acabo de terminar, aún no está editada.

Para todo aquel a quien puedan interesarle, estas cuatro novelas- “Vidas imaginadas”, “Laberinto de sueños” “El color de las palabras” y “El camino de los locos” - también están disponibles en soporte digital, para leerlas o descargárselas gratuitamente, en mi página web: Rosa Villada

Espero que esta colaboración que inicio, gracias a la generosidad de Tristán Llop, sea fructífera para todos y pueda llegar a transmitiros la riqueza que se esconde en esta ruta iniciática y de transformación interna que es el Camino de Santiago, y que está al alcance de cualquiera que se adentre en ella. Y ahora, os dejo con “La luz”

PRIMER PREMIO WANDERLUST “EL PLACER DE CAMINAR”
Relatos breves sobre el Camino de Santiago, convocado por el albergue de Ventosa (Logroño) en 2004

LA LUZ

Estrella no sabía qué estaba haciendo allí. A su alrededor todos dormían, pero ella no podía conciliar el sueño. Y no era por los ronquidos de los peregrinos que tenía en las literas de alrededor. No podía dormir porque durante toda la penosa jornada de ese día, una pregunta había resonado una y otra vez en su cabeza: “¿Qué haces aquí?”
Aunque ya llevaba tres semanas andando por el Camino de Santiago, aún no sabía la razón que le había llevado a recorrer aquella ruta milenaria, y algo en su interior le exigía una respuesta a su pregunta. Removiéndose en su saco, recapituló sobre los motivos que la habían llevado a emprender aquella peregrinación.

Ella nunca se había planteado recorrer el Camino de Santiago pero, en los últimos meses, todo le hablaba de la ruta de las estrellas. Si ponía la televisión, un anuncio le recordaba que ese año se celebraba el Xacobeo, o bien emitían un reportaje sobre los miles de peregrinos, de todo el mundo, que llegaban hasta Compostela.
Si viajaba por carretera, unos enormes paneles publicitarios le anunciaban la histórica ruta. En las librerías, numerosas guías del Camino parecían llamarla desde los expositores. Eso sin contar con las conchas que veía por todas partes, o la necesidad que experimentaba cada noche de elevar la mirada hacia el cielo estrellado, para distinguir el Camino celeste de la vía láctea, extendiéndose en el infinito.
Empezó a sentir en su interior que el Camino de Santiago la llamaba y, poco a poco, la posibilidad de emprender esa ruta milenaria fue tomando cuerpo en su cabeza. Primero como una remota idea. Después, como una absoluta certeza.
“De acuerdo –se dijo un día para sus adentros¬- no sé por qué, pero está claro que tengo que hacer el Camino de Santiago”.

Los potentes ronquidos de un peregrino alemán atronaban las paredes del albergue. Algunos compañeros de habitación se removían en sus camas, y los muelles de las literas chirriaban en una especie de acompañamiento musical al sonido gutural de los rugidos. Estrella seguía sin poder dormir, y continuó repasando los motivos que la habían empujado a recorrer el Camino de Santiago.

Recordó el día en que, sorprendida de su firme resolución y, sin dudarlo más, fijó una fecha para comenzar la peregrinación y empezó con los preparativos del viaje. No fue fácil encontrar a alguien que pudiera hacer su trabajo, y disponer de un mes para recorrer a pie el Camino desde Roncesvalles a Santiago.
Sus amistades le decían que no tenía por qué hacer el Camino completo, que podía elegir un tramo más corto. Los últimos 100 kilómetros, como hacían muchas personas para obtener la Compostela, o dejarlo a medio para continuar en otra ocasión. Pero Estrella no contemplaba esa posibilidad y a todo el mundo respondía: “Si lo hago, quiero hacerlo entero. Quiero andar los casi 800 kilómetros que separan Roncesvalles de Santiago. Para menos no me pongo”.

Ella no había hecho en su vida nada parecido. Su trabajo y su familia la absorbían por completo, y dejar su casa y su empresa durante tantos días, fuera del periodo vacacional veraniego, era algo muy complicado. Pero estaba decidida. Sus hijos eran ya mayores, podían valerse por sí mismos. En cuanto al trabajo, pensó: “Nadie es imprescindible. Somos nosotros los que nos creemos necesarios. Que se apañen sin mí”.
Un mes antes de la fecha elegida para iniciar el viaje, Estrella dedicaba una hora diaria a andar por su ciudad, para entrenarse y para “domar” las botas que se había comprado. Luego, ya en el Camino, se daría cuenta de que su entrenamiento –siempre por terreno llano- era a todas luces insuficiente para acometer la dureza de algunos tramos por los que transitaba la ruta.

Además de entrenarse físicamente, Estrella compró la mochila, el saco, y una guía del Camino que le ofrecía información pormenorizada sobre las distintas etapas. También empezó a leer todo lo que caía en sus manos sobre la peregrinación a Santiago, despertando con ello sus ansias de emprender cuanto antes el Camino.
Conoció a un joven que lo había recorrido a pie varias veces. Y ahora, acostada en la parte de arriba de la litera, Estrella recordó las palabras que éste le había dicho:
“El Camino no se hace con las piernas, sino con la cabeza. Si piensas que puedes terminarlo, podrás. Además –añadió- estoy seguro de que tú llegarás a Santiago porque tienes pinta de hippie”. Recordando esta frase, Estrella sonrió. A sus 45 años no tenía muy claro si “tener pinta de hippie” era un piropo o una conclusión preocupante.

El insomnio proseguía. Estrella sacó una pequeña linterna del bolsillo interior del saco, y miró el reloj que llevaba puesto en la muñeca izquierda. Eran las dos y veinte de la madrugada. El tiempo seguía pasando y ella, no sólo continuaba sin poder dormir, sino que cada vez se encontraba más despejada.
Alumbrándose con la linterna, y procurando hacer el menor ruido posible, abrió la cremallera de su saco rojo y negro, y bajando por los barrotes de la parte trasera de la litera, llegó al suelo. Notó el frío en sus pies desnudos y, de puntillas, salió de la habitación, sorteando botas y mochilas, para llegar hasta el servicio. Allí vació su vejiga y, con el mismo sigilo, volvió a la cama.

Cuando terminó de acomodarse nuevamente en el saco, le vino a la memoria la mala noche que pasó en otro albergue, cuando llevaba sólo seis días de Camino. Desanimada, con fiebre y un intenso dolor por todo el cuerpo, no tuvo fuerzas suficientes para bajar de la litera –siempre le tocaba arriba- y llegar hasta el servicio.
Tampoco aquella noche pudo dormir y cuando inició el Camino al día siguiente, estuvo a punto de arrojar la toalla y volverse a casa. Sin embargo, conforme iba andando, el dolor y la fiebre cedieron y su ánimo, aunque había conocido días mejores, fue acomodándose al ritmo de los pasos y, poco a poco, abandonó las tierras sombrías para tornarse algo más luminoso.

Ese día fue cuando Estrella descubrió que el Camino se parece mucho a la vida. Que hay momentos buenos y malos, tristes y alegres, gozosos y dolorosos, pero que si estamos aquí es para continuar andando y no permitir que nada nos paralice.
Recordando ahora esos momentos, tan cercanos y tan lejanos a la vez -porque en el Camino el tiempo vivido tiene una dimensión distinta al de nuestra existencia cotidiana- Estrella se dio cuenta de que fue después de esa primera semana cuando estuvo más abierta y receptiva a todo lo que el Camino le decía.
Y desde entonces -ahora lo veía- fueron muchas las ocasiones en las que percibió el paralelismo entre Vida y Camino. Comprendió el sentido que tenía la mochila en la peregrinación. Esa mochila que al principio le destrozaba la espalda y cuyas correas se le clavaban en los hombros, debido al excesivo peso que cargaba.

Para aliviar ese peso, Estrella tuvo que ir abandonando en los albergues cosas que había llevado “por si acaso”, y que en realidad eran innecesarias. Y esa noche, acurrucada en su saco, fue consciente de que también en la vida cotidiana es imprescindible aligerar tu equipaje. De pensamientos, personas, circunstancias y aspectos de tu pasado que te pesan y te impiden avanzar en tu camino. Supo que hay que llevar sólo lo necesario y prescindir de lo superfluo.
El Camino también le había enseñado, a través del contacto diario con la naturaleza, que vivimos en un mundo de opuestos. Día y noche, frío y calor, luz y oscuridad, y que esos ritmos y ciclos naturales también existen en nuestro interior, formando parte de nuestra esencia como seres humanos.

Pero la lección más importante que le había proporcionado el Camino de Santiago era la de la aceptación. Estrella se había dado cuenta de que caminando por la ruta de las estrellas, el peregrino acepta, con total estoicismo, todo lo que le depara el día, y se amolda sin protestar a cualquier circunstancia.
Pensó que allí, en el Camino, se esta más predispuesto que en la vida cotidiana a aceptar las cosas que no se pueden cambiar. “Si llueve te mojas y no te enfadas con la lluvia –dijo para sus adentros- si hace sol aguantas el calor. Si al llegar al albergue hay agua caliente te duchas con ella, y si no con agua fría. Si no quedan literas duermes en el suelo. No intentas modificar lo que no tiene remedio, no te creas problemas ficticios”.
Con una repentina lucidez, Estrella, acompañada por el sonido monótono de los ronquidos de varios peregrinos, empezó a darse cuenta de que, después de tres semanas de ruta, ya no era ella la que andaba el Camino de Santiago, sino que era el Camino el que la había poseído y transitaba a través de ella, empezando a descubrirle sus secretos.
Con esta íntima satisfacción instalada en su mente, se relajó y, finalmente, cayó en un profundo sueño.

Los susurros de otros peregrinos y un ruido de cremalleras y bolsas de plástico la despertaron. Los primeros rayos de sol empezaban a colarse por las ventanas del refugio, y provocaron que Estrella saltase de la cama precipitadamente. Una de las cosas que más le gustaban del Camino era salir al amanecer, ver cómo el sol ascendía a sus espaldas, escuchar el canto de los pájaros, y respirar el aire fresco de la mañana.
Mientras guardaba todo en la mochila se dio cuenta de que ese día se había levantado de muy buen humor. Las escasas horas que había dormido aquella noche le proporcionaron un profundo descanso. Pero sobre todo, lo que más alegraba su ánimo eran las conclusiones a las que había llegado durante la madrugada.
Por eso, cuando abandonó el refugio e inició la marcha, el corazón latía rítmicamente en su pecho, mientras en su cabeza rondaba un pensamiento de esperanza: “Quizás el Camino me diga hoy qué es lo que estoy haciendo aquí”.

“¡Buen Camino!” se decían unos a otros cuando coincidían a lo largo de la jornada. Después de varias horas caminando, Estrella seguía reflexionando sobre los motivos de la peregrinación, y deseó de corazón que todos los peregrinos encontrasen lo que habían ido a buscar al Camino de Santiago. Sin embargo, una sombra de duda empezaba a empañar su alma.
- Y yo, ¿lo encontraré? –dijo en voz alta.

Continuó andando y al rato, se respondió de viva voz:
- ¡Cómo voy a encontrarlo si ni siquiera sé lo que estoy buscando!

La ruta que había previsto para ese día no tenía excesiva dificultad. Después de tres semanas, sus pies se habían habituado a recorrer kilómetros y su espalda se curvaba flexiblemente para acoger a la mochila, como si ésta ya formara parte de su anatomía. Aún así, los ocho kilómetros de subida hasta el monte O Cebreiro, le estaban resultando más duros de lo que se imaginaba.
Su intención era la de pasar este emblemático lugar, situado a las puertas de Galicia, y continuar camino hasta el albergue siguiente. Pero cuando llegó hasta arriba, algo llamó su atención. En una especie de panel, se hablaba de un milagro que se había producido hacia el año 1.300, cuando un pastor, en plena tempestad, subió hasta allí para escuchar misa. El sacerdote le recriminó su esfuerzo, y en ese momento la sagrada hostia se convirtió en carne y el vino en sangre, conservándose allí el grial del milagro.
Estrella ya había leído sobre esta leyenda en la guía del Camino que llevaba, sin embargo, algo en su interior la obligó a detenerse. Sin saber muy bien hacia dónde iba, pero con gran decisión, llegó hasta una ermita. Las puertas estaban cerradas pero ella, con curiosidad, se asomó por una grieta que había en la madera.

La iglesia estaba a oscuras pero la luz del sol se filtraba por unas ventanas situadas en el muro detrás del altar, donde se encontraba la imagen de Cristo crucificado. La magia de aquellos rayos de luz, formando un triángulo y concentrándose en el centro de la ermita, sobrecogieron el ánimo de Estrella.
Fue en ese preciso momento cuando supo qué estaba buscando en el Camino de Santiago y qué es lo que pediría al apóstol cuando se postrara ante él en el pórtico de la Gloria: Iluminación. Luz interior que alumbrase su camino, como alumbraba la oscuridad de esa iglesia.
Con gran emoción, Estrella escuchó una voz en su cabeza que le decía: “Y las puertas se abrirán” Al mismo tiempo, una mujer le dijo a sus espaldas:
- ¿Quieres pasar?
- Sí, me gustaría –respondió ella- pero la puerta está cerrada.
- Yo tengo la llave –dijo la mujer sonriendo.
Al abrir las puertas, Estrella pasó dentro y se acercó a la imagen del Cristo, mientras la luz le bañaba el rostro cubierto de lágrimas. A la derecha, vio el cáliz del milagro y una preciosa talla románica de la Virgen y el Niño.

No supo decir cuánto tiempo permaneció allí sola, porque todo lo vivido en esos momentos pertenecía a otra dimensión distinta. Al salir de la ermita de Santa María la Real, ya no era la misma persona.
Con su mochila a cuestas, emprendió nuevamente su marcha por el Camino de Santiago. Ahora ya sabía qué estaba haciendo allí y, además, acababa de descubrir que su nombre era presagio. Porque ella era una de las muchas estrellas que conforman la ruta mágica y milenaria. Por fin había encontrado su Camino.
El Camino de Santiago /Rosa Villada
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