La autoestima es para el ser humano como la gasolina para el coche, la necesitamos para funcionar. Pero existen una serie de agentes contaminantes que dificultan la adquisición del nivel suficiente para sentirnos bien. Tres de ellos son la dependencia, el menosprecio y la sumisión.
Dependencia
En estos momentos el ser humano está utilizando un tipo de relación erróneo, basado principalmente en la dependencia, es decir, en la necesidad constante de aprobación por parte de sus congéneres. O bien intentamos captar la energía de los demás o procuramos situarnos bajo sus alas, dejando que nos arrastren por un camino que ha dejado de ser el nuestro.
Crear dependencia
Uno de los problemas más frecuentes que se presentan en la relación con los demás es la necesidad de crear dependencia, es decir, procurar que los demás dependan de alguna forma de nuestras acciones, sentimientos o ideas. Esto equivaldría a atar a alguien de una cuerda, como lo hacemos con los animales de compañía (los cuales nacieron libres y a los que hacemos totalmente dependientes de nosotros). Pero cada vez somos más sofisticados y ahora utilizamos artilugios que dan más o menos longitud a la cuerda, por lo que podría parecer que en algún momento hemos roto la dependencia.
Esta necesidad de intentar que los demás estén siempre siguiendo nuestras directrices viene dada por una inseguridad. Tratamos de acumular el máximo de energía posible, chupándosela a los demás, pensando que así tendremos la suficiente para mantenernos en el lugar que ambicionamos. A menudo esta situación se da por falta de información, porque la gente desconoce el hecho de que la energía es universal y podemos abastecernos de ella en cualquier lugar y momento sin abalanzarnos sobre nadie.
Sentir dependencia
La otra cara de la moneda es la de sentirse dependiente, es decir, buscar a alguien que nos guíe para evitar así el esfuerzo de decidir por nosotros mismos, minimizando así el riesgo a la equivocación.
Esta situación suele darse debido a la inseguridad que siente la persona que busca una dependencia y que cree que así se solucionarán sus problemas. Pero el motor principal de nuestra vida, lo que permite que asimilemos lo aprendido es la voluntad y si ésta se muestra inactiva la persona deja de incorporar la lección a la que se ha sometido, lo cual hace que resulte inútil.
Siempre que actuamos movidos por una voluntad ajena estamos perdiendo una gran parte de nuestro tiempo y lo único que sacamos en claro es la necesidad de activar nuestra iniciativa. Es fundamental comprender que el trayecto por la vida es individual y que los personajes que aparecen en ella sólo son parte del guión que hemos escrito. Resulta pues absurdo abdicar del papel protagonista.
La sumisión
La sumisión es una forma de dependencia más radical y por lo tanto más contraproducente. Anula nuestros recursos generando una especie de parada biológica en los procesos evolutivos de nuestro ser.
Pero debemos evitar confundir la sumisión con el servicio, ya que nosotros podemos ponernos conscientemente a servir a alguien sin adoptar una postura sumisa, comprendiendo la naturaleza del trabajo que estamos realizando.
A menudo el sumiso descubre horrorizado que en otra parte de su vida él también está sometiendo a alguien que está a su cargo.
El menosprecio
Podríamos decir que el menosprecio se sitúa dentro del espectro del “pecado” solar: la soberbia. Tanto cuando una persona se siente menospreciada como cuando es ella quien menosprecia, en el fondo podemos encontrar un complejo de inferioridad que le empuja a colocarse en una situación de reo o de verdugo para esconder su falta de seguridad en sí misma o su bajo nivel de autoestima.
Motivos
Existe otro tipo de dependencia que resulta mucho más sutil y complejo de detectar y es aquel que realizamos cada vez que fijamos un propósito en relación con alguien. Es decir, cuando deseamos que fulanito encuentre trabajo y esa persona nunca ha solicitado nuestra ayuda, estamos creando una dependencia hacia ella, ya que le mandamos una energía que puede violentarla en el caso de que el receptor se niegue a utilizarla o esté en desacuerdo con nuestra petición. Cuando lanzamos un decreto a ver a una amiga que tiene problemas y pensamos: “debería separarse”, estamos haciéndole un flaco favor y además nos atamos al karma que se desencadene de esa situación.
Es pues muy importante que controlemos la emisión de nuestros sentimientos y pensamientos para que dejen de influir negativamente en la gente que nos rodea y por lo tanto nos eviten la creación de dependencias.
Tristán Llop