Recopilando información en los textos que nos ha legado la tradición, encontramos un manual de crecimiento personal sin parangón. Se trata de las claves básicas sobre las que se han desarrollado todas las teorías evolutivas que hemos conocido hasta ahora. Estas consignas fueron transmitidas por el mayor gurú de todos los tiempos JC. Su aplicación en nuestra vida nos permitirá dar un salto cuántico evolutivo de enormes dimensiones.
Se trata de nueve proclamas que iré publicando en 9 artículos y a continuación encontraréis la primera...
Las Bienaventuranzas nos ponen en contacto con nuestra realidad profunda, nos enseñan el camino a seguir para ser feliz, para encontrar el equilibrio, la armonía y enfilar el camino de la realización personal.
En las 9 Bienaventuranzas se enaltecen valores contrarios a los que la sociedad actual suele proclamar. A través de su estudio, descubriremos que para encontrar la excelencia, el equilibrio interior, para hacer frente a los retos del presente, debemos volver la vista hacia otros valores.
En las ceremonias de iniciación de las escuelas herméticas, vemos que el candidato, antes de entrar en el templo, es despojado de los metales que lleva encima. Este gesto simbólico corresponde a los preceptos instituidos por Cristo. Los valores del mundo de abajo, no tienen curso en el de arriba.
Tu ser interno está esperando a que lo visites, empieza a desbrozar el camino
Es preciso que nos planeemos la realidad que estamos viviendo desde un enfoque mucho más amplio si queremos que nuestra vida cambie. Contamos con las herramientas necesarias para realizar ese movimiento hacia delante y lo único que nos retiene es nuestro miedo a enfrentarnos a la nueva realidad. Pero lo maravilloso del universo es que siempre modifica los parámetros para que obtengamos lo necesario en cada etapa de la vida
Las nueve bienaventuranzas son en sí unas herramientas maravillosas que deben llevarnos a comprender cuál es el estado de ser que busca nuestro Ego Superior, esa chispa de luz que mora en nuestro interior y que está esperando que la nutramos de las experiencias necesarias para evolucionar.
Un poco de historia
El manual de instrucciones fue revelado por primera vez extensamente en el llamado Sermón de la Montaña. Dice la crónica sagrada que Jesús llamó a sus discípulos y subió a la montaña (Mateo V). En términos simbólicos, subir a la montaña significa elevarse espiritualmente, abandonar el plano de lo multitudinario para entrar en contacto con las instancias más elevadas que hay en uno mismo.
El Sermón de la Montaña iba dirigido exclusivamente a sus discípulos, que ahora eran ya doce. Algunos tenían ya cierta experiencia evangelizadora. Formaban un equipo unido, aunque frecuentemente chocaran entre ellos por cuestiones de ca¬rácter. Una vez en lo alto de la montaña, Jesús ordenó que los doce se arrodillasen formando un círculo en torno a él y puso sus manos sobre la cabeza de cada apóstol, empezando por Judas Iscariote y terminando por Andrés. Jesús pronunció una breve plegaria dirigida al Padre, suplicándole que amara y acompañara a los doce, como lo había amado y acompañado a él.
Si queremos elevarnos espiritualmente, conectar con el núcleo, deberemos empezar por soltar lastre
Los apóstoles permanecieron en silencio durante unos minutos, concentrados, les embargaba una profunda emoción. Pedro fue el primero en levantar los ojos hacia su Maestro y el primero en abrazarlo. De forma sucesiva abrazarían a Jesús uno a uno.
La escena estuvo rodeada de un gran silencio físico, sólo roto por el gorgoteo de los pájaros, pero quien hubiese tenido vista y oído espiritual, hu¬biera apercibido una multitud de seres celestiales cantando y contemplando desde lo alto la escena sagrada, en la cual el enviado divino traspasaba a los hombres la responsabilidad de la promulgación del Reino.
Los doce se convertirían, así, en el fermento del mundo de Dios en la tierra y cada uno aportaría almas al Reino, incluso Judas, el traidor, porque muchos son los seres humanos de este mundo que necesitan pasar por la experiencia de la traición para que sus ojos sean abiertos.
Las bienaventuranzas se acoplan a la perfección en el Árbol de la Vida, ese esquema que proviene de la cábala y que nos instruye sobre la línea a seguir para evolucionar de forma coherente y rápida. Así veremos como la primera se relaciona con Hochmah (el centro número 2) y la 9ª con Malkuth (el centro 10)
1ª.- Bienaventurados los pobres de espíritu, ya que ellos heredarán el reino de los cielos
La primera Bienaventuranza iba dirigida a los pobres en espíritu y en ella vemos la dinámica de Hochmah (el 2º centro del Árbol de la Vida, paladín de la sabiduría). ¿Por qué de ellos será el reino? Porque en su estado evolutivo actual, el ser humano puede captar tan sólo una pequeñísima parte de la sabiduría divina. Si, una vez en posesión de esa modesta parcela, el ser ya se considera rico, se considera saciado de esa sabiduría y constituye con ella sus certidumbres, proclamando sólo la verdad que esa parte del saber contiene, se estancará en ella y ya no le vendrán nuevas luces.
Por el contrario, el que adopta una actitud humilde respecto a sus conocimientos, el que afirma, como Sócrates, el filósofo griego: «Yo sólo sé que no sé nada», el que se encuentra en situación hambrienta espiritual¬mente hablando, ése atraerá la sabiduría hacia sus vacíos internos y el cielo se manifestará en él.
Abrirte a nuevos conocimientos,
te abrirá las puertas del reino
Jesús expresaba pues una norma con esa primera Bienaventuranza, que puede anunciarse de la siguiente manera: No deis jamás como definitivos los conocimientos que poseéis; no los toméis jamás como posesiones personales que engalanan vuestra personalidad humana, como las joyas adornan el cuello de las cortesanas.
Al contrario, haced que vuestra sabiduría sea como el caminante, que abandona fácilmente las ciudades por las que transita porque nada hay en ellas que lo retenga. El pobre lo comparte todo con más facilidad que el rico porque tiene poco que compartir y es más fácil desprenderse de un pedazo de pan que partir en dos un lingote de oro para dar la mitad al amigo. No dejéis que los conocimientos espirituales se acumulen en vuestro interior hasta crear una situación de riqueza, porque entonces os será difícil compartirlos y os sentiréis propietarios de aquello que poseéis y querréis sacarle un provecho, una renta. Os convertiréis así en hombres ricos en espíritu y el cielo ya no entrará en vosotros.
Si, por el contrario, vais compartiendo lo recibido, el Reino de los Cielos irá llenando vuestros vacíos internos y la sabiduría transitará por vuestra alma como una película que no tiene fin.
El reino de los cielos es ese lugar interno que contiene la sabiduría que hemos estado acumulando durante nuestro deambular por la tierra, en esta y en otras andaduras. Cuando nos mostramos humildes, es decir, abiertos al conocimiento, las puertas de ese cielo se abren de par en par y empezamos a comprender de forma clara lo que sucede en nuestra vida.
Esta enseñanza se traduciría, en la vida práctica, como una actitud abierta ante los problemas. Cuando nos atascamos en una situación; cuando hemos caído al pozo de la incomprensión; cuando nuestra personalidad soberbia ha levantado barreras ante las personas queridas, cuando estamos convencidos de que tenemos razón y dispuestos a defenderla a capa y espada, es el momento de aplicar la primera bienaventuranza y volvernos pobres de espíritu. Para hacerlo busquemos un lugar tranquilo, alejado del centro del conflicto y una vez allí, imaginemos que somos la otra parte y cómo actuaríamos en el caso de serlo. Si nos resulta imposible, imaginemos que nuestra vida está paralizada por un hechizo y que sólo podremos continuar si perdonamos.
Proclama la letra de una canción: If you want to be great in god’s kingdom, learn to be the servant of all (si quieres ser grande en el reino de Dios aprende a servir a los demás). Así pues, para permanecer en estado de “pobreza”, tenéis que dar lo que recibís antes de que se acumule y forme un tesoro, ser humildes y abriros a nuevas realidades.
Como tarea propongo que cada noche, antes de acostaros, os preguntéis qué habéis compartido con el prójimo.
Tristán Llop y Kabaleb, la búsqueda del tesoro interior
No hay comentarios:
Publicar un comentario